A dos semanas del plebiscito por una nueva Constitución en Chile, en el país sucamericano existen dos consensos sobre lo que ocurrirá el 4 de septiembre y el día después. En primer lugar, que el proceso constituyente continuará. Aunque se apruebe la propuesta de la convención, el oficialismo de Gabriel Boric ya ha informado de los compromisos de reforma al texto. De ganar la opción de quienes rechazan, en tanto, buena parte de la derecha —a excepción del Partido Republicano de José Antonio Kast—, se ha abierto a una batería de modificaciones a la Carta Fundamental vigente de 1980, que fue redactada en la dictadura de Augusto Pinochet, aunque reformada en democracia. Existe, además, acuerdo sobre un segundo aspecto: el resultado del referéndum no sería tan amplio. Si en octubre del 2020 un 78% estuvo por cambiar la Constitución actual, la propuesta de la convención divide ahora a la ciudadanía.
La distancia entre ambas opciones del plebiscito sería de unos 10 puntos a favor de quienes rechazarán la propuesta de la convención chilena, según las encuestas. A dos semanas del referéndum ya existe prohibición de publicar nuevos estudios de opinión, pero las últimas conocidas muestran un 37% para la opción Apruebo y 47% para el Rechazo (Panel Ciudadano UDD), un 42% para el Apruebo y 58% para el Rechazo (Black&White), un 37% para el Apruebo y 46% para el Rechazo (Cadem) y un 32,9% para el Apruebo y 45,8% para el Rechazo (Pulso Ciudadano). Según el experto electoral de centroizquierda Pepe Auth, que ha informado hace unos días sus proyecciones, el Rechazo quedaría en un 53,6% y el Apruebo en un 46,4%. Es una diferencia que parece ajustada, pero que, en sus cálculos, no deja mucho margen para que se de vuelta el tablero. En un escenario de voto obligatorio, Auth proyecta la participación de 9,2 millones de personas, es decir, un 14% más que la votación de la segunda vuelta presidencial de diciembre pasado.
A diferencia de lo que ocurrió en el plebiscito de entrada en 2020, este referéndum dejaría insatisfecha a la mitad del país. El Gobierno de Boric, que todavía no cumple seis meses en el poder y que se ha desplegado por la opción de aprobar la propuesta, parece consciente de este escenario de división. “Me la voy a jugar por un Chile que se una por una nueva Constitución, gane el Apruebo o el Rechazo”, ha dicho el mandatario este sábado. En la misma línea, una de las principales voces del Apruebo, la centroizquierdista Carolina Tohá, en una entrevista este fin de semana analiza que “el camino que viene hacia adelante tiene que recoger a los derrotados de la noche del 4 de septiembre”.
Las campañas de uno y otro sector están en pleno desarrollo y en el debate público chileno no se habla prácticamente de otro asunto que no sea del plebiscito. Pero desde que la política ha comenzado a abrir caminos de reformas para después del plebiscito –parece un hecho que la discusión constituyente continuará tras el 4 de septiembre– el resultado se espera con menos dramatismo que hace algunos meses.
Este sábado, el ministro Giorgio Jackson, del primer anillo de Boric, se refirió a los pasos que se seguirán en el caso de rechazarse la propuesta de nueva Constitución. “Habrá que consensuar una fórmula con el Congreso Nacional, pero ya van quedando cada vez menos dudas de manera transversal de que esto tiene que ser una convocatoria a un nuevo proceso”, dijo Jackson, en referencia a que será el Parlamento el que deberá consensuar las reglas de la continuación del proceso constituyente. En cualquier caso, dijo el ministro, “tienen que ser personas dedicadas y electas para poder redactar una nueva propuesta en el caso que salga el Rechazo”. Sobre el caso de que se apruebe el texto de la convención constituyente, el ministro Jackson aseguró que trabajarán desde el Ejecutivo “para la implementación, los ajustes y las modificaciones que haya que hacer”.
Boric decidió apostar por la aprobación de la nueva Constitución. Era una jugada arriesgada, aunque inevitable, porque de rechazarse el texto el Gobierno queda en una situación política compleja y debe seguir gobernando más de tres años. Con ministros en una situación complicada, como el propio Jackson o la ministra del Interior, Izkia Siches, parece evidente que el presidente realizaría su primer cambio de Gabinete en breve, aunque muy posiblemente después del plebiscito. De concretarse, sería la derrota de una apuesta fundamental del mandatario: instalar a sus compañeros de ruta y de generación en el primer anillo de poder en La Moneda.
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