Estados Unidos manda ante la Europa de Rahm


“Somos garra y somos imaginación”, recitó Jon Rahm sobre su conexión con Sergio García, la décima pareja española en alistarse en la historia de la Ryder. Ellos fueron los primeros jugadores de Europa en comenzar a defender la copa en el campo de Whistling Straits, en Wisconsin, ante el imperio estadounidense. Y sí, con garra, con imaginación, y con talento, claro, Rahm y García hicieron subir el primer punto azul en el marcador en los foursomes de la mañana (cada pareja juega con una bola y da golpes alternos). El número uno del mundo y el golfista con el récord de puntos en la Ryder (ya son 26,5) tumbaron por 3&1 (tres hoyos de ventaja con uno por jugarse) a otra pareja de titanes: Jordan Spieth y Justin Thomas. Festejó primero Europa, pero la sonrisa le duró muy poco a los chicos que capitanea Padraig Harrigton porque por detrás fueron cayeron los puntos en rojo.

Dustin Johnson y Morikawa vencieron por 3&2 a Paul Casey y Viktor Hovland (primer noruego en la historia de la competición), Brooks Koepka y Daniel Berger se impusieron por 2&1 a Lee Westwood y Matt Fitzpatrick, y Patrick Cantlay y Xander Schauffele apenas dieron opción a otro dúo de altura, Rory McIlroy e Ian Poulter, a los que sacaron una ventaja terminal de cinco hoyos seguidos de inicio (cinco birdies para los americanos) y acabaron ventilando su cita por 5&3.

Con 3-1 en el marcador para Estados Unidos, los fourballs (cada jugador juega con su bola y puntúa la mejor) de la tarde redoblaron su importancia. Y EE UU volvió a golpear. Johnson y Schauffele superaron 2&1 a Casey y Wiesberger; Finau y English, 5&3 a McIlroy y Lowry; DeChambeau y Scheffler empataron ante Jon Rahm y Hatton; igual que Thomas y Cantlay contra Fleetwood y Hovland en un duelo que la pareja europea llegó a dominar por tres golpes. Thomas sacó a relucir su magia, como en el eagle del 16, y estampó un rotundo marcador de 6-2 al final de la jornada.

Harrington deshizo en ese segundo turno la pareja española. Mandó a García al banquillo, puede que para reservarle para la traca de este sábado (foursomes y fourballs) y el domingo (los partidos individuales), y juntó a Rahm con Hatton. El vasco protagonizó otro choque de trenes, esta vez con el pegador Bryson DeChambeau, en el campo acompañado por Scheffler. El bombardero norteamericano reventó la bola: 417 yardas en el hoyo cinco para firmar un eagle; en el par cuatro del 13, cuando Rahm la mandó a 280 yardas, él alcanzó las 392. Rahm respondió con lo fino más que con lo grueso: birdies en el 9 y el 11. En el 12, par tres, las bolas de las dos estrellas quedaron separadas por un centímetro, ambas a un palmo del hoyo. Era un combate de pesos pesados que acabó en unas justas tablas después del birdie salvador de Hatton en el 18.

La máquina estadounidense la alimentaron Dustin Johnson y Tony Finau en sus partidos, excelsos en el juego corto. El mito Michael Jordan, sentado con su puro en el hoyo 11, apretaba el puño cuando embocaban los suyos. También Stephen Curry animaba a la tropa de casa. DeChambeau, Johnson, Finau y Thomas: brilló el estrellato norteamericano mientras Rahm se encontró demasiado solo al volante de Europa, presente en 1,5 de los dos puntos azules. Por ahora es el número uno del mundo contra el Team USA.

Así se decide esta Ryder en la que la mecha prende rápido. “¡Manda tu bola al agua!”. No eran las ocho de la mañana (empezó a jugarse a las siete) y un aficionado local gritaba así a Paul Casey cuando el inglés daba su golpe de salida. “¡Vete al búnker!”, increpó otro a Sergio García. La Ryder nada tiene que ver con cualquier otro torneo de golf, cuando la etiqueta hace impensable este tipo de comentarios. Las reglas son otras en el duelo bienal entre Europa y Estados Unidos, sea cual sea la cancha. El golf se futboliza. La grada también juega.

Ninguna presión afectó a Rahm y Sergio García. Los españoles dejaron muchos gestos de complicidad entre ellos, risas, choque de puños, miradas, como si el tiempo hubiera devuelto a Seve y Olazabal, la considerada mejor combinación que ha habido nunca en el torneo. Contra una afición que pintaba el campo de rojo, contra los amigos Spieth y Thomas, el vasco y el castellonense dieron una lección de compenetración. Igual brillaba García desde la calle como afilaba el putter Rahm, y así fueron cayendo los birdies. El partido se jugaba de poder a poder (solo un hoyo empatado en los primeros cinco) hasta que dos nuevos recortes de los españoles en el siete y el ocho abrieron una pequeña brecha que ya lograron administrar. Un putt brillante de García en el 15 abrochó el primer punto para Europa. Funcionó la conexión española y Harrington deberá echar mano de ella para buscar la remontada.

Con el 86 juega Seve

Cuando los jugadores europeos entraron en su cuartel general, un número les dio la bienvenida: 164. Todos se preguntaron qué quería decir esa cifra escrita en grande una de las paredes. La respuesta la tenía el capitán, Padraig Harrington. Consciente de que la Ryder empieza a ganarse desde el corazón, el irlandés preparó su particular mensaje motivacional.

Reunidos sus muchachos, Harrington les dijo que 5.780 personas han llegado a la cima del Everest, que 570 han visitado el espacio, que 445 han ganado un Mundial de fútbol… pero que solo 164 golfistas han representado a Europa en la Ryder Cup. Con ello quiso Harrington hacerles sentir el orgullo y la responsabilidad de alistarse en el gran duelo contra Estados Unidos.

En ese listado, Seve Ballesteros aparece con el número 86. José María Olazabal, con el 101. Precisamente ante un mural con una foto de los dos jugadores, en la que Olazabal se eleva sobre los hombros de Seve en la Ryder de 1991, posaron García y Rahm imitando el gesto. El cántabro siempre está presente cuando se juega la Ryder como el hombre que hizo creer a Europa en la victoria.

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