El pelotazo les daba para un Bugatti Divo


Es como el cuento de la cigarra y la hormiga. Un aristócrata y un amigo del aristócrata se llevan una comisión de casi seis millones de euros en un contrato público de material sanitario en lo más catastrófico de la pandemia en Madrid. El amigo se pule su parte, que era la mayor, en un piso de lujo, tres relojes Rolex y, sobre todo, coches deportivos. Muchos: 12. Con nombres como Ferrari 812 Superfast, Aston Martin DBS Superleggera o Lamborghini Huracán Evo Spider. Dos millones de euros en automóviles. El aristócrata, será por clase, solo se compra (¿solo?) un yate: un Eagle 44, registrado en Gibraltar, que solo le cuesta (¿solo?) 325.515 euros. Y, mucho más previsor, invierte otros 400.000 en bonos.

Algunos hombres —suelen ser hombres y peinar canas— se vuelven locos por los coches deportivos. El canal Odisea emitió la serie británica Supercoches (Secrets of the Supercars). Diez capítulos que nos presentan esas joyas de la ingeniería montadas en fábricas que no parecen fábricas, porque todo se hace de forma muy artesanal por marcas como las de la lista del amigo u otras como Pagani, Koenigsegg y Bentley.

Tras conocer a los creadores de los bólidos, la piloto de rallies Catie Munnings los pone a prueba en pistas de aeropuerto y parece que vayan a salir volando. El modelo más caro que sale en la primera temporada es el Bugatti Divo, que tiene 1.500 caballos, del que solo existen 40 unidades y que vale cinco millones de euros. A eso solo llegaba la comisión de las mascarillas si hubieran renunciado a todo lo demás: el yate, el piso, los Rolex…

No es fácil convertirte en un rico súbito. Si te gastas un pelotazo en 12 coches deportivos, ¿dónde los metes? Y, sobre todo, ¿cómo pagas todo lo que consumen, sus seguros, su mantenimiento? Exacto: con el siguiente pelotazo. Si no te pilla la Fiscalía.

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