El último aliento del Calderón


El estadio Vicente Calderón ha quedado reducido a escombros. Este lunes se ha puesto el punto y final definitivo. Ya no se podrá ver el esqueleto del mítico recinto, ni hacer fotografías para el recuerdo sobre la marcha de su derrumbe. Desde este lunes 6 de julio de 2020 queda indemne la memoria para generaciones de atléticos que han llorado en sus tribunas de alegría y de tristeza, y que han visto sobre su césped a un interminable elenco de figuras. Es su último aliento.



Desde que el domingo 21 de mayo de 2017 se jugase el último partido oficial en el viejo Manzanares, han transcurrido tres años largos con sentimientos entremezclados. Los de la ilusión y el orgullo por el estreno del nuevo y flamante Wanda Metropolitano y los de la nostalgia de ver cómo cada día se derribaba un pedazo de historia de un club, el Atlético de Madrid, que se asentó en el Vicente
Calderón en la década de los 60 para forjar la parte más importante de sus 117 años de vida.

Intactos, se conservarán muchos momentos. Desde la inauguración, con aquel tanto de Luis Aragonés ante el Valencia, hasta el 21 de mayo de 2017, fecha del último encuentro oficial del Atlético, ante el Athletic de Bilbao (3-1), con los dos goles de Fernando Torres. Entre medias muchas páginas. La triunfal trayectoria hasta la final de Bruselas en 1974. La mágica noche ante el Celtic de Glasgow en semifinales. La final de la Copa Intercontinental contra el Independiente de
Avellaneda con los goles de Adelardo y Ayala.

La liga de 1973, la final de Copa de 1975 ante el Real Madrid, los 4-0 ante el ‘eterno rival’, la liga ‘no ganada’ del doctor Cabeza, el ‘doblete’ de 1996, la caída al ‘infierno’ de Segunda, el retorno dos años después, las mañanas del filial, el Atlético Madrileño, o la gloriosa etapa de Diego Simeone como entrenador, en las que se estuvo a punto de tocar el cielo en las finales de Lisboa y Milán.

Todo retornará a la mente de los aficionados rojiblancos este lunes, y se quedará para siempre. “Tengo los mejores recuerdos de lo que me ha tocado vivir desde el primer día que llegué al Atlético y el Calderón era nuestra casa, y lo seguirá siendo siempre en la imaginación, en los recuerdos y en los momentos vividos espectaculares”, ha señalado el técnico, Diego Pablo Simeone el mismo día en que finaliza la demolición. “El gol ante el Albacete el 25 de mayo de 1996 me quedará para el recuerdo por la alegría que tenía la gente, mis compañeros, ver el estadio en rojiblanco en un día de sol extraordinario. Por más que el estadio no esté más, todo eso quedará en la historia de lo que me tocó vivir”, resume el artífice de los últimos grandes éxitos del club.

Si Simeone lo vivió desde la hierba como futbolista y como entrenador, una legión de seguidores rememora muchas tardes de fútbol desde la grada y sólo entiende una parte fundamental de su vida con el estadio Vicente Calderón como testigo. Un lugar y un barrio míticos para los hinchas. Son muchos los protagonistas anónimos que no podrían escribir sus memorias sin el Calderón, ni tampoco sin ese himno eterno, el “yo me voy al Manzanares, al estadio Vicente Calderón, donde acuden a millares los que gustan del fútbol de emoción”.

Muchas imágenes se agolpan en la mente de los seguidores rojiblancos. El duro frío de invierno a la vera del río en la vieja grada de hormigón, o la intensa calima de agosto en los trofeos Villa de Madrid. El refugio en los bancos de madera los días de lluvia. El marcador simultáneo Dardo. El balón Cóndor con los colores del equipo. Aquellos bocadillos inmensos de la peña Ovejero, la del bombo, la que animaba a todos a saltar y bailar bajo los acordes de los cánticos rojiblancos después de cada partido. El tronar de las antiguas almohadillas de pluma.

Como dice Simeone, todo permanecerá, aunque el estadio ya no esté ahí, y aunque el fútbol, sea ahora otro, más moderno, más profesionalizado. Nada iguala a aquellas tardes míticas del viejo y desaparecido Calderón. Su recuerdo es para siempre.


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