El valor de lo concreto

El valor más importante en el fútbol profesional es la concreción. Se pueden elegir infinidad de caminos hacia la victoria. Desde un baúl repleto de ropajes, accesorios y bisutería, hasta una austera valija en la que apenas quepa lo necesario. Pero si el envoltorio no incluye contenido, no es concreto, el viaje concluirá pronto. No llegará demasiado lejos.

El fútbol de la Real exige el dominio de un amplio repertorio para lograr ese punto de concreción que lo convierta en eficaz, que le acerque a la victoria. El Valladolid apuesta por una puesta en escena más recia, minimalista. No por ello menos válida. Habrá quien entienda que esta segunda opción es más sencilla de ejecutar pero incluye argumentos esenciales como la concentración, la agresividad, la determinación, que muchos equipos dejan en la caseta con mucha más frecuencia de la recomendable. En Valladolid fue la propuesta que más cerca estuvo de la victoria.

La Real juega con la autoestima que le da la fiabilidad de su método. Ya ha comprobado que es exitoso y, por tanto, se comporta en el primer partido de la temporada como si el tiempo no hubiera pasado. Tratando de extender el relato glorioso de lo que una vez fue. Pero es tiempo de construir una nueva historia. Ha habido bajas, ha habido vacaciones, había un número de bajas de suficiente consideración y entidad como para que no se notaran… La legitima intención de la Real topó rápido con una realidad antagónica a su idealizada aspiración: hay que volver a desarrollar el patrón futbolístico, muy lejos aún de la excelencia. Si es que es alcanzable.

Diez minutos de juego en campo rival le duró a la Real su valiente puesta en escena. Lo que tardó el Valladolid, con una acción a balón parado y un churro de centro chut que casi se cuela, en meterle el miedo en el cuerpo. Después, una acción en la que Guardiola le roba la cartera a Llorente en el área que termina con el madrileño sacando el balón bajo los palos, un disparo al poste de Waldo y un gol sencillo en apariencia, difícil en su ejecución: concreto. Diagonal, uno contra uno, pase atrás y remate. Tres acciones, 1-0 al descanso. La Real, saliendo desde atrás, buscando por dentro, dejando de cara… Cero disparos a puerta.

El partido se acaba equilibrando porque Masip le regala un gol a la Real en una falta lateral sacada a pie cambiado por Roberto
López. La estrategia al rescate una vez más. El camino más corto hacia el gol. El empate refuerza la moral de la tropa que, durante 15 minutos, empuja, lleva con su juego con el balón más al límite al Valladolid al que le provoca dos amarillas pero Masip no se ensucia los guantes.

Al fútbol de la Real aún le falta precisión y velocidad con balón y agresividad en los duelos y en la presión sin él, argumentos que no se pueden reclamar en su máxima expresión en el primer día de curso. Pero sin ellos, el fútbol de la Real es menos concreto y justo le alcanza para evitar la derrota en Valladolid. Por los pelos.


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