El padre de una víctima de un tiroteo interrumpe a un Biden en sus horas más bajas

El padre de una víctima de un tiroteo interrumpe a un Biden en sus horas más bajas

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Lo que debía ser un acto para celebrar “el logro histórico” de la aprobación de una tímida legislación sobre el control de armas en Estados Unidos, se convirtió en otra prueba de que Joe Biden es, más que nunca, un presidente en apuros. Manuel Oliver, padre de un muchacho de 17 años que perdió la vida en el tiroteo masivo de 2018 en el instituto de Parkland, Florida, interrumpió el discurso que Biden estaba dando este lunes en el jardín meridional de la Casa Blanca, ante una audiencia que incluía a congresistas de ambos partidos y familiares y supervivientes de otras célebres tragedias, de Columbine a Colorado, y de Virginia Tech a Búffalo o, la última, la matanza en el desfile del 4 de julio en Highland Park, Illinois.

Joe Biden, este lunes en la Casa Blanca.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

“[Este acto] significa mucho. Es una prueba de que, a pesar de los detractores, somos capaces de lograr avances en la violencia armada”, estaba diciendo Biden cuando Oliver, vestido con una camiseta en memoria de su hijo, Joaquín, en la que se podía leer “Exigimos justicia”, ha gritado: “¡Tenemos que hacer más que eso!”. Entonces, Biden, visiblemente enojado, ha pedido al tipo que se callara, y que lo dejara terminar, a lo que ha seguido un confuso intercambio en el que básicamente Oliver ha expresado su cansancio y desesperación por el hecho de que cuatro años y medio después de su íntima tragedia “poco o nada haya cambiado” y ha exigido entre aplausos de los asistentes la creación de “una oficina en la Casa Blanca” para gestionar la epidemia de violencia. Después, lo han escoltado a la salida. Después, Biden ha seguido a lo suyo, leyendo su texto: “No se equivoquen al respecto: esta legislación es un progreso real, pero se debe hacer más. Va a salvar vidas. Y es una prueba de que es posible sumar ambos partidos para las cosas importantes, incluso en un tema tan difícil como las armas”.

El episodio se ha antojado la escenificación perfecta del momento en el que se encuentra el presidente, acosado por las críticas, propias y ajenas, por una falta de liderazgo decidido desde la Casa Blanca en algunos de los temas más urgentes de la agenda progresista, como la protección del voto de las minorías, la lucha contra el cambio climático, el control de armas (donde, pese a todo, los demócratas han arrancado lo impensable: el voto de 13 republicanos) o el aborto. Este último es uno de los casos más desconcertantes: ha pillado a su Administración con el pie cambiado, pese a que se sabía hace meses que la sentencia del Tribunal Supremo que ha derogado su protección constitucional estaba por llegar y cuál sería su contenido. La tímida reacción llegó el viernes con un decreto para proteger la salud reproductiva de las mujeres a todas luces insuficiente para solucionar una crisis que ha dividido aún más al país.

Manuel Oliver sale escoltado de la Casa Blanca, tras interrumpir a Biden este lunes.JEFF MASON (REUTERS)

“Nuestros corazones están con Manuel Oliver, que ha sufrido una pérdida muy, muy profunda”, dijo por la tarde la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, en su conferencia de prensa diaria. Jean-Pierre desveló que Oliver se había visto con Biden este año, y añadió: “Estamos de acuerdo con él. Necesitamos hacer más.”

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Este lunes también se ha publicado una encuesta conjunta de The New York Times y el Siena College que dice que un 64% de los votantes demócratas no quieren que Biden sea el candidato a las presidenciales de 2024 (frente a un 26% que sí, y un 10% que no sabe o no contesta), por más que este se empeñe en asegurar que sus planes siguen intactos (y los de su vicepresidenta de acompañarlo en la papeleta, también, según aclaró en una entrevista emitida durante el fin de semana). “Las preocupaciones generalizadas sobre la economía y la inflación han ayudado a oscurecer el estado de ánimo nacional, tanto sobre Biden como sobre la dirección que lleva el país”, explica el Times en el análisis que acompaña el sondeo. “Más de las tres cuartas partes de los votantes registrados ven a Estados Unidos yendo en la dirección equivocada, un sentido generalizado de pesimismo que se extiende por todos los rincones del país, cada rango de edad y grupo racial, por las ciudades, los suburbios y por las áreas rurales”.

Los datos de la encuesta son especialmente preocupantes para el presidente entre los votantes menores de 30 años: el 94% preferiría que el partido presentara otro candidato, más joven, para 2024. Sería fácil: con 79 años, Biden fue el presidente de más edad en tomar posesión del cargo en la historia de Estados Unidos. En la lista, lo sigue Donald Trump, de momento, su más probable adversario en la próxima carrera hacia la Casa Blanca. Hay otra cifra en la que los dos contrincantes comparten el podio: ambos llegaron al primer año y medio de su mandato con los peores índices de aprobación desde que hay registro. En el caso del actual presidente, están estancados en torno al 40% desde el otoño pasado. La edad es la razón más aducida por los encuestados (33%) para desear un reemplazo (seguida por el desempeño en su trabajo, con un 32%).

La primera consecuencia de todo ello se espera en las elecciones legislativas de medio mandato, convocadas en noviembre, en la que está el juego el control del Senado y de un tercio de los asientos de la Cámara de Representantes. Los demócratas se están preparando para un sonado batacazo que implicaría que la era Biden, sin control de su partido sobre el poder legislativo, quedará poco menos que amortizada.

La encuesta de The New York Times se hizo durante la semana pasada, un momento en el que los medios progresistas parecen haber aparcado al unísono las reservas de hablar abiertamente de los problemas de Biden para ejercer el cargo y para ser reelegido. Para la prensa conservadora hace tiempo que es todo un deporte ridiculizar los lapsos del presidente en público. Tropiezos como el que sufrió la semana pasada, cuando pareció leer de la pantalla en la que le proyectan los discursos una indicación para que repitiera una frase, que no estaba escrita para ser leída.

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