A José Coronado le daba algo de miedo que el Tirso Abantos de Entrevías, la nueva serie de los martes de Telecinco, fuera demasiado para el espectador. “Demasiado gruñón, demasiado misántropo, demasiado cerrado de mente”, define el actor. De momento, el personaje ha generado expectación. “Hay un hartazgo en la gente sobre tantas cosas que probablemente se sientan identificados con su enfado”, explica. Con sus dos primeros episodios ya emitidos, la historia creada por el guionista David Bermejo se ha convertido en un pequeño milagro de audiencias, debutando con un 19,7% de cuota de pantalla y manteniéndose como líder a la semana siguiente, con un 17.8%. También ha habido polémica: asociaciones vecinales del barrio madrileño que comparte nombre con la serie han protestado por la imagen que se ofrece del lugar.
En la ficción, a Tirso, un exmilitar que regenta una ferretería, no le gusta en lo que se ha convertido su barrio. Ha pasado de estar poblado por el éxodo rural a la globalización originada por la llegada de inmigrantes. Cuando tiene que encargarse durante un tiempo de su nieta adoptiva, Irene (Nona Sobo), una joven de origen vietnamita, contestataria y rebelde, se ve obligado a abrirse al mundo, para bien y para mal. Ella tiene un novio colombiano (Felipe Londoño) con el que se ha metido en un lío al enfadar a los traficantes de drogas del barrio. Y en medio de todos ellos hay un policía con demasiada mano izquierda con los criminales (Luis Zahera).
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“Lo que le salva a Tirso es que es un hombre de principios, que tiene su corazoncito, aunque esté muy escondido. Va a ser su nieta la que le va a hacer abrir los ojos sobre las cosas en las que está equivocado, como él lo hará con ella”, comenta Coronado en conversación telefónica, durante el rodaje de su próxima serie para Netflix, La chica de la nieve.
En este contexto, las tramas de esta producción de Mediaset y Alea Media se apoyan a menudo en los conflictos raciales y, sobre todo, en los intergeneracionales. También en una dinámica abuelo-nieta “pocas veces situada en el centro de la historia en una ficción española”, destaca el actor, que mantiene a su Tirso interior a raya después de años complicados, tras sufrir un infarto en 2017 y comprender que la pandemia no iba a hacernos mejores como creía en un principio.
Nona Sobo y Felipe Londoño en el primer capítulo de ‘Entrevías’.Mediaset
David Bermejo indica que, aunque sean opuestos en casi todo, el carácter de abuelo y el de la nieta son explosivos y muy similares sin necesidad de compartir ADN. “Por eso chocan tanto y su relación van a ser muy rica y llena de matices. En el fondo, se entienden y se aprecian porque comprenden sus motivaciones”, avanza. Para su creador, el gran concepto de Entrevías son los prejuicios. “Son los que nos están dividiendo en una sociedad muy polarizada. Siempre tienen un pequeño poso de verdad, por eso tienen credibilidad, pero en definitiva son un constructo de mentiras que se van a ir desmontando muy poco a poco en las tramas”. El equipo ya ha rodado los 16 capítulos previstos, de unos 70 minutos y divididos en dos temporadas.
La ficción supone la tercera colaboración entre el productor ejecutivo Aitor Gabilondo y el actor José Coronado tras El príncipe y Vivir sin permiso. Bermejo ideó esta nueva historia pensando en darle otro papel a Coronado: “Quería que fuera algo distinto a lo que había hecho en las dos series anteriores, pero que mantuviera la fuerza y la potencia de sus antecesores. El protagonista es un lobo solitario con una visión del entorno equivocada, pero que a su vez tiene ciertos valores que no son desdeñables. Siempre supimos que era un personaje arriesgado, pero a la vez representa a mucha gente”. Entrevías también se diferencia de los dos éxitos anteriores de Telecinco en que cuenta con una trama más cotidiana, “escrita a ras de suelo”, como dice Bermejo. “Fui a un colegio público en el que pasaban las vías del tren a la puerta. El paisaje del lugar en el que me crie es muy similar al de la serie”, recuerda.
Por eso el guionista defiende que nunca intentó ofender al barrio de Vallecas (Madrid) con el que la serie comparte nombre y en el que ha rodado una pequeña parte de sus episodios. En las últimas semanas, sus vecinos han protestado, al considerar que este relato está ofreciendo una imagen de violencia y criminalidad que no corresponde con la realidad. La polémica ha hecho que cada capítulo muestre un cartel inicial que aclare que lo que retrata no tiene nada que ver con este barrio madrileño.
El guionista explica que la serie no se concibió ni escribió con una zona concreta en mente. De hecho, en los primeros pasos del proceso de producción, el proyecto iba firmado con un nombre ficticio. Terminó convirtiéndose en Entrevías por cuestiones de sonoridad y porque el significado de la palabra sirve de metáfora para el cruce de caminos que viven los personajes, cuenta. Como muestra, recurre a su trabajo anterior. Vivir sin permiso, que retrataba las mafias de la droga, estaba ambientada en la ficticia comarca gallega de Oeste, que comparte nombre con un pueblo real de la región. “Todo el mundo entendió la premisa ficticia. Por eso, ingenuamente, pensamos que de nuevo nadie se ofendería con Entrevías, que lo que hace es precisamente contar a lo largo de 16 capítulos que los prejuicios con los que vivimos no son reales”, argumenta.
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