En paradero desconocido 11 de los 23 positivos del brote entre temporeros en Albacete

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Cuando Mohammed Diarra, maliense de 43 años, salió junto a un centenar de personas a protestar el pasado domingo, ya se le había agotado la paciencia. Quienes lo acompañaron —todos temporeros en Albacete— también estaban llenos de desesperación y enfado. Algunos tiraron piedras e increparon a agentes de la Policía Nacional. Los vídeos se esparcieron a toda velocidad por las redes sociales, varios de ellos acompañados de mensajes racistas. “No entiendo por qué hacen esto”, comentaba un vecino en la grabación. El porqué estaba a unos metros de esa concentración: en una fábrica de cereales abandonada, donde más de 400 inmigrantes duermen hacinados y en condiciones insalubres. En uno de los asentamientos irregulares de esa zona, 23 personas dieron positivo por coronavirus. El resto, pese a no estar infectado, sigue aislado. Diarra entiende que hay que ser precavido. “Lo que no tiene sentido es que nos mantengan aquí”, se queja.La vida dentro de los campamentos no es fácil. Al menos diez personas tratan de dormir en unas tiendas de campaña bajo un techo de metal con enormes agujeros, otros en colchones viejos y amarillentos. Los rayos del sol penetran por los orificios del tejado con un calor que roza los 33 grados. Los que no corren tanta suerte concilian el sueño en camas de cartón sobre el suelo de tierra. A unos pocos metros, varios montículos de basura se acumulan entre las moscas. Diarra enseña con el dedo cómo unos compañeros comen el pan que les entregan los voluntarios de la Cruz Roja al lado de los desperdicios. “Mucho coronavirus, ¿y esto? ¿Esto es normal?”, reclama.El Ayuntamiento de Albacete ha anunciado que cerrará los asentamientos en los próximos días. En una reunión el pasado domingo entre el Consistorio, la subdelegación del Gobierno y el Ejecutivo castellanomanchego se decidió reubicar a los temporeros en la Institución Ferial de Albacete, un pabellón de exposiciones al que se les trasladará esta semana. El alcalde, Vicente Casañ, de Ciudadanos, se refirió a las condiciones de los temporeros: “No podemos seguir consintiendo que centenares de personas vivan así”. Idoia Ugarte, miembro de la Junta Directiva de la asociación Médicos del Mundo en Castilla-La Mancha, lamenta que hayan tenido que producirse los altercados en la manifestación del domingo para que las Administraciones hayan tomado cartas en el asunto: “Ya han pasado dos años desde que dijimos que aquello no podía seguir así”, reprocha.Los tres campamentos se enfilan uno tras otro en una carretera a la salida del municipio. El más importante se divide entre la fábrica de cereal abandonada, donde se registró el primer positivo —un menor de edad que fue el jueves a una comisaría y dijo que se sentía mal —, y otras dos naves. Al fondo de la vía hay un tercer campamento. Este último al aire libre, sin una construcción que resguarde del calor a los inmigrantes. Fuera del primer edificio hay un fortísimo dispositivo de seguridad que lo resguarda. Las furgonetas de la Policía Nacional no dejan de hacer rondas por la zona. Tras la manifestación del domingo, los agentes han pedido refuerzos a Toledo, Murcia y Zaragoza. Para Moussa, un senegalés de 35 años, la presencia de tanta policía le hace sentirse “culpable”: “Lo único que pedimos es que nos dejen salir como a una persona normal que tampoco tiene el virus”.Pulseras con los resultadosLos temporeros se han sentido “humillados” por el confinamiento, según cuenta Salif Sy, presidente de la Asociación de Inmigrantes Africanos de Albacete. La Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha colocó a las 385 personas que dieron negativo unas pulseras para identificar a cada uno por los resultados de las pruebas PCR.El domingo, los que salieron a manifestarse se deshicieron de ellas. “Antes también se las quitaron, por eso no pudimos dejar salir a muchos”, comentan fuentes de Sanidad en Castillla-La Mancha. Sy cree que el problema fundamental ha sido una falta de comunicación: “Me parece que cosas como esa los ha puesto nerviosos y están confundidos”, señala el senegalés de 43 años.Los días de este campamento, sin embargo, parecen contados. Este lunes el vicealcalde de Albacete, Emilio Sáez, se acercó a la fábrica de cereales, vestido con una camisa blanca y portando una mascarilla FFP2 (una de las que da mayor protección), para comunicarle a los temporeros que serían reubicados. La solución llega después de años de haber vivido en ese mismo sitio cada vez que llegaba la campaña de la fruta. Diarra Ali, maliense 22 años, se aleja del campamento y coloca, con la ayuda de un amigo, un cartel en una señal de stop: “Libres somos”.


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