El tortuoso viacrucis judicial emprendido el Viernes Santo por la mifepristona, popular medicamento abortivo, ha atravesado este miércoles la estación del Tribunal Supremo, que ha ordenado mantener provisionalmente hasta la medianoche del viernes el acceso pleno sin restricciones a la píldora abortiva mifepristona. Prorroga un plazo que vencía este miércoles y se espera que en estos dos días extra tome una decisión más permanente.
El asunto había llegado la semana pasada a la más alta instancia judicial del país gracias a un recurso de la Administración de Joe Biden y de los laboratorios Danco, fabricantes con sede en Nueva York de Mifeprex, la marca comercial más popular. Ambos pidieron la intervención para evitar un “caos normativo”.
Y lo cierto es que, como casi todo lo que tiene que ver con el sistema judicial estadounidense, el desbarajuste era considerable, después de que Matthew Kacsmaryk, un magistrado federal conservador de Texas, decidiera el 7 de abril en Amarillo suspender la administración de la mifepristona y dar un plazo de siete días para la entrada en vigor de esa prohibición.
Ese plazo lo aprovechó el Departamento de Justicia para recurrir la decisión, que daba la razón a un grupo antiabortista de reciente creación llamado Alianza por una Medicina Hipocrática que denunciaba a la agencia del medicamento estadounidense (FDA) por haber aprobado hace 23 años el uso de la mifepristona sin, sostenían, las suficientes garantías. Combinada con otra píldora, el misoprostol, el fármaco en entredicho se emplea en alrededor de la mitad de los abortos médicos que se practican en Estados Unidos.
Ese mismo día se hizo pública en la otra punta del país la decisión en paralelo de un juez del estado de Washington que contradecía la de Kacsmaryk al ordenar que se mantuviera el acceso a la mifepristona en los 17 estados cuyos fiscales generales demócratas, temiéndose lo peor, habían presentado una demanda preventiva. El resultado de ambas resoluciones sembró una considerable confusión entre médicos, pacientes, empresas farmacéuticas y activistas a favor y en contra del aborto.
La apelación a la decisión de Texas acabó ante el tribunal de apelaciones del Quinto Circuito que, con sede en Nueva Orleáns, se encarga de ordenar el tráfico de las sentencias impugnadas en Luisiana, Texas y Misisipi. Esa instancia intermedia adoptó tres medidas cautelares mientras decidía sobre el fondo del asunto: prohibió su uso después de la séptima semana del embarazo, y vetó que se administrara por correo o sin la visita previa al médico.
La FDA aprobó en 2000 la administración de la mifepristona con receta médica durante las primeras siete semanas desde el momento de la concepción, que pasaron a ser 10 en 2016. En 2021, la Administración de Joe Biden convirtió en permanente la posibilidad de recibir la prescripción por correo y sin tener que ver a un facultativo, tras ensayar esa práctica durante la pandemia para evitar visitas innecesarias al médico. En su página web, se puede leer que la agencia “no recomienda comprar mifepristona por internet”, pese a que muchas mujeres la obtienen por esa vía, con remitentes de Rusia o India.
Ante esas restricciones, que tenían que haber entrado en vigor el pasado sábado, el Departamento de Justicia y la farmacéutica recurrieron al Supremo. En el reparto establecido entre sus nueve magistrados (seis conservadores y tres liberales), el tribunal de apelaciones del Quinto Circuito depende directamente de Samuel Alito, uno de los miembros más a la derecha del grupo. Fue este quien pidió sobre la bocina tiempo hasta la medianoche de este miércoles para tomar una decisión y el mismo que ha dado patada hacia adelante hasta el viernes.
Da la casualidad de que Alito redactó la sentencia que el pasado año tumbo la sentencia Roe contra Wade, que en 1973 dio protección de alcance federal al derecho al aborto. Al quedar derogado ese precedente, la potestad para regular sobre el tema quedó en manos de los estados. Un total de 18 han prohibido o restringido severamente ese derecho. En varios más, hay leyes en ese sentido que ya han sido impugnadas y que están a la espera de que se pronuncien los respectivos Tribunales Supremos estatales.
Aquella victoria histórica no detuvo las aspiraciones del movimiento antiabortista en Estados Unidos, que, tras dejar vastas zonas del país, fundamentalmente en el Sur profundo, convertidas en desiertos para la libertad de decidir de las mujeres, se puso como siguiente objetivo acabar con las píldoras. En el cóctel que sale de ingerir por ese orden mifepristona y misoprostol, el primero detiene la producción de progesterona e interrumpe el embarazo, mientras que el segundo sirve para evacuar el útero de la paciente.
El núcleo de la demanda de Texas es la alegación de que la aprobación inicial de la mifepristona por la FDA fue defectuosa porque la agencia no revisó adecuadamente los riesgos de seguridad. La mifepristona ha sido utilizada por 5,2 millones de mujeres en los últimos 23 años, según cálculos de la agencia. Entre los efectos secundarios más frecuentes de la mifepristona figuran calambres, hemorragias, náuseas, dolor de cabeza y diarrea. En muy raras ocasiones, las mujeres pueden sufrir una hemorragia excesiva que requiera cirugía para detenerla.
Más allá de esas contraindicaciones, en torno a un centenar de estudios científicos llevados a cabo en las últimas dos décadas han coincidido en concluir que las píldoras son un método seguro para interrumpir un embarazo.
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