A raíz de la visita del presidente Biden a El Paso y Ciudad de México esta semana, es fundamental recordar que la frontera, así como la relación entre Estados Unidos y México, son mucho más que una cuestión de emigración.
Ningún país influye tanto en la vida cotidiana de Estados Unidos como México. Las historias relacionadas con la emigración van a dominar indudablemente gran parte de la cobertura informativa. Sin embargo, ahora que se cierne la amenaza constante de China, sería irresponsable no adoptar una visión más global de la relación más trascendental para nuestro país ‒su asociación con México‒ desde el punto de vista de los lazos económicos, culturales y humanos que nos han unido y nos unirán siempre.
No cabe duda de que es clave contar con un sistema migratorio bien ordenado, humano y justo, y una frontera segura que lo acompañe. Después de todo, entre la opinión pública estadounidense existe mucho más acuerdo en materia de emigración de lo que dan a entender los enfrentamientos políticos en Washington. La ciudadanía estadounidense ha mostrado invariablemente su apoyo a las reformas de sentido común del sistema de emigración, las vías de obtención de la nacionalidad para los dreamers, e incluso el acceso al asilo. El viaje del presidente Biden es un recordatorio de que nos queda mucho trabajo por hacer en este frente. Pero no podemos permitir que una visión estrecha de la frontera se imponga a unas soluciones realistas a la emigración, ni que ensombrezca la relación entre Estados Unidos y México —cuya importancia es crítica y va mucho más allá de los desplazamientos geográficos—, o nuestra responsabilidad colectiva en profundizarla.
La asociación con México es fundamental para la competitividad económica estadounidense, ya que contribuye de manera significativa a la creación de puestos de trabajo bien remunerados en todo Estados Unidos, y es clave para crear otros nuevos como parte de la actual recuperación del empleo. Pero puede y debe haber más. La competitividad de Estados Unidos en el mundo frente a China depende de una relación más profunda y dinámica con México y Canadá.
Las profundas interconexiones entre nuestros dos países hacen que todo el mundo a ambos lados de la frontera, desde las regiones fronterizas de Texas, Nuevo México, Arizona y California hasta las comunidades situadas a muchos kilómetros de ella, como las fábricas de automóviles de Detroit o las plantas de procesamiento de productos agrícolas de Iowa, sea parte interesada en una relación binacional, incluso aunque no sea consciente de ello.
Actualmente, entre nuestros dos países se intercambia diariamente una media de 1.980 millones de dólares en bienes y servicios, y 26 estados de Estados Unidos consideran a México su primer o su segundo mercado de exportación. Las cadenas de suministro norteamericanas que incluyen a México son fundamentales para la industria automovilística estadounidense, para abastecer de alimentos las mesas del país y para facilitar un acceso fiable a equipos médicos, entre ellos los equipos de protección individual, además de para otros sectores clave. Tenemos una larga y rica historia común y un destino compartido de crecimiento futuro. Nuestros líderes deben seguir construyendo y reforzando esos lazos comerciales y económicos que fortalecen a las familias a ambos lados de la frontera. Los beneficios económicos pueden repercutir en zonas mucho más allá de la propia región fronteriza.
Los lazos humanos son aún más profundos que los comerciales. Las personas de origen mexicano representaban casi el 60% (es decir, unos 37,2 millones de habitantes) de la población hispana total de Estados Unidos en 2021. Asimismo, la mayor comunidad de estadounidenses en el extranjero vive en México.
Por todas estas razones, es imperativo un diálogo abierto entre los líderes de ambos países sobre el estado y el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y México, particularmente en materia de economía, tecnología, emprendimiento, educación y, desde luego, emigración, además de otros temas cruciales. Esta cumbre constituye una gran oportunidad no solo para reforzar los aspectos positivos de la relación entre Estados Unidos y México, sino también para trazar los próximos 200 años de cooperación y prosperidad sostenidas.
El mes pasado, el Instituto Equis encabezó una delegación de líderes estadounidenses de origen mexicano procedentes de un amplio espectro de sectores, entre ellos las artes, la cultura, los negocios, los medios de comunicación, el mundo académico y las políticas públicas, que viajó a México con motivo de las celebraciones del bicentenario iniciadas el 12 de diciembre. Allí pudimos ver con nuestros propios ojos lo interconectadas que están y lo ricas que son las historias de nuestros países. La delegación se reunió con sus homólogos mexicanos, así como con funcionarios gubernamentales de ambos países, para una serie de debates y encuentros culturales dirigidos a allanar el camino a iniciativas que se desarrollarán a lo largo del año próximo con el fin de profundizar la relación entre nuestras naciones.
La Cumbre de Líderes de América del Norte en la que participó el presidente junto con su homólogo mexicano Andrés Manuel López Obrador y el primer ministro canadiense Justin Trudeau en Ciudad de México constituye un paso fundamental para seguir forjando alianzas sólidas con nuestros vecinos más próximos. Y no podría haber llegado en mejor momento. En lo que respecta a la relación bilateral entre México y Estados
Unidos, este viaje brinda al presidente Biden la oportunidad de conmemorar los 200 años de relaciones diplomáticas formales entre nuestros dos países. Junto con el presidente López Obrador, el presidente Biden no solo tiene ocasión de celebrar el bicentenario, sino también de ayudarnos a todos a reflexionar sobre la importancia de mejorar un conocimiento de nuestros países que reconozca todo el alcance de los ricos lazos históricos, culturales y económicos entre nosotros.
Esta semana, el presidente Biden pondrá de su parte para impulsar la relación entre Estados Unidos y México. En los próximos días, semanas y meses, todos tendremos la responsabilidad de desarrollar la relación de manera que mejore la vida a ambos lados de nuestra frontera común. Al fin y al cabo, la relación entre Estados Unidos y México es demasiado compleja e importante como para quedar solo en manos de los Gobiernos de nuestros dos países, independientemente de quién esté en el poder.
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