El presidente de EEUU, Joe Biden, y el canciller alemán, Olaf Scholz, hicieron alarde de unidad en torno a Ucrania este viernes en su reunión de una hora en el Despacho Oval. “Estados Unidos y Alemania van al unísono en lo que respecta a Ucrania, y eso fortalece a la OTAN”, aseguraba el inquilino de la Casa Blanca. Su visitante, por su parte, describía la invasión rusa como “una amenaza muy peligrosa” e insistía en que los aliados mantendrán su apoyo a Kiev “durante todo el tiempo necesario”.
Los líderes de las dos potencias se reunían en medio de las conmemoraciones del aniversario de la invasión de Rusia en Ucrania. Ambos, hasta hace poco los más reticentes a suministrar armamento ofensivo a Ucrania, han reformulado sus posturas para dar sus bendiciones al envío de tanques ―Abrams estadounidenses y Leopard germanos― e insisten en que la Alianza Atlántica está completamente unida en su determinación de apoyar a Kiev. La Casa Blanca expresa una y otra vez un “respaldo inquebrantable a Ucrania con lo que haga falta durante todo el tiempo que haga falta”.
Este mismo viernes, la Administración Biden anunciaba una nueva partida de 400 millones de dólares (376 millones de euros) en más ayuda militar, la número 33 que envía a Kiev. El nuevo paquete incluye munición para el sistema de misiles de largo alcance HIMARS y para los tanques Bradley, entre otros equipamientos. Precisamente, analizar qué pueda necesitar el gobierno de Volodímir Zelenski en los próximos meses y cómo procurárselo iba a ser uno de los asuntos dominantes en la reunión.
Ambos líderes insistieron una y otra vez durante sus breves declaraciones al comienzo de la reunión en la buena sintonía entre sus gobiernos y la excelente cooperación entre ambos. “Es una asociación muy relevante que se encuentra en muy buena forma hoy día”, subrayaba Scholz. La unidad en torno a la ayuda a Ucrania, agregaba, es especialmente necesaria. “Es realmente importante que actuemos en coordinación, juntos”, insistió. Por su parte, Biden expresó su agradecimiento al dirigente alemán. “Usted dio un paso adelante para aportar un apoyo militar fundamental. Y más allá del apoyo militar, el apoyo moral que ha dado a los ucranios ha sido profundo”.
La visita de Scholz a Washington es la segunda del canciller en poco más de un año; el dirigente alemán había acudido a la Casa Blanca apenas semanas antes del comienzo de la guerra. En esta ocasión, la fanfarria que rodea a este tipo de viajes se ha reducido al mínimo. Una hora de reunión en el Despacho Oval ―una parte de ella, a solas entre los dos líderes―, sin rueda de prensa ni grupo de periodistas acompañando al dirigente alemán. Ambos dirigentes, según había explicado un alto funcionario de EE. UU., “querían que fuera una reunión de trabajo, querían meterse en profundidad, centrarse en los temas de Ucrania”. “Una señal del buen estado en el que está la relación”, según el alto funcionario.
Ambos tenían previsto abordar también la posición de China: Washington denuncia que el Gobierno del presidente Xi Jinping se plantea por primera vez suministrar armamento a Rusia, su gran socio estratégico, y ha advertido de “graves consecuencias” si Pekín opta por tomar ese camino. Scholz, cuyo país mantiene excelentes relaciones comerciales con el gigante asiático, también ha instado a China a no ayudar a Moscú.
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Las declaraciones públicas de unidad tratan también de galvanizar a los socios europeos para mantener su apoyo a Ucrania cuando el conflicto parece a punto de entrar en una nueva fase, en la que Moscú y Kiev preparan nuevas ofensivas. Biden ha llevado a cabo una intensa campaña de contactos entre los aliados para asegurarse de que no se producen fisuras en las posiciones. La semana pasada, a su visita por sorpresa a Kiev, sumó una reunión con los países del Este de Europa, miembros de la OTAN; en siete días, recibirá en la Casa Blanca a Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea.
La perspectiva de una guerra que se alarga puede acentuar divisiones que ya se insinúan entre los aliados, donde algunos ya instan a la celebración de conversaciones de paz.
En sus propias naciones, los dos dirigentes registran un aumento de la resistencia entre su ciudadanía a una ayuda incondicional y voluminosa a Ucrania por tiempo indefinido. En Estados Unidos, hace un año la mitad de los adultos percibía la invasión rusa a Ucrania como una gran amenaza a los intereses del país. En enero de 2023, esa proporción había caído al 35%. Entre los votantes republicanos, el descenso era aún más acusado: del 51% del comienzo de la guerra al 29% de ahora. Entre este grupo ideológico, cuatro de cada diez ciudadanos considera “demasiada” la asistencia a Kiev; al comienzo de la guerra solo un 9% pensaba así.
En paralelo a la pérdida de entusiasmo entre la opinión pública, algunos legisladores republicanos ya han expresado su escepticismo ante un apoyo que se alarga y no tiene visos de acabar. La inminente entrada en modo de campaña electoral en este país, ante las presidenciales de noviembre de 2024, presagia un posible endurecimiento de esas posiciones.
Incluso la unidad de la que han hecho alarde Biden y Scholz se ha visto puesta a prueba. Este fin de semana, el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, indicaba en declaraciones a la cadena de televisión ABC que Biden dio el visto bueno en enero al envío de tanques Abrams a Ucrania, pese a las recomendaciones en contra de sus asesores militares, porque Scholz lo reclamaba como condición para autorizar a su vez la entrega de Leopards. Berlín, por contra, sostiene que Biden se dio cuenta de que el envío era necesario y la decisión de mandar tanques fue consensuada. Inicialmente, ambos gobiernos se habían resistido a autorizar el envío al considerar que podría causar graves represalias de Rusia en Ucrania.
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