El navegante que duerme como Leonardo Da Vinci

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“Ayer mi marido llegó de Asunción, Paraguay, y hoy me toca a mí. En pocas horas me voy a Buenos Aires”. Desde que se conocieron, todo en la vida de María Rey y Carlos Verde está influido por el ritmo que marca un avión. Ambos son sobrecargos aéreos y viajan varias veces al mes al hemisferio sur, vuelos largos en los que cambian de huso horario y hasta de estación.“Yo soy muy ceremoniosa con el sueño: necesito oscuridad, haber hecho deporte, no tener una pantalla delante. Carlos en cambio se conecta y se desconecta con suma facilidad”, cuenta Rey, que detalla cómo ambos han aprendido a cuidarse para que el jet-lag no haga mella en sus vidas. Para que no influya negativamente en su día a día, en el de sus dos hijas y hasta en el de su perro Pirata, antes de uno de esos viajes acostumbran a salir a correr, nadar y dormir una siesta previa a la hora de embarque. Después, en destino, salvo que la estancia supere los cinco días, mantienen rutinas y horarios españoles. “A veces es complicado. Recuerdo por ejemplo viajar del invierno de Madrid al verano de Sao Paulo. Cuando iba a acostarme hacía calor y mucha luz, pero los auxiliares de vuelo tenemos trucos para todo”.En el jardín de su casa de Guadalajara, cuando nació Lola hace cuatro años, decidieron construir un cuarto aparte. En él, según aterrizan de una de sus travesías, descansan sin ruidos ni molestias para recargar pilas antes de que las niñas lleguen del cole.Cuando el descanso es un sueño es una serie de ocho capítulos de EL PAÍS en colaboración con Ikea dedicada a indagar en las rutinas de descanso de algunas personas que, por aquello a lo que se dedican o debido a circunstancias externas, han aprendido a dormir en condiciones anómalas para la mayoría y han triunfado. ¿Cómo duerme un alpinista que asciende una pared vertical?, ¿y un regatista que da la vuelta al mundo en solitario? ¿Cómo superar la claustrofobia que produce dormir en una cueva? Descúbrelo en próximos episodios.


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