Fiebre por la Real en el año del virus

La felicidad del final se ha hecho demasiado de rogar para el espectáculo que ha brindado la Real en un viaje vibrante de 38 estaciones. La clasificación a Europa fue certificada en la última de todas, nada más cruzar la línea de meta, pero la aventura ha mantenido en estado de entusiasmo al realismo. El equipo terminó sexto ganando casi la mitad de los partidos, siendo el cuarto que más goles ha marcado de la Liga y luciendo una salud resplandeciente de fútbol en su aproximación más académica.

El cumplimiento de los objetivos es el broche dorado a una sobresaliente trayectoria, eterna puesto que ha durado 11 meses. De agosto a julio, con el brusco bandazo de la pandemia, tiempo en que la Real ha vivido de todo.

La victoria ha correspondido a la escuadra de Imanol en el 42% de las ocasiones. La Real se ha basado en una fiabilidad a prueba de bomba, ocupando zona de Europa en todas las jornadas del campeonato salvo tres: la primera, la tercera y la vigesimosegunda, siempre teniendo en cuenta que el séptimo puesto ha otorgado billete continental. La frialdad de las estadísticas se refugia en el deporte al calor de las virtudes o defectos que los profesionales son capaces de transmitir.

Más allá de los números, la Real pisó fuerte para ponerse segundo en la sexta jornada gracias a su estilo efectista de llevar la iniciativa contra quien fuera. Lejos de desvanecerse, en invierno se hizo respetar sin que la convivencia con la Copa le pasara factura. La detención repentina del fútbol por el coronavirus sí complicó la vida a los realistas, que retomaron la actividad con el pie cambiado, perdidos en la soledad de los campos sin gente y con la musculatura muy deteriorada. Un colosal sprint final, sin perder contra Villarreal, Sevilla y Atlético de Madrid, clavó la reivindicación de que la Real tenía que ser uno de los conjuntos triunfantes del ejercicio.

Anoeta, una olla sin pistas

Los 23 miembros de la primera plantilla más todos los del Sanse que, sobre todo en la recta final, se han ido haciendo un hueco en el primer equipo, han carburado al son del arquitecto Imanol
Alguacil. El nombre propio del entrenador acapara con justicia -si es que existe- los encabezamientos de esta magnífica Real, si bien ha necesitado del sobresaliente rendimiento de sus piezas para que su plan prosperara. Mikel
Merino emerge con adicional autoridad por encima del resto. El navarro ha jugado más que nadie en esta Liga.

Merino y Oyarzabal son los dos futbolistas que han rebasado la barrera de los 3.000 minutos disputados en las 38 jornadas ligueras. El eibarrés, santo y seña, redunda en su liderazgo por su espíritu o las 11 asistencias que ha repartido. Es el tercero mejor del campeonato en este apartado, tras Messi y Benzema. Y ha marcado nueve goles. A la cabeza de los registros goleadores se realza la imponente figura de Willian
José, quien ha anotado 11 tantos para ser el máximo artillero txuri urdin.

La Real ha utilizado a 25 jugadores. Zaldua, Zubeldia, Merino y Oyarzabal han dado forma a una columna vertebral completada por el resto de la alineación predilecta de Imanol en base a los minutos sumados: Remiro, Llorente, Le
Normand, Monreal, Odegaard, Portu y Willian
José. Aritz
Elustondo, Isak y Januzaj ha aderezado la potencia de un equipo ganador.

El vacío provocado por la pandemia en los estadios hace que el cuento anterior parezca un producto de la imaginación. La primera temporada de un Anoeta sin pistas duró de agosto hasta marzo , desde cuando hubo que jugar sin público. La atmósfera generada en el estadio ha sido otra cara amable. Fiebre por la Real en una olla a presión, cercenada por un virus.


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