El mes desbocado de Ferland Mendy


Mientras de fondo sonaban los campanarios de Bérgamo, rodeado de sus futbolistas sobre la hierba del estadio, Zinedine Zidane desplegaba su idea del partido del día siguiente contra el Atalanta: “Lo estamos haciendo bien como equipo. También defendiendo, porque es lo más importante. Va a ser importante estar como equipo y defender, porque luego entrará el balón”, les dijo. En este Real Madrid en el que la delantera no termina de ajustar la mirilla y Casemiro es el segundo máximo anotador, el gol se ha convertido en un suceso que, más que por juego, aparece por decantación.

Si aguantan lo suficiente, “entrará el balón”, a veces en desenlaces alejados de lo que imaginó el propio Zidane, aunque haya dispuesto las condiciones. Un poco de imaginación y un poco de caos. Como en el gol de Ferland Mendy, de 25 años, en el escenario de la charla de los campanarios. “El que tenía que tirar no era Mendy”, contó el técnico sobre una jugada que no se desarrolló como en la pizarra pero que llegó al mismo punto imaginado por Bettoni, segundo de Zidane e ideólogo del balón parado.

O como el 1-0 contra el Getafe en el Di Stéfano, que marcó Benzema en el minuto 60 al cabecear una asistencia de Vinicius desde la derecha. A esas alturas, según los planes de Zidane, el brasileño tampoco debía estar ahí. Cinco minutos antes, Chendo le había dicho al cuarto árbitro que encendiera el 20 en su marcador para sustituirlo, pero entonces Marvin avisó de que tenía los isquios tocados y fue el que salió. Se quedó Vinicius, pero estacionado en un lugar extraño, como carrilero derecho. Tan extraño que en la media hora final, además de la asistencia, el brasileño le dio dos pases a Courtois, algo insólito: en sus casi 100 partidos anteriores con el Madrid, según los registros de Opta, solo le había dado otro, el 21 de junio pasado en Anoeta.

Aunque la aparición más llamativa en este panorama de escasez goleadora y de personal agudizada por la lesión de Benzema es la de Mendy, que de haberse regido por las previsiones médicas, no solo no habría rematado la jugada ensayada, sino que ni siquiera habría estado en el campo. El lateral volvió a contar su peripecia con 14 años a los medios de la UEFA en la víspera del partido contra el Atalanta: “Tenía artritis en la cadera y sufrí una infección, así que tuve que operarme y pasé mucho tiempo en el hospital, enyesado dos o tres meses. Cuando me operaron, el médico vino a verme y me dijo que el fútbol había terminado para mí, incluso habló de una amputación”. Pero se levantó de la silla de ruedas, aprendió a caminar de nuevo y, pese a algún desliz de juventud que a punto estuvo de hacerle descarrilar, llegó al Madrid.

Aprovechó su segunda y tercera oportunidad, y ahora aprovecha tendencias que varios técnicos trataron de aplacarle en su juventud para espabilar estos días partidos adormecidos. Aquel proceso de doma lo recordó hace un par de años en una entrevista Johann Louvel, que le dirigió en Le Havre: “La mayor parte del trabajo fue encauzarlo tácticamente hacia su puesto, porque iba por todos lados”.

Aquella especie de desviación de sus 18 años ha pasado a ser este mes una de las armas sorpresa del Real Madrid. El 9 de febrero se lanzó de espaldas para rematar con la derecha el 2-0 al Getafe; el 20 en Valladolid recortó en el área y marcó también, aunque el VAR lo anuló; y el miércoles dio la victoria contra el Atalanta con su primer gol en la Champions. En dos temporadas en el Olympique de Lyon marcó tres goles.

Lo que ya lució allí fue su atrevimiento con el regate: sumó 102 en dos años, el que más de la Ligue 1 y uno de los cinco defensas más osados de las grandes ligas europeas. En Bérgamo no intentó ninguno, pero provocó la expulsión de Freuler en una de sus incursiones. En esta época de vacas flacas, Mendy cada vez se aventura más al ataque empujado por el entrenador. “No hace nada que no le diga Zidane”, dicen fuentes de Valdebebas. Los asaltos desde la defensa entran en el plan general del técnico, como explicó Nacho: “El míster quiere que lo haga en todos los partidos, es una forma de abrir espacios”.

Después de una primera temporada de más prudencia, en esta segunda las necesidades del equipo y su propia confianza contribuyen a un cierto desbocamiento que rescata aquel picante juvenil. Bajo la tutela de Varane, también traductor ocasional, Mendy va avanzando en el estudio del español y en el ajuste a su lugar en el club, ahora por delante del histórico Marcelo. En Valdebebas, lo ven cómodo: “Es consciente de las chispas que ha generado su fichaje, y más su titularidad, pero lo lleva muy bien. No se asusta, pero no va de valiente”. Aunque sí al ataque.


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