El rompecabezas del desfile virtual llega a la moda masculina

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La dolce vita es más dolce y más vita en verano. Si a la ecuación añadimos sofisticados enclaves vacacionales del país transalpino –Capri, Amalfi, Portofino, Taormina, Venecia o Como–, quedan pocas dudas acerca del motivo por el que Dolce & Gabbana ha decidido que el título de su nueva colección de Alta Sartoria sea La Bella Italia. En una época en que la industria de la moda italiana revisa sus prioridades y afianza sus fundamentos, la firma milanesa acude a los orígenes mismos de la fascinación que emana de su país para llevar a cabo un ejercicio de virtuosismo técnico del que pocas firmas son capaces.
La colección, presentada de forma virtual a través de un portal dedicado y de las redes sociales –los desfiles físicos aún tendrán que esperar un poco más– alardea con conocimiento de causa de su mayor fortaleza: un nivel de lujo artesanal inaudito en la moda masculina. La Alta Sartoria, de hecho, es un concepto forjado por Dolce & Gabbana para hablar de un segmento de mercado sin precedentes, porque la alta costura –o la Alta Moda, en la terminología empleada por la firma– es terreno tradicionalmente femenino.

Una túnica con bordados de lúrex y pijama con estampado de cóctel pertenecientes a la colección Alta Sartoria de Dolce & Gabbana. Foto: Dolce & Gabbana

Alta Sartoria significa literalmente “alta sastrería”, pero tampoco lo que ofrecen estas colecciones puede limitarse acudiendo a los estándares de la sastrería tradicional, incluso de la más lujosa. Lo que hacen aquí los diseñadores italianos es practicar una sastrería masculina a medida que aplica las técnicas más refinadas, sofisticadas y –en el buen sentido– extravagantes de la alta costura. Hay bordados, encajes, brocados, estampados artesanales y materiales preciosos. Las formas son más o menos canónicas, con trajes desestructurados, esmóquines, caftanes y camisas, y la inclusión ocasional de pijamas, batas y blusas de seda. La imaginación llega con la iconografía astrológica de los bordados en túnicas y caftanes, pero también en las puntadas a mano que convierten un traje de raya diplomática en algo excepcional. Hay estampados florales y de copas de cóctel que remiten a los años cincuenta, igual que los cuellos generosos de las camisas.
Integradas –aquí la palabra “disimuladas” carece de sentido– entre estos diseños que solo se confeccionan a medida para un selectísimo grupo de clientes internacionales, hay piezas pertenecientes a la colección de Alta Gioelleria de la casa, relojes de inspiración barroca y lujosísimas joyas –broches, colgantes, anillos y sortijas– cuyo valor no se mide solo en kilates, sino en decenas de horas de trabajo artesanal. Es ahí donde se encuentra hoy el zeitgeist de una firma de moda que ya en su desfile de prêt à porter de enero se anticipó a la evolución actual del lujo con un alegato a favor de la artesanía local que, visto con la perspectiva de estos meses, resulta tan profética como los bordados zodiacales de la colección.
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