El líder opositor gana en Malaui tras un histórico vuelco electoral en la repetición de los comicios

Una mujer vota en Lilongwe, capital de Malaui, durante la repetición de las elecciones presidenciales, celebradas este martes 23 de junio.
Una mujer vota en Lilongwe, capital de Malaui, durante la repetición de las elecciones presidenciales, celebradas este martes 23 de junio.AMOS GUMULIRA / AFP

Malaui celebra este martes unas singulares elecciones presidenciales. Por segunda vez en la historia reciente africana, la justicia de un país invalida unos comicios por irregularidades y fuerza una repetición electoral. Ocurrió en Kenia en 2017 y ha vuelto a suceder en Malaui. En esta ocasión, además, el presidente saliente y candidato, Peter Mutharika, declarado vencedor en las elecciones luego anuladas, ha hecho todo lo posible por impedirlo, sin éxito. El capítulo que escribe este martes este pequeño país africano de 17 millones de habitantes es el de la resistencia del poder judicial frente a los abusos y el fraude de un dirigente que se aferra al poder.

Esta historia comienza el 21 de mayo de 2019. Lo que parecía que iban a ser unas elecciones más, en las que un presidente africano iba a repetir en el cargo, empezó a truncarse ese día. La comisión electoral dio ganador a Peter Mutharika con un 38,57% de los votos, tan solo 160.000 papeletas más que su rival, el líder opositor Lazarus Chakwera. Sin embargo, tras una minuciosa investigación y entre numerosas presiones, el Tribunal Constitucional anunció en febrero pasado la anulación de las elecciones tras constatar que hubo “irregularidades generalizadas y sistemáticas”. El informe judicial era demoledor y revelaba la existencia de un fraude tan evidente como grosero: numerosas actas electorales fueron corregidas con típex.

La noticia cayó como una bomba. Mutharika, quien ya había tomado posesión, puso todo el aparato del Estado a trabajar para intentar impedir que hubiera una repetición de los comicios y mano a mano con la comisión electoral bajo su control se presentaron dos recursos. Pero la justicia mostró una solidez imprevista. El pasado 8 de mayo y de manera unánime, los magistrados del Tribunal Supremo rechazaron ambas apelaciones y las calificaron de “ficticias, no profesionales, irrespetuosas y repugnantes”. Ya no había vuelta atrás. Las elecciones se volverían a celebrar este 23 de junio.

El presidente saliente ha hecho todo lo posible por impedirlo, desde alterar la composición de la comisión electoral hasta tratar de apoyarse en las medidas contra la covid-19 para forzar un aplazamiento. Su última maniobra, implicar al Parlamento para retirar de su puesto al presidente del Tribunal Constitucional, Andrew Nyirenda, también le salió mal. En un reciente comunicado, el Foro de Altos Magistrados de África Austral, integrado por representantes de una docena de países, le recordaba a Mutharika que el legislativo no está por encima del judicial y que la separación de poderes es un valor absoluto reconocido por la Constitución malauí.

La repetición de unos comicios presidenciales a instancias de un tribunal tiene un solo precedente en la historia reciente africana: Kenia en 2017. Como ha ocurrido en Malaui, el presidente del Supremo keniano, David Maraga, tuvo que enfrentarse al poder del presidente saliente Uhuru Kenyatta y soportar todas sus presiones para anular las elecciones ganadas por este y forzar una repetición. Sin embargo, en aquella ocasión, el líder opositor Raila Odinga decidió no presentarse a su segunda oportunidad y dejó el camino expedito para la reelección de Kenyatta.

La muestra de fortaleza judicial de Kenia entonces y de Malaui ahora son dos hitos que refuerzan la tesis de que, no sin contratiempos y con enormes diferencias entre países, la justicia progresa en África. La decisión de un juez sudafricano de retener en el país al expresidente sudanés Omar al Bashir para su posible entrega a la justicia internacional, oponiéndose a la decisión de su Gobierno en 2015; el juicio y condena por crímenes contra la Humanidad al dictador chadiano Hissène Habré en Senegal en 2016, o la creación de una comisión de la verdad, la justicia y la reconciliación en Gambia para esclarecer los trágicos hechos de la dictadura de Yahya Jammeh en medio del ruido atronador de sus activos seguidores son solo tres ejemplos más de que el relato de una justicia africana sumisa y manejable empieza a resquebrajarse.

Así las cosas, los ciudadanos de Malaui acudieron este martes a la cita con las urnas desde primera hora de la mañana. Pero las tornas han cambiado. Ahora el máximo favorito es el opositor Lazarus Chakwera, quien no solo se considera el vencedor moral de las anteriores elecciones por su exitoso recurso ante la justicia, sino que ha recibido el apoyo clave del aspirante que quedó en tercer lugar en 2019, el exvicepresidente Saulos Chilima, quien obtuvo un 20% de los votos. Para que Chakwera se convierta en nuevo presidente del país debe obtener el 50% de los sufragios. Frente a ambos, un debilitado Peter Mutharika, en el poder desde 2014, intentará mantenerse a flote.

Las acusaciones cruzadas de violencia política e incluso el recurso de Chilima a la Corte Penal Internacional, quien denunció al presidente saliente y al jefe de la policía por presuntos crímenes contra la humanidad entre 2018 y 2020, no han hecho sino caldear el ambiente. Organismos de derechos humanos consideran que los recientes ataques contra opositores y periodistas presagian un nuevo intento de fraude e incluso posibles violencias postelectorales. El presidente de la comisión de la Unión Africana, el chadiano Musa Faki Mahamat, pidió contención a las partes y que permitan unos comicios creíbles y transparentes.


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