El pórtico zamorano al que le sacaron los colores

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La colegiata de Toro es uno de los más deliciosos ejemplos de transición entre el románico y el gótico. La joya de cualquier visita a la capital del vino zamorano. Tuvo muchas fases y arquitectos, pero lo que parece claro es que quien diseñó su planta tomó como modelo la catedral de Zamora. El cimborrio, la cúpula-torre que cubre el crucero, recuerda también a ella. El maestro debía conocer asimismo la catedral Vieja de Salamanca, de la que copió los pilares de tipo cisterciense.

Pero más allá de doctas consideraciones técnicas, al viajero moderno lo que más le impacta de este templo toresano es su enorme volumen y su emplazamiento. En el borde meridional de la plataforma rocosa sobre la que se asienta la ciudad, a más de 100 metros de altura sobre las llanuras zamoranas y el meandro del río Duero, la colegiata luce más imponente todavía. Un balcón soberbio para una obra de líneas delicadas cuya primera piedra se puso hacia 1170, reinando Fernando II de León, y que se terminó en un tiempo diríamos que de récord para este tipo de obras: apenas un siglo.

El autor del blog delante de la portada de la Majestad de la colegiata de Toro, en Zamora.
El autor del blog delante de la portada de la Majestad de la colegiata de Toro, en Zamora.

Del interior de la colegiata de Toro destacan muchas cosas, pero estoy seguro de que cuando la visite le dejará impactado algo que a mí me dejó también: la portada de la Majestad.

Vayamos por partes: la puerta occidental de la colegiata de Toro se empezó a construir a finales del siglo XIII en estilo románico y se terminó en el gótico. Fue concebida como un gran grupo escultórico en el que se explica la vida de la Virgen y el Juicio final. Entre toda esa iconografía de ángeles, obispos, abades, vírgenes, santos, cristos y escenas bíblicas destaca un conjunto de 18 músicos, cada uno con un instrumento de la época.

Detalle de la portada de la Majestad.
Detalle de la portada de la Majestad.

La portada es una fascinante ventana al pasado frente a la que podrías pasar horas observando cada detalle. No hay un centímetro cuadrado que no cuente algo. Pero es que, además, las circunstancias históricas le dieron un valor añadido. Hacia 1340, el cabildo heredó unas viviendas viejas que había junto a la fachada occidental de la colegiata. Las demolió y con el paso del tiempo en aquel espacio se terminó por hacer una capilla pegada a esa fachada. Gracias a esto, la puerta de entrada —es decir, el pórtico de la Majestad que estaba a la intemperie quedó como un elemento más del interior. De hecho, durante siglos se usó como retablo de esa nueva capilla, dedicada a santo Tomás.

Al quedar libre de las inclemencias meteorológicas, la policromía original románico-gótica que decoraba el conjunto, más las sucesivas repintadas que sufrió a lo largo de los siglos, se conservó en bastante buen estado. La restauración llevada a cabo entre 1987 y 1996 logró devolver el esplendor a esos colores originales del pórtico.

El resultado: cuando lo vea quedará fascinado. Y entenderá que aquellas iglesias medievales no eran lugares de piedra desnuda y fría, como ahora los conocemos. Eran recintos llenos de color y vida en los que los canteros creaban libros tallados y pintados con los que explicar al pueblo analfabeto los misterios de la teología.

El cimborrio es un elemento muy característico de los templos románicos del antiguo reino de León.
El cimborrio es un elemento muy característico de los templos románicos del antiguo reino de León.

Solo por admirar ese pórtico de la Majestad merecería la pena una visita a Toro. Aunque hay más excusas, y no necesariamente tan celestiales. Por ejemplo, para comer. Dese un capricho en plan tapeo selecto, con fusión de cocina zamorana y asturiana, en La esquina de Colas, un bar sencillo en la mejor esquina de la plaza Mayor y con la carta de vinos por copas más surtida que he visto en mi vida. No olvide visitar alguna de las 70 bodegas de la DO Toro (Bodegas Fariñas fue una de las que más me gustó). Y para dormir, otro lugar de capricho: el castillo de Monte la Reina, un palacete neoclásico sobre un otero a unos 10 minutos de Toro por la carretera de Zamora, con ocho habitaciones exquisitas y una bodega anexa para dar rienda suelta al enoturismo.

Le quedará un fin de semana redondo, se lo aseguro.




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