El público vuelve con polémica al fútbol inglés


Volvió el público al fútbol inglés y lo que parecía el principio del retorno a la normalidad resultó en una posible adulteración de los torneos.

El final del confinamiento, el pasado día 3, dio paso a un nuevo orden. El Gobierno de Boris Johnson impuso un sistema de tres niveles de restricciones sociales para contener los contagios por Covid-19. En la zona uno, la más liberada, no existen clubes profesionales. En la zona que delimita el nivel tres, el de máximo control, se encuentran diez clubes de Premier que deben mantener la puerta cerrada. Aston Villa, Burnley, Leeds, Leicester, Manchester City, Manchester United, Newcastle, Sheffield, West Brom y Wolves no pueden acoger público en sus campos. En la zona dos, Arsenal, Brighton, Chelsea, Crystal Palace, Everton, Fulham, Liverpool, Southampton, Tottenham, West Ham están autorizados a ingresar hasta 2.000 personas por partido.

El técnico del Leeds, Marcelo Bielsa, lamentó lo que considera una ruptura de la igualdad en las condiciones, principio legitimador de cualquier competición. “La presencia de público tiene un efecto en los resultados”, dijo Bielsa. “Lo que la organización nos dice [con esta medida] es que la gente que vive en áreas de mayor riesgo será penalizada. Los aficionados no deberían tener permitido entrar hasta que todos puedan hacerlo”.

El Burnley tuvo que jugar a puerta cerrada contra el Everton, este sábado al mediodía (1-1). Le siguió el City, que tampoco pudo abrir las puertas del Etihad para recibir al Fulham (2-0). Los hinchas locales solo pudieron animar al West Ham, que recibió al United; y al Chelsea, que fue el anfitrión del Leeds en Stamford Bridge.

Los dos mil aficionados están autorizados a acudir hasta en grupos de seis siempre que pertenezcan a la burbuja de convivientes, en cuyo caso podrían sentarse en asientos contiguos. Cada club determina su política de selección. La mayoría se inclina por el sorteo entre sus abonados de temporada. El West Ham les reservó las gradas laterales del Estadio Olímpico. El West Ham – United fue el primer encuentro con hinchas en la Premier desde el 9 de marzo. La imagen que proyectaron, desperdigados y escasos, contribuyó poco a calentar el ambiente. Sus cánticos apenas resonaron en el círculo de hormigón y plástico. Notoriamente, la hinchada alcanzó su punto de mayor comunión cuando David Moyes, el técnico, sustituyó a Bowen para meter a Lanzini. El público abucheó a Moyes con fervor. Perdió el West Ham (1-3) después de un prolongado intercambio de golpes.

“Ha sido extraño no tener aficionados durante nueve meses”, reflexionó Moyes; “¡pero quizás sea más extraño todavía que entren solo 2.000 en un estadio con capacidad para 60.000!″.

Más festiva que en el East End fue la atmósfera en Stamford Bridge. El estadio del Chelsea, por su diseño recogido, dio la impresión de concentrar más público. Los hinchas, a veces apelotonados en manifiesta vulneración del protocolo sanitario, formaron coros estruendosos. Se hicieron sentir en cada embate del equipo de Lampard, gritaron contra Luke Ayling, y celebraron a lo grande las acciones de Werner y Mount, y los goles de Zouma, Giroud y Pulisic camino del 3-1. La victoria colocó al Chelsea como líder solitario con 21 puntos, uno más que el Tottenham y el Liverpool, que tienen un partido menos.

Los dirigentes de las categorías inferiores se quejan de que, desde un punto de vista puramente económico, esta fórmula les supone un gasto más que un beneficio. Ian Mather, CEO del Cambridge, de Tercera, señala que no le compensa contratar 21 azafatos y baños públicos portátiles para aumentar la seguridad de 2.000 clientes. “Perderemos dinero”, lamentó en The Athletic.

Sufre el Mönchengladbach

El Borussia Mönchengladbach, líder del Grupo B de la Champions, es un equipo que sufre para colocarse entre los mejores de la Bundesliga. Transitaba en séptima posición y su paso por Friburgo, este sábado, no invitó a pensar en mejores merecimientos. El conjunto que el Real Madrid debe vencer el próximo miércoles en Valdebebas para clasificarse para octavos tuvo dificultades cada vez que intentó generar situaciones claras ante un adversario que solo se caracteriza por su disciplina y generosidad.

Lastrado por las bajas de dos defensas de gran peso en su plantilla —Bensebaini y Elvedi—, el Mönchengladbach se mostró vulnerable en su área. La ventaja que le proporcionaron las decisiones rápidas de Stindl y los movimientos de Pléa, fabricantes de la ocasión que remató Embolo (0-1), se diluyó en un córner antes del descanso. Los equipos acababan de regresar de los camerinos cuando Laimer zancadilleó a Hofler sin quererlo. El penalti sirvió al Friburgo para adelantarse (2-1) y resistir a base de escaramuzas. Un remate desde fuera del área de Pléa volvió a emparejar el partido (2-2). Resultó el tanto definitivo. El despliegue incansable, la abnegación, el orden para presionar y el oficio de hombres como Neuhaus, Stindl o Ginter, no fueron suficiente para desequilibrar a sus esforzados adversarios.


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