El sueño americano del barcelonés Álex Palou

Palou, en mayo pasado en las 500 Millas de Indianápolis.
Palou, en mayo pasado en las 500 Millas de Indianápolis.Darron Cummings / AP

La efervescente irrupción de Fernando Alonso masificó en España el interés por el Mundial de Fórmula 1, un campeonato que hasta (2004), cuando Telecinco adquirió los derechos de retransmisión, había ido saltando de televisión en televisión. La Alonsomanía, visualizada a partir de aquella marea azul nómada que teñía las laderas de la mayoría de circuitos europeos, dio paso a una avalancha de solicitudes de licencia de karting, de aquellas familias que creían tener al relevo del bicampeón asturiano. Cuando se cumplen 15 años del segundo título del español (2006), aquella fiebre por llegar a la F-1 no se ha desvanecido, por más que la mayoría de chavales tienen mucha más conciencia de la infinidad de elementos que deben alinearse para acabar subido a uno de los 20 monoplazas que conforman la parrilla del Mundial. Probablemente, uno de los testigos que mejor puede certificar la relevancia de esos condicionantes es Álex Palou (Sant Antoni de Vilamajor, Barcelona; 24 años), el piloto que este domingo (21.45 horas, Vamos) puede convertirse en el primer español campeón de la IndyCar.

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El catalán afronta en Long Beach (California) la última de las 16 carreras de un certamen que lidera con 35 puntos de ventaja sobre el mexicano Pato O’Ward, su principal rival en la gresca final por la corona. A Palou le basta con terminar entre los 11 primeros para llevarse el título, independientemente de qué haga el resto de la parrilla, o incluso le valdría hacerlo el 12º, siempre que O’Ward no se adjudique la pole. Un objetivo más que realista si se atiende a la estratosférica temporada del barcelonés, su segunda en Indy, en la que se ha impuesto en tres citas (Alabama, Elkhart Lake y Portland) y que ha liderado la tabla general durante varias semanas. Por si eso fuera poco, se quedó a un paso de ganar las 500 Millas (fue segundo), la carrera más icónica de la categoría.

Si Alonso fue el cebo que sirvió para popularizar la F-1 en España, muchos aficionados estarán la noche de este domingo pendientes del resultado de Palou. Él ejemplifica ese perfil de deportista que decidió salir del carril establecido de la F-1 para buscarse la vida en otros escenarios. Los distintos títulos de karting que ganó llamaron la atención de Adrián Campos, que en 2014 le dio la oportunidad de estrenarse con monoplazas. Ocho podios en su debut le llevaron a la GP3 (2015 y 2016), antes de verse obligado a emigrar a Japón por falta de presupuesto para promocionar a la F-2. Un año (2018) en la Fórmula 3 europea, y de nuevo hacia Asia (2019), esta vez en la Super Fórmula, donde centró muchas miradas al ganar la prueba en Fuji y finalizar el tercero en el Mundial y como mejor novato. Su buen papel le abrió las puertas a la Indy (2020), con el equipo Dale Coyne, donde pronto comenzó a lanzar esos mensajes que las estructuras más poderosas siempre logran desencriptar. Sobre todo, si el emisor es alguien que nunca antes había competido en óvalos.

El elogio de Alonso

El manifiesto más directo fue su asombrosa cronometrada en las 500 Millas de Indianápolis, en la que se aseguró la séptima plaza de la parrilla. Esos destellos le validaron como el recambio del sueco Felix Rosenqvist en la estructura Chip Ganassi, la actual campeona y la más potente de todas.

“Está muy bien que los jóvenes descubran que existen alternativas a la F-1. Yo tuve la suerte de contar con Oriol Serviá, que me abrió las puertas de la Indy. Si no hubiera sido por él, seguramente no habría llegado”, cuenta Palou sobre su entrada en Estados Unidos. “Álex es un fenómeno y le veo campeón. Es el más constante y el mejor. Me alegro muchísimo, porque tener a un español, joven, triunfando en la IndyCar, abre los ojos a las nuevas generaciones de pilotos”, concede Fernando Alonso, antes de remachar: “La F-1 está muy bien, pero no llegar a ella no puede convertirse en un sueño frustrado”.

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