Gasol & Co.


El extraordinario salto cualitativo que promovieron los Juegos Olímpicos de 1992 fue catapultado después por una generación de deportistas aparecidos con el cambio de siglo: allí empezaron a derribarse fronteras que parecían infranqueables. Pau Gasol fue uno de los más excepcionales, pero no es ya una excepción, por fortuna. Lo han conseguido algunos otros con un talante que ha creado escuela, de manera espontánea, y sin duda en deuda con el trabajo de entrenadores, médicos, fisioterapeutas y psicólogos. No son fanfarrones, no avasallan, cultivan las inevitables relaciones públicas pero eluden el exhibicionismo narcisista o la prepotencia del triunfador. Pau Gasol ha sido uno de los miembros centrales de esa cofradía en que se inscriben figuras de primer nivel mundial como su amigo Rafa Nadal, su mismo hermano Marc, Ricky Rubio o Marc Márquez, en una estela en la que figuran también desde hace años nombres de campeonas como Mireia Belmonte, Laia Sanz o Carolina Marín.

La determinación y valentía de Pau Gasol corrieron paralelas a su talento cuando emprendió el desafío de la NBA en 2001. El pívot de Sant Boi no se arredró ni ante el intimidador Kevin Garnett primero, ni ante las críticas de blando con que un sector de la prensa estadounidense le identificó durante años. De la misma forma que apabulló a Garnett con un mate que zanjó la cuestión para siempre, fue fundamental su aportación a los dos anillos que obtuvieron los Lakers de Kobe Bryant en 2009 y 2010. “Nunca me puse límites ni dejé que nadie me los pusiera”, dice Pau. Es la línea de pensamiento que compartieron varios jugadores de su generación y de las siguientes, como Navarro, Felipe Reyes, Rudy Fernández o Sergio Rodríguez.

España ha ido ganando en los últimos veinte años lo que nunca había ganado en múltiples disciplinas y en múltiples competiciones: no es extraño que el orgullo patriótico haya vivido la alegría de compartir colores, emociones, afición. Por eso Pau Gasol tiene algo de icónico en ese elenco, más allá de su extraordinaria calidad como deportista: su retirada no es un fin de ciclo, es más bien el testimonio de una aventura colectiva que rinde resultados y arrastra a múltiples sectores de la afición, ya sin ceñirse a momocultivo alguno. El deporte en España se quitó los complejos hace tiempo: el balonmano consiguió su primer mundial en 2005, el fútbol en 2010, la selección femenina de baloncesto ganó tres Europeos entre 2013 y 2019 y fue subcampeona mundial en 2014 y olímpica en 2016, la femenina de balonmano también subió a todos los podios y el waterpolo femenino es actual campeón de Europa y el masculino subcampeón mundial. A casi nada de eso estaba acostumbrada la afición en España, aunque siga habiendo profesionales de la autoflagelación masoquista.


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