Cuando el presidente Joe Biden empezaba a remontar la crisis provocada por la caótica retirada de Afganistán, el Pentágono ha admitido este viernes el “trágico error” de un ataque con dron que mató a diez civiles en Kabul, en el tramo final del colosal puente aéreo que sacó a miles de personas del país centroasiático. Washington reconoce que malinterpretó la información sobre un vehículo civil que tomó por “amenaza inminente” del Estado Islámico-K (ISIS-K), el grupo terrorista que tres días antes había atentado en el aeropuerto de Kabul, matando a 200 personas, entre ellas 13 soldados estadounidenses. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, ha reconocido la dramática equivocación. “Nos disculpamos y nos esforzaremos por aprender de este horrible error”, dijo.
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En represalia por el sangriento atentado, y ante el temor de nuevas amenazas “creíbles e inminentes”, como se encargaron de repetir durante días la Casa Blanca y el Pentágono, un dron bombardeó una furgoneta en el patio de una casa familiar en un barrio cercano al aeropuerto. Murieron diez personas, incluidos siete menores, así como el supuesto sospechoso, Zemari Ahmadi, un padre de familia que colaboraba con una ONG estadounidense en el reparto de comida a refugiados en torno a Kabul y que acababa de aparcar el vehículo, una furgoneta con la caja descubierta, tras volver del trabajo. Así lo contaron varios medios internacionales, después de entrevistar a supervivientes del bombardeo y familiares de las víctimas. El Pentágono aseguró entonces que el suceso estaba siendo investigado.
Ante el silencio de Washington, que se prolongó durante casi dos semanas, el diario The New York Times publicó recientemente una demostración, basándose en fotografías e imágenes por satélite, de que las víctimas habían sido miembros de una familia y no el supuesto vehículo pilotado por terroristas del ISIS-K y cargado de explosivos que, teóricamente, se dirigía al aeropuerto con intención de atentar de nuevo. El pánico desatado por el ataque suicida del día 26, y las dificultades del operativo de evacuación -que sacó a 124.000 personas de Kabul en apenas dos semanas-, no contribuyeron a aclarar lo sucedido; al contrario, elevaron la alerta de seguridad hasta un nivel cercano a la psicosis.
“Ahora estoy convencido de que diez civiles, incluidos siete menores, murieron como consecuencia de este ataque”, ha dicho este viernes el general Frank McKenzie, jefe del Comando Central (CENTCOM), a quien correspondió la investigación. “Es más, comprobamos que es poco probable que el vehículo y los que murieron tuvieran vínculos con ISIS-K o representaran una amenaza directa para las fuerzas estadounidenses. Por eso nuestra investigación concluye que el ataque fue un trágico error”, dijo McKenzie a los periodistas.
El militar, que se declaró “responsable último del ataque y su trágico resultado”, transmitió sus condolencias a los familiares de las víctimas. “Este ataque se decidió con la convicción de que evitaría una amenaza inminente para nuestras fuerzas en las tareas de evacuación del aeropuerto, pero fue un error y ofrezco mis más sinceras disculpas”.
El secretario de Defensa también dio explicaciones. “En nombre del Departamento de Defensa, ofrezco mis más profundas condolencias a las familias de quienes fueron asesinados, incluido el señor Ahmadi y el personal de Nutrición y Educación Internacional, compañía [ONG] del señor Ahmadi”, cuyas actividades eran completamente “inofensivas”, confirmó Austin. “El señor Ahmadi es sólo una víctima inocente como lo fueron los demás que murieron trágicamente en este incidente”.
El ataque de la barriada de Kabul fue la segunda operación de castigo lanzada por EE UU después de sufrir las 13 bajas mortales en el atentado del aeropuerto. Dos días antes de que el dron acabase con los diez civiles, miembros de la misma familia, otro ataque semejante neutralizó una base de operaciones del ISIS-K en la frontera afgana con Irán, matando a dos milicianos e hiriendo a uno.
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