El partido más incómodo


Más o menos como se sintieron ayer los jugadores de la Real debieron sentirse los futbolistas de los tres equipos a los que los txuri urdin habían devorado previamente en la Liga. Los realistas fueron víctimas de un grupo de futbolistas desbocados, hambrientos, que acudían con los ojos inyectados en sangre a por cada balón y que, a base de ímpetu, energía y talento terminaron por despojarles a los de Imanol de los rasgos que les habían convertido en el equipo de moda durante la última semana y media.



Los blanquiazules se vieron obligados a jugar el partido que más detestan, en el que menos competitivos son y prácticamente no tuvieron opción de llevárselo. Pese a ello, supieron mantenerse en pie, supieron sufrir. No fueron para nada el desastre de Bilbao, pero en esta ocasión se encontraron con un equipo superior que no les dejó vivir y que convirtió el encuentro en un Vía Crucis.

La Real quiso ir a buscar arriba al Sevilla pero, salvo en la gran jugada del 0-1, casi nunca robó en campo contrario porque prácticamente no lo pisó. Y despojada de su bien más preciado, el balón, los artistas realistas son como un violinista sin violín. Odegaard apenas pudo relacionarse con el esférico, el partido desbordó a David
Zurutuza y, a partir de ahí, los guipuzcoanos no fueron capaces de hacerse con la manija y de tomar oxígeno en la tórrida noche sevillana.

Sufrimiento lateral

El Sevilla hacía daño moviendo el balón de un lado a otro y provocó que viéramos una versión desconocida hasta ahora de Monreal, que sufrió lo suyo con Ocampos aunque, probablemente, menos que Zaldua por su costado. Claro que el navarro tenía más ayuda de su compañero de banda.

Imanol
Alguacil comparaba en la víspera el partido con el de Bilbao por las características del Sevilla y, sin hacer un partido tan malo como en San Mamés, los guipuzcoanos fueron más dominados, más minimizados y Moyá tuvo que intervenir bastante más.

Como sucediera en Bilbao, la Real no fue capaz de sobreponerse a un equipo que le fue a buscar arriba, que le llevó al límite en cada acción y que tiró de agresividad para hacerle retroceder metro a metro en el terreno de juego.

Pero también cabe resaltar que los guipuzcoanos perdieron de otra manera. Mostraron una mayor capacidad de sufrimiento, estuvieron en pie hasta el final y ante la asfixiante presión alta del Sevilla no siempre optaron por sacar en corto, lo que minimizó mucho los riesgos.

Tras haber mostrado su mejor cara durante dos semanas prácticamente perfectas, la Real demostró en el Sánchez Pizjuán que aún le queda camino por recorrer para desenvolverse igual de bien en este tipo de escenarios, pero ha avanzado con respecto a San Mamés.

No todos los días se encontrará rivales como el Sevilla y tras seis jornadas es quinta.


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