El ridículo de fardar de los méritos sexuales

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Hagamos resumen de lo que ha ocurrido en los últimos meses en relación con el sexo y nosotros. Se nos vino una pandemia encima y tuvimos que aprender a relacionarnos. El virus paralizó nuestra existencia que, tímidamente, empieza a reconstruirse. Volvimos a trabajar. Nuestros hijos, esperamos, se reincorporarán a las clases y nos relacionamos lo que podemos, sin besarnos y sin tocarnos. Eso es lo que debería suceder. Las recomendaciones sanitarias insisten en que no debemos tener contacto físico con nadie que no sea de nuestro entorno. Cuéntenme cómo gestionan esto con un verano de por medio; a los 25 me habría explotado la cabeza. Con 48 y pareja, me congratula estar en el grupo de los que se les espera que tengan más sexo. Pero a mí no dejan de llegarme relatos de amantes que, hasta pasando previa cuarentena, no han podido reprimir verse y echar un polvo. Eso los más cautos, que, confiemos, sean la mayoría.
Al fin y al cabo, somos el personaje de la obra de teatro que aceptamos interpretar. Si algo queremos es dejar buen recuerdo y con el sexo, más: “Nos gusta pasar a la historia como buenos amantes, nos gusta pasar al recuerdo de esa persona como una experiencia maravillosa con la que podrán fantasear durante años, cuenta Marta Ibáñez, psicosexóloga y terapeuta de parejas. Creemos que es algo que se graba en la memoria para siempre, mucho más que cualquier otra habilidad social o amorosa. Más que nuestro físico, incluso. A todos nos gusta formar parte de la memoria de alguien”.

El sexteo ha perfeccionado las relaciones amatorias. Mucho más con la covid-19. Sextear es un verbo que conjugamos a cualquier edad. Y al declinarlo, nos escapamos por los vericuetos más sibilinos. Lo hacemos en cuanto encontramos una app que nos lo permita. Hay más cuernos en un buenas noches, como dijo Manuel Jabois. “Con el sexo tecnológico es otra historia. Eso sí que pertenece, en principio, a la fantasía. Nos lo inventamos”, aclara Marta Ibáñez. “Podemos decir que sabemos de sexo. Y si decimos que somos buenos amantes, la otra persona va a entenderlo perfectamente, porque lo llevará a su propia realidad. Entenderá lo que quiere decir eso de “soy buen amante”. Sospecho que la red ha sido especialmente usada para este menester. Y, corroboro, ha dado lo mismo estar casada que soltera para haber recibido mensajes calientes desde que todo aconteciera. Ya veremos si, cuando podamos, perpetramos todo lo que hemos sexteado.
Aquí se nos tuerce un poco el argumento. Porque la delgada línea roja que separa un buen amante de un forocochero es muy liviana. Charlie Sheen alardeó de haber estado con 5.000 mujeres. Como si la cantidad fuera garantía de calidad. La mayoría de los que venden sus dotes amatorias son hombres. “Los que alardean de sus dotes sexuales son personas inseguras”, sentencia la psicoterapeuta. “Quizás sean buenos amantes, pero, la mayoría, alardea para tapar otras carencias. ¿Por qué me cuentas lo que sabes hacer? Ya lo veré, ¿no? ¿Qué es, exactamente, lo que quieres ocultarme?”. El narcisismo suele ser uno de las principales características de estas personas. En los 80, en Getafe, los conocíamos como pollamisil. De los que recuerdo de aquella época ninguno pasó a la historia amatoria de las mujeres que yo conozca. Como se entere Alejandro el del manta le da un soponcio. Con el interés que le puso a que contáramos los agujeros del techo de su coche…


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