El candidato a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro, en campaña. El pasado 3 de abril.

Gustavo Petro acelera ante el temor de una segunda vuelta muy ajustada contra Fico

El candidato a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro, en campaña. El pasado 3 de abril.
El candidato a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro, en campaña. El pasado 3 de abril.rrss

El equipo de campaña de Gustavo Petro ha apretado el acelerador. Representantes de la coalición de izquierdas, senadores electos, concejales y alcaldes hacen campaña por todo el país para tratar de zanjar en la primera vuelta las elecciones presidenciales de Colombia que se celebran dentro de dos meses. El exalcalde de Bogotá, favorito ahora mismo según todos los sondeos, necesitaría lograr una mayoría simple, algo que solo ha conseguido antes Álvaro Uribe. De no conseguirlo y pasar a una segunda, en la que solo quedarían dos candidatos, las encuestas vaticinan que la distancia entre Petro y Fico Gutiérrez, el candidato de la derecha, sería muy estrecha. Se convertiría en una pelea de voto a voto.

La gente de Petro hace un trabajo “persona a persona”, cuenta alguien cercano al candidato. Su número 2, Francia Márquez, se ha instalado en Medellín, la segunda ciudad colombiana, donde la derecha ganó con claridad. Fico fue alcalde de esa ciudad entre 2016 y 2019. Esa hiperactividad afecta al propio Petro, que ha multiplicado sus apariciones en programas de entretenimiento. También por todo el país. Este fin de semana lo recorrió de punta a punta, dejándose ver en comunidades indígenas, en lugares históricamente olvidados como Vichada y en la ciudad amazónica de Leticia. Allí le colocaron una corona de plumas en la cabeza.

Petro logró unos grandes resultados en las primarias y el Senado. Dobló en votos a Fico. Nunca antes un candidato de izquierdas había estado tan bien colocado para llegar a la Casa de Nariño en la historia moderna del país. Nunca antes el propio Petro había estado tan cerca de conseguirlo, después de fracasar las dos veces que se presentó antes. Nadie duda de que él pasará a segunda vuelta. Entre los otros siete nombres saldrá su rival, pero en realidad solo dos tienen opciones reales. El favorito, Fico, y en segundo lugar y el único que puede competirle en serio, Sergio Fajardo, el candidato de centro.

En este escenario, de acuerdo a la encuesta de las firmas Guarumo y EconoAnalítica Medición, Petro lograría el 34% de los votos en primera y Fico, el 25. El izquierdista estaría lejos de su objetivo, para lo que necesitaría 17 puntos porcentuales más. Entonces se quedarían cara a cara los dos que más opciones tienen. En la segunda, Fico lograría un 43,5% y Petro, un 40,1. La encuestadora lo considera un empate técnico porque el margen de error del estudio (en el que participaron 1.865 personas) de dos puntos y medio. En el segundo sondeo, de CNC, el resultado se invierte y Petro es el ganador (43,1% frente a 40,1). Sea como sea, Petro perdería su condición de favorito después de la primera curva y debería enfrentar a un final muy ajustado. La campaña se puede resumir en todos contra Petro.

De ahí que los estrategas de Petro vean la necesidad de echar el resto en estos dos meses que quedan por delante. Distanciados del Partido Liberal por cuitas políticas, necesitan más que nunca abrirse a nuevas mayorías. Cuentan un candidato incansable, que ha dedicado su vida a llegar hasta este punto. Petro tiene 61 años, 14 más que Fico, pero vive en campaña perpetua desde que hace cuatro años perdiera frente al hoy presidente Iván Duque. Su convicción, y la de su equipo, es que detrás del hombre de la derecha está toda la maquinaria de la costa Atlántica que quiere impedir su llegada al poder a toda costa. Estiman que pueden comprar un millón de votos. “Eso es un peligro y un riesgo”, dicen. No resulta nada fácil impedirlo. Se sabe que se pagan unos 25 dólares por voto. Los que acceden a hacerlo se presentan en una casa cercana al lugar de votación con una fotografía que demuestra el voto. Hay mafias que utilizan este método desde hace décadas.

El tema en sí esconde una trampa para él. A veces ha insinuado que puede producirse un fraude electoral en su contra. Las instituciones colombianas han demostrado fortaleza cuando se les ha cuestionado, como en el último caso de la registraduría (la que vela por las elecciones). La coalición de izquierdas reclamó casi 500.000 votos que por un error de procedimiento no les habían contabilizado. Se los dieron, lo que le otorgó dos senadores más. Entonces desde la derecha se dijo que el fraude lo había cometido Petro. Duque llegó a pedir que se volvieran a recontar los votos, algo imposible por ley. El clima de confusión no le favoreció. Seguramente no hubo ningún fraude, fue un error que se subsanó. Pero en el ambiente quedó un aroma a sospecha que le incluye a él mismo.

“Lo único que puede hacer es equivocarse”, añaden desde su entorno. Es decir, solo puede perder si comete errores. Es una forma de verlo. No parece que eso pueda ocurrir en los debates, donde se muestra sólido y con más empaque que sus adversarios —aunque en política nunca se sabe dónde está escondida la mina que te hará saltar por los aires—. En cualquier caso, para evitar un final ajustado necesita una campaña intensiva, persona por persona, puerta por puerta. Su intención es convencer, al menos, a más de la mitad de Colombia.

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