Entre la desilusión y la recuperación, ¿dónde estamos?


Las crisis despiertan emociones colectivas. Cuando sucede algo inesperado que nos paraliza, las personas atravesamos determinadas etapas de manera conjunta. No se trata de un proceso individual, sino de un patrón grupal. Expertos en la gestión de catastrofes o de crisis significativas han analizado cómo son los comportamientos que vivimos de forma colectiva. La estadounidense Deborah J. DeWolfe escribió en 2000 un manual de formación para los trabajadores de servicios sociales que se enfrentan a un desastre. Un libro de máxima actualidad y que ha sido sumamente referenciado durante esta pandemia con la que lidiamos.

Un desastre causa un impacto estresante en quienes lo han vivido en primera persona o en aquellos que han estado cerca. Existen dos tipos de estrés, el individual y el colectivo. Muchas personas no han enfermado de Covid, pero de manera indirecta lo han sufrido al verse confinados, por la pérdida de seres queridos, por la crisis económica… Podemos decir que, de manera colectiva, todos estamos sujetos al impacto psicológico. DeWolfe menciona el trabajo de los psicólogos Myers y Zunin, que estudiaron las fases psicológicas que viven las sociedades y las organizaciones afectadas por una crisis de gran envergadura. Veamos cuáles proponen para así identificarlas en nosotros, en nuestra comunidad y en nuestras organizaciones.

1) Antes del desastre. Fue la primera etapa que atravesamos el año pasado, antes de que llegara la Covid. Sabíamos que algo sucedía en China y en Italia, pero no imaginábamos la dimensión de lo que iba a ocurrir. Como recoge DeWolfe, al ser una crisis provocada por causas difusas, que no se ven (no es un huracán o un tornado, por ejemplo), es habitual que exista rabia o negación, como sucede en una parte de la población. Cuando uno no puede prepararse ante un desastre, como es el caso de un tsunami o de la Covid, las personas nos sentimos más vulnerables, incluso desarrollamos sentimientos de culpabilidad.

2) Impacto. Lo vivimos intensamente en la primera ola. El patrón colectivo es de bloqueo, ansiedad e incluso mucha rabia, como se destiló en las redes sociales durante las primeras semanas de la pandemia.

3) Heroísmo o rescate. El comportamiento de grupo ante un desastre destapa también el altruismo y el reconocimiento hacia los profesionales que ayudan a las víctimas. Existe una necesidad colectiva de identificar a héroes que nos rescaten del problema. Posiblemente, con la Covid sea aplicable a los aplausos a los sanitarios durante el mes de marzo.

4) Luna de miel. Es una etapa de cierto optimismo que viven las personas poco tiempo después de sufrir un desastre. Parece que la ayuda va a llegar y que se contará con el apoyo suficiente para afrontar la crisis. Vivimos esta etapa cuando salimos del primer confinamiento y confiamos en los datos de recuperación.

5) Desilusión. Las personas hacen cálculo del impacto de la crisis en sus vidas, tanto de manera personal como colectiva. Es la fase del inventario, que abre la puerta a la desilusión. Las ayudas no tienen el efecto deseado, se tiene cierta sensación de abandono, regresan los confinamientos y eso deriva en una fatiga pandémica. Posiblemente sea una etapa que esté viviendo aún parte de la población, o que esté experimentando algunas organizaciones empresariales. Que sea más o menos acusada dependerá del nivel de resiliencia y del tipo de liderazgo.

6) Recuperación. La desilusión abre la puerta a la restauración. Es una etapa que, en crisis importantes, tarda en llegar un año aproximadamente, como se observa en la gráfica. La recuperación ante un desastre nunca es lineal, como no lo es ninguna de las fases anteriores. Sin embargo, es importante reconocer los disparadores que activan la salida (como el comienzo de la vacunación, por ejemplo) y aquellos que vuelven a hundirlo temporalmente (nuevas olas o mutaciones del virus).

La restauración consta de tres etapas: la primera, la del reconocimiento del dolor pasado. Hay que conversar sobre lo vivido para superarlo. Por eso, los amigos o profesionales en los que podamos apoyarnos son especialmente importantes y ayudan en el proceso de salida. No se puede superar el dolor si no lo convertimos en palabras que nos permitan distanciarnos de él. La segunda etapa es la del ajuste, donde hay que revisar las medidas que se han ido tomando. Por último, la reconstrucción hacia una nueva vida, que se apoyará en los aprendizajes vividos.

En definitiva, y según los expertos, la recuperación lleva años tanto por su impacto emocional como económico. Es muy probable que en estos momentos estemos entre la fase de desilusión y la de restauración, aunque el paso de una a otra sea sutil. Es importante que seamos conscientes de que, aunque estemos con un pie en la etapa de restauración, esta no está exenta de bajadas importantes, como la del primer aniversario, por ejemplo, que a nivel colectivo tendrá un cierto impacto a la baja. Tengamos claro que todo es parte de un proceso que, tarde o temprano, va a terminar. Así pues, mirémoslo con esperanza y optimismo


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