Europa ante las emboscadas de Trump



La lucha tecnológica —contra el avance chino, abanderado por Huawei— es causa y sustancia de la guerra comercial que Donald Trump decretó contra todo y contra todos. Y esta, factor clave en el pulso por la hegemonía mundial a decenios vista.

Pero estas guerras habían entrado en periodo de sordina y ablandamiento con la tregua parcial acordada entre Washington y Pekín (15 de enero). Con ella se cancelaba buena parte de los aranceles que Trump había decretado en otoño (pero en diferido), con efectos para el pasado diciembre. Y se evitaba que el 100% del comercio bilateral quedase más gravado.
La actitud de aparente serenidad recibió ampliación y espaldarazo la semana pasada en Davos. Francia anunció que aplazaba la tasa Google a los beneficios no declarados de las grandes tecnológicas, hasta lograr un pacto sobre la misma en la OCDE. En la cumbre del G20 de Biarritz (26-8-2019) había prometido, ay, mucho más: que la aplicaría con carácter provisional hasta ese acuerdo futuro.
Y el mandatario de EE UU y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, trenzaron ahí mimbres para el cesto donde enterrar diferendos pendientes. Ella hizo votos para negociar un armisticio sectorial “en pocas semanas”. Él, por culminarlo antes de noviembre. Verde y con asas: antes de la elección presidencial.
Atención, europeos. Las emboscadas y las reconciliaciones del magnate exhiben, como nunca, más que razones económicas, intereses electorales. Le augura votos que China abra sus silos a las exportaciones agrícolas norteamericanas por 200.000 millones de dólares. Todo tiene un precio… a ingresar en la cuenta personal, no en la nacional. Sus emboscatreguas se solapan entre pasiones súbitas e invectivas vulgares y hoscas: es “más difícil hacer negocios con los europeos que con China”: así aderezó en Davos sus promesas de paz con Bruselas.
Mientras, sus edecanes volvían a evocar posibles subidas de los aranceles contra la automoción europea (del 2,5% al 25%). Para más inri, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, acaba de amenazar con un inamistoso “reaccionaremos” a la fiscalidad ecológica que prepara Bruselas como parte gravitacional del Pacto Verde Europeo: contra su prioridad absoluta.
Y ahora se reabre el melón de Huawei: Washington prohibió el uso de su tecnología en todas las instituciones oficiales, y presionó a Londres para que le imitase. Boris Johnson ha anunciado que permitirá a esa empresa participar en su red de 5G —aunque no en subsectores estratégicos—, haciendo caso omiso a los envites de Trump. Y ahora la UE sigue los pasos del británico. Nueva escaramuza en las emboscadas de Trump.
Pero Europa puede y debe desplegar firmeza. Así ha reconstituido (parcial y provisionalmente) en Davos el mecanismo de la OMC para dirimir litigios, con dos docenas de países clave, entre ellos China, Corea, Suiza o Nueva Zelanda. Esperando a que Washington recobre un día la sensatez.


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