Guillermo Galeote: un caballero sin espada

Guillermo Galeote en una comparecencia en la comisión de financiación de los partido políticos en el Congreso, en 1994. LUIS MAGÁN
Guillermo Galeote en una comparecencia en la comisión de financiación de los partido políticos en el Congreso, en 1994. LUIS MAGÁN

La noticia de la muerte de Guillermo Galeote puede ser que no signifique mucho para las generaciones más jóvenes, pero los que le conocimos sabemos de la importancia que para la democracia española tuvo un hombre que no prefería los grandes escenarios, que trabajaba siempre en un espacio de discreción, por su humilde condición natural.

Todos los que tuvimos la fortuna de compartir con él las alegrías y las penas de la construcción de un proyecto democrático para la nación somos conscientes de la extraordinaria personalidad que acaba de abandonarnos.

Sobre todas las circunstancias, Guillermo era un amigo. Han sido para mi 60 años de amistad, desde los tiempos de la Universidad, cuando creamos el cineclub universitario de Sevilla, cuando cada sábado nos encontrábamos en el Pabellón de Chile de la Exposición de 1929 para proyectar las películas que no tenían acceso a las pantallas de cine. Antes, presentábamos la película y al terminar la proyección, iniciábamos un coloquio que de manera indefectible acababa en una crítica mordaz a la dictadura. Aquellos actos representaron una verdadera escuela política en la que aprendimos a medir el pulso de nuestra juventud de entonces.

Durante años, Guillermo fue un pilar de la organización socialista —primero clandestinamente, después legalmente—, uno de los primeros en aquel grupo de sevillanos que habría de alcanzar la dirección del PSOE y del Gobierno de España.

Guillermo poseía una inteligencia natural, especialmente dotada para el análisis de los acontecimientos, aunque estos no le importaban tanto como conocer las causas y las consecuencias de los hechos. Por esta razón, acostumbraba a leer los periódicos —los leía todos— con un retraso deliberado de uno o varios días, pues sostenía que la noticia, la novedad, cambiaba con el paso del tiempo; los añadidos, las aclaraciones, las declaraciones de unos y otros desgajaban de lo noticioso el verdadero significado de lo sucedido.

Junto a Roberto Dorado, Guillermo era pieza fundamental en el Grupo de Estrategia que proporcionó durante años a la dirección del partido los elementos básicos para la toma de decisiones. En los debates internos, Guillermo hablaba poco, pero sus intervenciones eran tan agudas, tan desnudas de sofisticación política, que ahí se detenía el debate, no había más que añadir. Muchas de las ideas atribuidas a uno u otro dirigente socialista eran creación de Guillermo Galeote.

Guillermo fue un hombre abnegado, sacrificado, no fue tratado bien ni por los ajenos ni por los propios. En la hora de la muerte muchos reflexionan y están dispuestos a reconocer la excelencia de su condición humana —a pesar de que alguno queda, dispuesto a mancillar su ejemplar trayectoria—, pero en los momentos en los que la actitud personal puede hacer vacilar el destino de una organización no se sabe valorar la grandeza de personas como Guillermo Galeote, dispuesto siempre a la expiación personal para eximir la responsabilidad de los demás. Fue siempre un hombre íntegro. A pesar de ello, hubo de sufrir la injusticia y la maldad, pero no es tiempo de ajustes con el pasado, él no lo hubiese querido. Es la hora de recordar a un hombre excepcional con quien el socialismo tiene una deuda magnífica, como la democracia y la recuperación de España que se produjo en los años 80.

Lo saben bien sus hijos Guillermo, Carlos y Esther, lo sabe Elena, lo saben sus amigos y compañeros: lo que hemos perdido es un hombre bueno y también un sustento inmenso de nuestros principios, de nuestras ideas de justicia y libertad. Sin Guillermo son muchas las cosas que hubieran sido diferentes.

Guillermo se ha marchado de manera discreta, como fue su vida toda, sin incomodar a nadie. Ahora todos saben lo grande que era, pero tal vez lo saben demasiado tarde. Es lo que ocurre siempre, es muy difícil aceptar la excelencia de los vivos, el día de las alabanzas llega cuando están sonando las campanas.

En los tiempos políticos que vivimos, como nos recuerda Rob Riemen, no son pocos los que condenan sin piedad las deficiencias de la democracia, en tanto que se muestran muy condescendientes con los crímenes más execrables, siempre y cuando estos concuerden con sus perspectivas ideológicas.

Guillermo siempre se mantuvo fiel a la búsqueda de la verdad, combatiente contra la demagogia y los populismos. Con su muerte perdemos su magisterio puro y desinteresado.

La realidad, su pérdida, quiere sobreponerse a nuestros sentimientos pero no los derrotará, por, que seguimos teniendo a Guillermo en nuestro corazón; si seguimos queriéndole no triunfará la muerte.

Guillermo Galeote, médico internista y político, fue secretario de finanzas, y de prensa y propaganda del PSOE, y diputado por Córdoba. Falleció este jueves en Madrid a los 79 años.


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