El vestuario señala a Gil Manzano

Ni qué decir tiene que el Atlético de Madrid acabó visiblemente enfadado con la actuación de Gil Manzano en el partido ante el Sevilla que acabó perdiendo por un gol que no debió subir al marcador nunca.

Pero más allá de la decisiva postura del colegiado extremeño en el gol de Acuña, la sensación de impotencia ante el arbitraje se extendió a todo el partido en realidad. Los rojiblancos señalan irónicamente “que no tuvieron suerte” con el arbitraje, que es como decir realmente que había cierta predisposición contra ellos.

¿Pero de qué se le acusa en el vestuario colchonero al colegiado? Para empezar del propio gol, claro. Sin esa jugada, el partido habría terminado en empate como poco. Llegó justo cuando el Atlético estaba mejor en el partido, cuando por fin se acercaba a la meta de Bono y el Sevilla parecía más justo de fuerzas.

Con independencia de que los que justifican que el VAR no entrase a revisar la jugada por la nueva interpretación de las acciones de esta naturaleza, en el Atlético chirría que el colegiado, de cara a la jugada en la que Ocampos saca el brazo para evitar un pase de Trippier que deriva en la recuperación que acaba en el gol, no pitase la flagrante mano. El extremeño no estaba tapado por nadie, lo vio perfectamente. Era una jugada que no dejaba lugar a dudas y que fue clave. ¿Por qué no la señaló?

¿Cree que los árbitros serán decisivos si el Atlético pierde LaLiga?

  • No, será por cuestiones deportivas.


  • Sí, en los momentos clave el Atlético es perjudicado.


  • A medias, pesan las decisiones pero también el bajón de rendimiento del equipo.




Está claro que, viendo el partido del Sevilla, que el extremeño estuviese de cara a la jugada no era una garantía de nada porque durante la segunda parte se dio otra acción que levantó ampollas. ”Ha habido una mano clara de Diego Carlos cuando Marcos Llorente se va y era la segunda amarilla…”, se lamentaba Koke al acabar el choque.

Y es que, efectivamente, el central sevillista acabó el partido cuando no debería haberlo hecho con el reglamento en la mano. Ya antes de esa jugada, se había jugado otra tarjeta con una entrada a Luis
Suárez. Podría haber sido también la segunda. Por cierto, una jugada que acabó, casualidades de la vida, con la discusión entre Acuña y Luis Suárez que le sirvió a Gil Manzano para mostrarle amarilla al uruguayo y hacer que se pierda el partido del próximo fin de semana ante el Betis
.

Y como todo está interconectado, esa misma jugada de la que se quejó Koke, en la que Diego Carlos debía haber sido expulsado por cortar con la mano una jugada de peligro, acabó con la reclamación de Llorente que le costó también una amarilla que hará que se pierda, como su compañero de delantera, el partido del Benito
Villamarín. El círculo se cerraba.

Y es que, una vez más, el asunto de las amonestaciones pesó en el devenir del partido. El Sevilla, con 13 faltas, dos más que el Atlético, acabó con dos tarjetas. Mientras que los rojiblancos acabaron con cuatro. Una de ellas por protestar, la de Llorente. Otra por el intercambio de palabras de Suárez con Acuña. Una, por una entrada de Felipe. Y la restante, por un contacto mínimo de Kondogbia con un rival… que le costará también sanción.


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