El miedo es libre

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Una enfermera prepara una dosis de la vacuna de Astrazeneca, en Dublín (Irlanda).
Una enfermera prepara una dosis de la vacuna de Astrazeneca, en Dublín (Irlanda).CLODAGH KILCOYNE / Reuters

Gran expectación había ayer, miércoles, por conocer las conclusiones de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) sobre la vacuna de AstraZeneca. Solo eso, con independencia del contenido del informe, es en sí mismo una novedad. La mayoría de la población europea nunca había estado tan pendiente de un organismo científico al que todos ellos financian, pero del que pocos tenían la menor noticia.

Nada de esto es una invención de los medios. Es probable que el lector conozca a personas de su círculo que están genuinamente preocupadas por si les toca AstraZeneca en lugar de Pfizer o Moderna. Saben que la razón les dice que se la pinchen, pero también que el estómago las empuja en sentido contrario. Bien, pues la EMA ya se ha pronunciado sobre AstraZeneca. Es la quinta vez que lo hace.

La principal novedad respecto a los informes anteriores es que la EMA reconoce “posibles vínculos” entre esta vacuna y los infrecuentes trombos que se han detectado en la población inyectada con ella. No es que eso sea mucho decir, pero bastará para que el prospecto de AstraZeneca incorpore los coágulos sanguíneos como “efectos secundarios muy raros”. Y son raros en verdad: un trombo por cada 100.000 vacunados, o un 0,001%, cuando la letalidad del virus ronda el 1%, o mil veces más.

Pero eso son argumentos para la razón, no para el estómago. Mucha gente se quedará con lo de “posibles vínculos”, o incluso con “vínculos”, a secas, y no pasará de leer esa línea. Es lo que ocurre con los carteles de cine, que ponen “irrepetible” donde el crítico había dicho “un aburrimiento irrepetible”. Vivimos en tiempos de mensajes cortos y doctrinas de poco seso y mucho decibelio. No es el entorno más permeable a la razón que cabe imaginar, pero, en fin, es el material humano con el que contamos. Si se trata de dar un mensaje breve, ninguno mejor que este: vacúnense.

Empezaremos a oír otra vez la murga de que los científicos cambian de opinión cada miércoles, lo que les hace poco fiables a los ojos de muchos ciudadanos. Pero los científicos no cambian de opinión, sino que reciben datos nuevos que deben interpretar y actualizar de continuo. La EMA nunca ha recomendado suspender la vacunación con AstraZeneca y sigue sin hacerlo. Los que han cambiado de opinión son unos cuantos gobiernos europeos y comunidades autónomas españolas, como la de Castilla y León, que se inventó el otro día una nueva formulación ingeniosa del socorrido y mal llamado principio de precaución. ¿Realmente cree el consejero de Salud castellanoleonés que él es más inteligente que todo el talento científico que representa la EMA? Esperemos que reinicie la vacunación con AstraZeneca ahora, ya que nunca debió suspenderla.

La cuestión de AstraZeneca se parece cada vez más a uno de esos experimentos mentales que nos proponen los filósofos morales y los psicólogos. Vas cuesta abajo con tu furgoneta, se te estropean los frenos y tus únicas dos opciones son atropellar a un niño o a 20 viejos que se acaban de bajar del autobús del Imserso. Con solo un segundo para elegir, ¿qué haces? Aplícalo a la vacuna: ¿salvas a uno o a mil?


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