El misterio de los mutiladores de caballos en Francia

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Para el diario Libération, podría ser el guion de una novela negra. Pero de ficción no tiene nada. Desde hace varios meses, en toda Francia han aparecido caballos muertos y brutalmente mutilados. En los últimos días, los casos se han multiplicado. Hay varias investigaciones abiertas, pero hasta ahora no se ha hallado ni al asesino (o asesinos) ni pistas sobre el motivo de estos salvajes actos, que se sospecha podrían tener algo de ritual. Las autoridades de varias regiones han llamado a los dueños de caballos a permanecer especialmente vigilantes, en un caso que ya ha alcanzado notoriedad nacional.
Aunque ya había cumplido 24 años, para Christina Calet su yegua Aïda era su “bebé”. El 14 de agosto, esta joven residente en Thoiria, en el departamento oriental de Jura, halló a su caballo muerto, “salvajemente mutilado”, escribió en su página de Facebook. El cuerpo de Aïda había sido abandonado en un prado y le habían arrancado un ojo. Una autopsia constató que el animal había sido aturdido antes de morir y que sus matarifes le habían arrancado también un exotosis o sobrehueso, una formación ósea que a veces se desarrolla en las patas de estos animales. “¿Quién le haría eso a un animal? ¡Tened cuidado! No es la primera vez ni será la última”, avisó a sus contactos en la red social. 
Bien lo saben los agentes ante los que presentó una denuncia, que lidian con varios casos similares. De hecho, la gendarmería de Jura hizo esta semana un “llamamiento a la vigilancia” a todos los propietarios de caballos y criadores de este departamento oriental francés para que les avisen ante cualquier “individuo o comportamiento sospechoso cerca de los pastos”, en vista del aumento de “agresiones letales a caballos” en la zona. Asimismo, aseguró que se toma “muy en serio” las denuncias recibidas, que hay abierta una investigación judicial —en el caso de Aïda por “abusos graves o actos de crueldad contra un animal doméstico o cautivo”, según la emisora France Bleu— y que están “haciendo todo lo posible por identificar al autor o autores” de estas matanzas.
Aunque la Oficina central de lucha contra los ataques al medioambiente y a la salud pública está apoyando las pesquisas de las diferentes brigadas policiales, todavía no hay un sospechoso identificado. Y mientras, las salvajes agresiones continúan.
Aún no está claro si Aïda fue víctima de la misma persona —o personas— que han provocado graves mutilaciones a caballos en las últimas semanas, pero las coincidencias empiezan a ser demasiadas. Unos días antes, el 8 de agosto, en Cluny, a solo 200 kilómetros de donde fue hallada muerta la yegua, una potranca de 18 meses también apareció horriblemente mutilada. Alguien le había clavado un cuchillo en el corazón y le había arrancado un ojo, una oreja y todo el aparato genital. 
Que su caballo llevara muerto tres días no fue consuelo alguno cuando, este lunes, su dueño se lo encontró mutilado en el prado en Sainte-Colombe-sur-Gand, al este de Lyon. También a este animal le habían cortado una oreja, quitado un ojo y, en este caso, rajado la nariz.
“Los gendarmes han vinculado este caso con una quincena más de misteriosos actos de tortura y mutilaciones de caballos vivos en toda Francia en las últimas semanas”, dijo la fiscalía de Roanne a la Agencia France Presse.
Según la prensa francesa, estos actos comenzaron en febrero, pero durante el verano se han multiplicado y se producen por toda Francia.
En total, actualmente hay diez investigaciones abiertas por las muertes y mutilaciones sufridas por diez animales: siete caballos, dos ponis y un asno. Todos presentaban características comunes: matados con un arma blanca, mutilados y con una oreja cortada. “Pero hay más casos si excluimos uno de esos tres criterios”, dijeron fuentes de la Dirección General de la Gendarmería a la cadena France 3.
“No comprendemos estos actos de barbarie. Es una locura, puede que sean desafíos lanzados por las redes sociales, pero es repugnante”, lamentaba esta semana en esa emisora un criador de la región parisina que no quiso dar su nombre. Algunos medios hablan de posibles ritos satánicos o religiosos. O de una “banda de asesinos de caballos”, como aventuran algunos periódicos regionales. Puede también que se trate de “la pulsión de un individuo”, advertía a finales de junio Bruno Wallart, comandante de la gendarmería de Riom, en el centro del país, que también lidia con este rompecabezas macabro. En cualquier caso, aseguró, se están siguiendo todas las pistas. Aunque sin resultados por ahora.


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