El Real Madrid supera con solvencia al Panathinaikos y se hace fuerte en el Palacio


El Real Madrid superó al Panathinaikos (88-65) y a su propia fatiga y se adjudicó el segundo triunfo continental en 72 horas, el tercero en cuatro jornadas de la Euroliga. Los de Laso esprintaron en la presentación, apretaron los dientes para salvar un nudo espeso, y tiraron de oficio para gestionar un desenlace feliz. La solidez de la terna interior Tavares-Yabusele-Poirier, la puntería inicial de Abalde y la competitividad resabiada de Llull y Rudy se impusieron a un rival despersonalizado que nunca se creyó con opciones. Los blancos controlaron esta vez la sístole y diástole del marcador y, después de hacer una hucha de 17 puntos al comienzo para vivir tranquilos, alcanzaron los 27 de ventaja (88-61) cuando los griegos bajaron los brazos en el tramo final. El Madrid se hace fuerte en el Palacio sobreponiéndose a sus altibajos con compostura y constancia.

Laso explicó tras la victoria ante el Mónaco que, a comienzos de temporada y más aún en las semanas “traicioneras” de doble jornada, a falta de consistencia pide a los suyos afilar la concentración. Y, como el miércoles ante los franceses, el Madrid salió aplicado e intenso, con el propósito de coger carrerilla en el primer cuarto para escapar de los posibles atolladeros que escondiera la noche. La productiva percusión de Yabusele (8 puntos y 3 rebotes en ese tramo), la afinación de Abalde (12 puntos, con 3 de 3 en triples), la solidaridad gremial (7 asistencias), y el bingo sobre la bocina de Llull, permitieron a los blancos llenar el petate en un santiamén (30-18, m. 10). El Panathinaikos, timorato en ataque y endeble en defensa, apenas presentó como argumento la brega de Papagiannis y los fogonazos de Perry. Poca respuesta para un Madrid firme y optimista, que en su sprint alcanzó los 17 de ventaja (35-18, m. 14).

Sin embargo, la colección de pérdidas de balón de los blancos (9 en la primera mitad) distrajo momentáneamente su fluidez en ataque y rebajó su dominio en el juego y el marcador. El chaparrón de canastas del primer cuarto devino en una sequía anotadora que dejó los guarismos del segundo acto en un enclenque 12-12. El ataque del Madrid evidenció desajustes e inconsistencia, pero la defensa mantuvo el tipo y la concentración. La retaguardia como cimiento del refugio (42-30, m. 20). Los de Laso solo anotaron tres canastas en juego en el segundo cuarto (un triple de Taylor, otro de Heurtel y dos puntos más de Abalde). “Empezamos bien, alcanzamos una buena ventaja, pero después nos hemos parado”, resumió Laso. “Tenemos que volver a crecer controlando el rebote y el ritmo del partido, y pasando mejor la pelota”, subrayó el entrenador madridista en el entreacto. Su equipo cumplió el plan con solvencia.

Durante unos instantes, el propósito de enmienda de Panathinaikos pesó más que los ajustes madridistas. Tavares cometió la tercera falta y el cuadro griego, con una notable mejoría en su implicación defensiva, recortó distancias con Macon al frente (47-39, m. 25). Hasta que Yabusele despertó a los suyos con un mate revitalizante ante White. Cuatro puntos del ala-pívot francés fueron, de nuevo, la espuela para el equipo de Laso. Acto seguido, Causeur y Poirier se sumaron al toque de corneta de su compatriota y el Madrid recuperó la renta y las sensaciones rumbo a la recta de meta (62-46, m. 29).

El Panathinaikos tardó un poco más en firmar la rendición anticipada, pero Tavares (17 puntos sin fallo, 9 rebotes y 31 de valoración), Yabusele y Poirier resultaron inabarcables para los verdes y la convicción del equipo de Priftis nunca alcanzó la determinación de Llull con el descabello. Un triple del menorquín desde ocho metros y dos más de Rudy terminaron de desmoralizar a los griegos. De ahí al final, el Madrid se dio un paseo.

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