“Elon Musk es el amo”

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La frase del título de esta columna se destacaba en un cartel de la manifestación contra el Supremo Tribunal Federal que promovieron partidarios de Jair Bolsonaro el pasado domingo en São Paulo, la mayor ciudad de Brasil. Escrita en inglés —Elon Musk rules—, hacía referencia a la compra de Twitter por parte del hombre más rico del mundo y representaba el éxtasis de la extrema derecha mundial con el cambio de mando. Al anunciar la transacción, Musk pronunció la palabra mágica: “libertad de expresión”. Concepto querido por la democracia, se ha pervertido al usarse para legitimar el discurso de odio contra minorías, instituciones e individuos. Se ha convertido en el grito de guerra de Bolsonaro y sus huestes de fanáticos.

“El humor de Brasil ya ha cambiado”, conmemoró Bolsonaro al conocer la más reciente adquisición del multimillonario favorito. Está justificado: Bolsonaro utiliza la “libertad de expresión” en las redes como un arma de destrucción de la democracia. En su nombre, prepara un golpe de Estado a la luz 24×7 de las pantallas, por si no consigue la reelección en octubre. Desde que Twitter expulsó a Donald Trump, sin embargo, Bolsonaro teme que le suceda lo mismo. Con Musk, cree que está a salvo. Puede preparar su golpe en nombre de la “libertad de expresión”.

Hoy, Brasil es el laboratorio donde el prototipo que probó Trump, al promover la invasión al Capitolio, se está radicalizando. Cada vez es mayor el temor a que, a diferencia de Trump, Bolsonaro tenga éxito. En guerra contra el Supremo Tribunal Federal, la institución que todavía no ha vaciado, el presidente brasileño ha cruzado otro límite al indultar a un diputado federal condenado por haber defendido la violencia contra los magistrados de la corte, entre otros delitos contra la democracia. En nombre de la “libertad de expresión”, Bolsonaro ha anulado la decisión de la máxima instancia judicial para demostrar que puede hacerlo.

Las elecciones serán en octubre, pero Bolsonaro ya ha anunciado el resultado: ganará. Si las urnas respaldan su profecía, el proceso será legítimo. Si no, será fraudulento. Para garantizar la victoria, sea cual sea el resultado, Bolsonaro hace dos campañas: la que busca la reelección mediante el voto, invirtiendo dinero público en programas que garanticen apoyo popular, y la que busca el apoyo a su investidura como dictador en caso de que las urnas lo traicionen, el escenario más probable a día de hoy. Busca el apoyo de su base, a la que ha armado, y de las Fuerzas (ya) Armadas. Ha destrozado la credibilidad del (excelente) sistema de recuento electoral de Brasil, diseminando mentiras sistemáticamente, para dejar el escenario preparado en caso de derrota.

Twitter es una de las líneas de frente de este golpe. Si Elon Musk transformará la plataforma en lo que los neofascistas esperan, lo sabremos en breve. Tiempos extraños en los que el futuro de un país y de la Amazonia puede verse afectado por el elástico concepto de libertad de expresión de un único hombre y sus apetitos personales.

Traducción de Meritxell Almarza.

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