El Teatro Real parte del conflicto racial para abrir su nueva temporada

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Lo más seguro es que tras su triunfo de ayer martes, Lisette Oropesa haya salido a correr por las calles de Madrid su mínimo de cinco kilómetros. Mientras lo hace, ni escucha música, ni tararea sus papeles. “Solo el aire de mi respiración”, asegura la soprano. Pero sin duda le habrá pasado por la mente el hecho de ser la primera mujer que ofrece un bis en solitario desde que el Teatro Real reabrió sus puertas en 1997.Parece que las restricciones impuestas en la ópera para la era covid-19 quedaron recortadas por la emoción que encendió Oropesa la noche de este martes. La cantante estadounidense de origen cubano —y recién nacionalizada española— arrancó su bis en solitario tras el aria Addio del passato, de La traviata (Verdi). Ha sido en la última función cantada por ella, cuando aún faltaba una más, programada para hoy miércoles tras esta temporada truncada a partir de marzo pasado.No repitió entera el aria. Resulta complicado en ese momento de la ópera, cuando Violeta Valery, la protagonista, está a punto de morir antes de que caiga el telón. De hecho, se lo habían pedido repetidamente a lo largo de sus anteriores funciones y no lo había querido hacer para no romper la tensión dramática que requiere la escena. Pero en la última, sí. Y el público le acompañó de pie antes de irrumpir de nuevo en ovaciones.Oropesa (Nueva Orleans, 1983) ya había entrado en el trío de ases que ha dado bises repetidamente en el Real: lo hizo con Lucia di Lammermoor (Donizetti) el año pasado en un sexteto. Ahí se consagró para el público de Madrid. Se unía así a las que los aficionados han obligado a hacer a Leo Nucci y Javier Camarena, especialmente. El primero inauguró la lista con Sì, vendetta, tremenda vendetta, junto a Patrizia Ciofi, en Rigoletto. Fue en 2009 pero también lo hizo en 2015. Camarena lleva tres: el Ah mes amis de La fille du régiment, de Donizetti (2014), solo; el sexteto de Lucia di Lammermoor, con Oropesa, precisamente y otros cuatro cantantes acompañando a ambas figuras fundamentales para entender el canto hoy. Por último, en L’elisir d’amore, también solo, Camarena arrasó con Una furtiva lagrima. Para los bises, el público muestra debilidad por Donizetti, ya que tres de las óperas son suyas, frente a dos de Verdi.Con ambos compositores ha triunfado Oropesa en Madrid. Hace apenas cinco meses se sentía ansiosa y triste por los efectos que la pandemia estaba causando. Sus compromisos cayeron en cascada. Pero la llamada del Teatro Real la animó, según cuenta ella. “Al principio no me parecía posible volver a cantar una ópera de formato grande en un teatro hasta que pasara mucho tiempo, pero lo ha sido”, asegura.Voló a Madrid desde Estados Unidos y ensayó duro. Sus13 años de carrera sólida, desde que debutara en el Metropolitan de Nueva York con Las bodas de Fígaro en 2007, han sido una escalada continua. Ganó el concurso del teatro neoyorquino en 2005 y dos años después pisó por primera vez ese escenario. De Mozart pasó a Verdi y al belcantismo y al repertorio francés, los campos en los que ha destacado.El acontecimiento de anoche redondea el esfuerzo colectivo de un teatro que ha hecho frente a las nuevas normas de protección sanitaria frente al coronavirus. La distancia marcada quedó hecha trizas la noche del martes con la maestría en estado de gracia de Oropesa.


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