El exentrenador Joseph Kennedy se arrodilla ante la sede del Supremo, el pasado 25 de abril.WIN MCNAMEE (AFP)
El viraje conservador del Tribunal Supremo de EE UU avanza sin pausa. Tras las polémicas sentencias sobre el uso de armas en público y la que ha derogado el derecho al aborto, publicadas la semana pasada, el alto tribunal ha dado la razón este lunes al entrenador de un equipo de fútbol de un instituto, que fue despedido por arrodillarse y rezar en medio de la cancha tras los partidos. Joseph Kennedy, que entre 2008 y 2015 ejerció como técnico auxiliar del equipo de la escuela secundaria pública de Bremerton (Washington), tenía el derecho constitucional a rezar en el terreno de juego tras los partidos, ha fallado el Supremo, por seis votos a favor (los seis jueces conservadores) y tres en contra, de los tres liberales. Se repite el tanteo que el jueves tumbó una restrictiva ley de control de armas del Estado de Nueva York y, un día después, la doctrina Roe contra Wade, que protegía el derecho al aborto desde 1973 en el país.
Con esta sentencia, el Supremo amplía las garantías de la Primera Enmienda, que consagra la libertad de expresión y de credo, y da vía libre a la manifestación pública de la fe por parte de los funcionarios del Gobierno, tras décadas de contención entre la esfera pública y la privada. Durante ocho años, Kennedy solía rezar después de los partidos, acompañado a menudo por jugadores. También lo hacía en el vestuario, dirigiendo él mismo la oración, una práctica que luego abandonó y que no reivindicó ante el Supremo. El motivo de la demanda de Kennedy fue haber sido suspendido en 2015 por el centro educativo, que le instó a poner fin a los rezos en la cancha por dar “un espectáculo” que atraía a los medios de comunicación. Kennedy invitaba a los jugadores a incorporarse al rezo y algunos padres se quejaron de que sus hijos se sentían obligados a participar, según la explicación dada por el instituto.
La demanda de Kennedy se ha convertido en una causa célebre para la movilización de los cristianos más conservadores, espoleada también por la revocación de Roe contra Wade y tras la que muchos ven una agenda teocrática alentada desde hace décadas y catapultada por la presidencia del republicano Donald Trump. El fallo, escrito por el juez Neil Gorsuch, rechazó la opinión del instituto de que los rezos y las homilías de Kennedy en el terreno de juego pudieran resultar coercitivos para el resto de los estudiantes, o un respaldo gubernamental de una religión concreta, lo que violaría una de las cláusulas de la Primera Enmienda.
Con sentencias como la emitida este lunes, el Supremo avanza en la demolición de los límites entre iglesia y Estado. Hace apenas una semana, el alto tribunal falló a favor de dos familias cristianas que denunciaban discriminación hacia las escuelas religiosas en un programa de becas en el Estado de Maine, otro aldabonazo en la deriva conservadora. Igual que en el de Maine, en el caso del instituto de Bremerton los jueces anularon el fallo de una instancia inferior, de la que se derivó la suspensión de Kennedy por desafiar las órdenes recibidas del centro, que le propuso rezar en privado. El entrenador, empleado público, se negó.
Gorsuch ha escrito que la “represalia” contra Kennedy “radica en una visión errónea del deber de suprimir la observancia religiosa mientras a la vez se permitía un discurso laico equiparable. La Constitución no ordena ni tolera ese tipo de discriminación”.
En los últimos meses el Supremo, legado fundamental del expresidente Trump, ha dado la razón a demandas de grupos o individuos cristianos, en sucesivas vueltas de tuerca a la letra de la Primera Enmienda. En mayo, dictaminó que Boston había violado los derechos de un grupo religioso por no permitirle colocar una bandera con la señal de la cruz en el Ayuntamiento, bajo cuyo mástil el grupo celebraba un acto público. En marzo, en un fallo suscrito por ocho de los jueces y un solo disenso, el alto tribunal resolvió que el Estado de Texas debía conceder a un reo en el corredor de la muerte la petición de que su pastor cristiano le impusiera las manos y rezara junto a él en voz alta durante la ejecución.
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