En descargo de Albert Rivera

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El pitorreo es grande. Se ve que, al menos en Twitter, el personal se la tenía jurada. Eso de no hacer leña del árbol caído hace tiempo que pasó de moda; ya no digamos aquello de a enemigo que huye, puente de plata. Nada más conocerse que el bufete de abogados que contrató a Albert Rivera lo había puesto de patitas en la calle, la inmensa mayoría de tuiteros se puso enseguida de parte del empleador, compró sin dudar sus razones —que no la dobla, que sus argumentos son vacíos…— y se aplicó con entusiasmo a un viejo oficio, el de la demolición, que en Twitter se convierte en arte. Qué manejo de la hemeroteca, qué vídeos más bien editados, qué ensalada de pantallazos para volver a dejar a Rivera a la altura del betún.

Si hubiera que elegir un ejemplo, hay un tuit en forma de muñeca rusa de Juan Miguel Garrido que rescata un viejo vídeo del entonces político durante un mitin, lo titula “el mejor resumen de Rivera” y lo transcribe: “Vengo del mundo del Derecho y Kant es un referente, un gran filósofo y un gran jurista. Cualquiera de esas obras de Kant me parecen un referente para juristas”. Alguien, siempre hay alguien, le hace la pregunta peligrosa: ¿algún título? Y el todavía líder, vestido con la camisa blanca arremangada que era entonces el uniforme de los jóvenes y prometedores políticos europeos —desde Renzi a Sánchez pasando por Macron—, responde sin sonrojarse: “La verdad es que no he leído a Kant ningún título concreto, pero me da igual”. El tuit matrioska contiene otro de 2018 que rescata declaraciones más antiguas aún, de cuando Rivera apareció casi desnudo en un cartel electoral y la gente quería saber si cargaba a la derecha o a la izquierda. Intercala las palabras del político intentando no desvelar su secreto —”liberal progresista socialdemócrata de centroizquierda”— con imágenes de dos mujeres partiéndose literalmente de risa.

Hasta aquí, todo en orden. Esto forma parte de una de las principales filosofías de Twitter, que es pasárselo bien a toda costa. Y, aun así, llama la atención que nadie se pregunte: ¿pero qué esperaba el bufete de abogados que no solo contrató al líder caído de Ciudadanos, sino que puso su nombre en el membrete? ¿Un jurista de prestigio? ¿Una referencia en el mundo del Derecho? ¿Un mago de los pleitos? ¿Un san Judas Tadeo de las causas imposibles? Y, vuelto el argumento del revés, ¿no tuvo escrúpulos Rivera al aceptar un puesto de trabajo que claramente le sobrepasaba…? Llama la atención que entre las razones que da el despacho Martínez-Echevarría, una de ellas sea esta: “Aunque sabíamos de su completa inexperiencia en nuestro sector, a todos nos ha sorprendido su inactividad, su desconocimiento más elemental del funcionamiento de una organización empresarial. No estamos habituados en nuestra profesión a discursos vacíos; a llenar los espacios solo con palabras sin soporte real; a unas exigencias de protagonismo tan acusadas…”.

En fin, seamos serios, aunque sea un ratito. ¿De verdad que esperaban eso de Albert Rivera? ¿O esperaban lo que suelen esperar otros despachos o instituciones de todo tipo cuando fichan a un expolítico, que no es otra cosa que sirva de conseguidor, bien captando clientes importantes o bien abriendo puertas que solo se abren a cambio de favores futuros o pasados del partido de turno? Ese y no otro era el único atractivo —desde luego ninguno relacionado con el Derecho— que Rivera podía tener para el bufete cuando anunció su fichaje en marzo de 2020, apenas cuatro meses después de la debacle que dejó a Ciudadanos con 10 diputados de los 57 que tenía. Con los mimbres de un político hundido, un despacho quiso construir un abogado rentable. La operación fracasó y ahora los trozos de su túnica se rifan en Twitter. El despacho está saliendo airoso a cuenta del desprestigio rampante de Rivera, pero tampoco es eso, oiga.


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