El turismo rural pena tras un buen verano

Turistas en una casa rural en Multiva, cerca de Pamplona.
Turistas en una casa rural en Multiva, cerca de Pamplona.Jesús Diges / EFE

El sector de las casas rurales se sacudió la miseria en 2020 con el ascenso de las temperaturas. El revés por las cancelaciones de Semana Santa, debido al estado de alarma, se alivió con una alta demanda durante el verano. Andalucía registró un récord histórico de reservas en agosto, según Casasrurales.net. Escapada Rural, otro portal especializado, estimó que la industria cerró el verano con un 55% de ocupación, es decir, 14 puntos por encima del mismo periodo del año anterior. Sin embargo, ni el buen verano salvó al sector de un año para olvidar.

Tras 98 días de confinamiento, la nueva normalidad llevó a muchos españoles a cambiar el turismo de sol y playa por el de interior. Las trabas para viajar al extranjero también favorecieron que las casas rurales fuesen una alternativa vacacional. “Fue un boom y desencadenó una campaña excepcionalmente buena”, dice Ana Alonso, directora de comunicación de Escapada Rural. “En julio y en agosto estuvo la casa a tope”, recuerda Lourdes Ratón, propietaria de la Casa Rural de Eugenia en Rabanales, Zamora. En la localidad gaditana de El Bosque, residentes nacionales sustituyeron a alemanes, británicos y daneses que solían alojarse en la Casa Rural Molino de Abajo. “No ha sido un mal verano”, apunta su gestor, Alberto Bohórquez.

“El sector ha resistido mejor los efectos de la pandemia que otros segmentos turísticos”, cuenta Alonso. Pero la esperanza provocada durante la desescalada veraniega fue un espejismo. “Pese al aluvión de peticiones en verano, damos por perdido el año 2020”, dice el presidente de la Asociación Española de Turismo Rural (Asetur), Ventura García. En un contexto marcado por la covid no sorprende que el sector realice un diagnóstico negativo que viene respaldado por los datos recientemente publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

En 2020, las pernoctaciones extrahoteleras (apartamentos, campings, alojamientos de turismo rural y albergues) se redujeron en España un 58,8%. De los 52,1 millones de pernoctaciones registradas, el 12% se realizaron en alojamientos de turismo rural. Esto supone un 46,4% menos que en el ejercicio anterior. Las estancias de los residentes bajaron un 34,8% y las de viajeros provenientes del extranjero descendieron un 77,4%, con apenas 723.534.

Los alojamientos de turismo rural ofrecieron, de media, 110.107 plazas, un 33,7% menos que en 2019. La estancia media se situó en poco más de tres días y el índice de precios en alojamientos de turismo rural (IPTR) presentó un descenso medio del 1% en 2020. Castilla y León fue el destino preferido, con más de 944.544 pernoctaciones, un 48,2% menos que en 2019. Las islas Baleares alcanzaron, de media, el mayor grado de ocupación, con el 24,2% de las plazas ofertadas.

La pandemia trajo una tendencia imprevista. “El caso de la Comunidad de Madrid ha roto todos los esquemas. Están las casas llenas y tienen clientes entre semana y en fines de semana”, explica Alonso. Los madrileños han optado por la cercanía y los alojamientos del parque nacional de la Sierra de Guadarrama se han situado en las principales posiciones de ocupación durante todo el año. En cuanto se relajaron las medidas de movilidad, los viajeros volvieron a llamar “rápidamente”. “Han sido los mejores septiembre y octubre que he tenido nunca”, dice Bohórquez. Tanto el puente del Pilar como el de Todos los Santos impulsaron las reservas, pero desde entonces Ratón no ha tenido ningún ingreso. Desde el puente de la Inmaculada las cifras de ocupación “han estado a la baja”, y en Nochevieja la media en el cómputo nacional pasó del 70% al 43%, según Escapada Rural.

Los viajeros, a la espera del reajuste de las restricciones, juegan con la inmediatez. Este es otro obstáculo en la viabilidad de muchas casas rurales. El anticipo de las reservas es un bálsamo para los propietarios, que usan ese ingreso en los denominados periodos valle. Pero este no llega. “Vivo de otras cosas, porque si fuera por la casa… Es complicado”, resalta Ratón, que es enfermera. “Sobrevivir a la crisis puede estar más relacionado con otro trabajo que con el propio negocio de turismo rural”, dice Alonso. Esto hace que las pérdidas no sean comparables con los alojamientos hoteleros y que sean “pocas” las casas rurales que se cierren al 100%. “De momento”.

Pero hay muchos alojamientos rurales con facturación cero. Según el INE, hay más de 17.000 propietarios en un segmento que se ha diversificado dando lugar a nuevas modalidades de alojamiento y de alquiler. “Hay casas rurales que están gestionadas por personas o entidades que no tienen nada que ver con el territorio y no casan con nuestra filosofía”, dice García. Estas son las más perjudicadas por la paralización del mercado, y Asetur habla de empresas de alquiler turístico rural con “serias y graves” dificultades.

“El año ha ido muy mal. Han bajado las reservas un 90% y las pérdidas ascienden a unos 300.000 euros. Una locura”, dice Luz Peña, encargada del departamento de reservas de Preferent Booking. Esta firma de Mallorca gestiona 12 propiedades en la isla y solo ha tenido una reserva desde la segunda quincena de agosto. La dependencia del viajero exterior ha empeorado la situación.

La salud, primero

“Ninguna empresa aguanta dos años consecutivos así. Además, nadie te perdona los gastos”, dice Peña. García dice que pinta “fatal” el año 2021, del que también da por perdido el primer semestre. Alonso mira a la próxima temporada de primavera-verano con optimismo.

Según los datos del Observatorio del Turismo Rural publicados por Escapada Rural, la intención de consumo del viajero rural es del 89,4%, de los más de 21.000 usuarios encuestados. De estos, el 66,6% prevé realizar entre una y dos escapadas en 2021, y casi la mitad se decantan por viajar solo en familia. El turismo rural es un sector limitado históricamente por su estacionalidad, pero la pandemia ha favorecido una apuesta por unas vacaciones en la naturaleza de forma segura. “Sin perder de vista la situación dramática, las oportunidades en el sector son elevadísimas”, recalca Alonso. Para García, la salud es la prioridad: “Si el país se cura, detrás vendrá ese deseo de viajar y conocer”.

La covid-19 puede convertirse en un pretexto para fidelizar a viajeros que apuesten por el turismo rural una vez acabada la pandemia. La dinamización económica de los pueblos viene dada por el visitante, aunque el presidente de Asetur va más allá: “Lo importante para los territorios vaciados es dotarlos de servicios y comunicaciones para que sea posible recuperar la vida en ellos. Eso se hace con infraestructuras e inversión”.


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