Hall of Fame 2020: una clase atípica pero de leyenda

El Salón de la Fama del baloncesto reúne cada año a lo mejor del deporte de la pelota naranja para dar la bienvenida a una nueva camada de leyendas que, tras una ceremonia plagada de discursos, anécdotas y encuentros entre viejos amigos, entra a formar parte de la historia del baloncesto. Esto ha sido siempre así y lo seguirá siendo; siempre, excepto este año.



El coronavirus ha obligado a paralizar el deporte en casi todo el planeta y la NBA no ha sido inmune a esto, aunque más bien ha liderado un movimiento que ha acabado con la suspensión de la gran parte de las competiciones deportivas. No obstante, todo aquello que pueda llevarse a cabo sin la necesidad de un público físico y manteniendo las normas del distanciamiento impuestas, puede seguir su curso. Así ha sucedido con la confirmación de los elegidos para entrar al salón de la fama en 2020.

Este sábado el Naismith Memorial Basketball Hall of Fame, que habitualmente revela a los elegidos durante la Final Four del campeonato universitario, televisó desde los estudios de ESPN su veredicto. Los nombres no eran ningún secreto, pero la confirmación oficial ayuda precisamente a eso, a confirmar a tres hombres como las caras más importantes de estas últimas dos décadas de baloncesto en la NBA.

Kobe Bryant, Tim Duncan y Kevin Garnett representan a la NBA del siglo XXI. A la liga que tuvo que rehacerse tras el adiós de Jordan y reinventarse para liderar el cambio en una nueva era donde la tecnología, el vídeo y los highlights eran protagonistas. Entre los tres reinaron en una competición que jamás los olvidará, sobre todo en el caso de Bryant, que nos dejaba hace apenas unos meses en un trágico accidente de helicóptero. Este trío, retirados al unísono en 2016, sumó durante más de dos décadas todos los títulos y galardones posibles. Once anillos de campeón, cuatro premios MVP, otros cinco en las finales, casi cuarenta elecciones para los mejores quintetos… Y así hasta la extenuación.

Sus perfiles fueron siempre muy distintos pero su hambre de ganar la misma. Alguno lo hizo más que el otro, pero ninguno dejó de intentarlo hasta el final. Para hacerse una idea de cuán grandes fueron los integrantes de esta camada basta con sumar las veces que fueron elegidos para el All Star Game durante sus carreras: un total de 48 elecciones entre los tres. Ningún trío retirado en la misma temporada se acerca siquiera a esta cifra. Hay que remontarse a 2003 para ver algo similar, tras el adiós de Michael Jordan, David Robinson y John Stockton, tres mastodontes de este deporte que, sin embargo, sumaron 34 presencias en el partido de las estrellas entre ellos.

Tim Duncan

Quizás el más exitoso de los tres, Duncan lideró desde el silencio un proyecto ganador que duró más de dos décadas. A su lado vio el adiós de Robinson, la llegada y crecimiento de Parker o Ginobili y sobre todo, estableció junto a Gregg Popovich una cultura ganadora en San Antonio. Cinco anillos de campeón, dos premios MVP y en tres ocasiones se hizo también con el galardón al jugador más valioso de las Finales. Respetado por toda la liga y temido a partes iguales, este chico de las Islas Vírgenes representó todo lo bueno que tenía la liga y se convirtió en uno de los mejores, sino el mejor, ala-pívots de toda la historia de la NBA.

A lo largo de sus 19 años de carrera, Duncan lideró la NBA en tiros libres, lanzamientos de campo, rebotes y, quizás mostrando lo que más le caracterizó, rating defensivo. Esto lo hizo hasta en cuatro ocasiones, la última apenas tres años antes de retirarse. Construyó junto a Popovich la maraña defensiva de ayudas de los Spurs, un sistema tan destructivo que todos temían enfrentarse a él. Y a la vez, en el otro lado del campo, un juego bello, coral y generoso que fue la envidia de todo el mundo. El anillo de 2014 probablemente sea el cénit de su obra, The Beatiful Game
. Por esto y mucho más, pocos merecen su lugar en el Hall of Fame más que Tim Duncan.

Tim Duncan y Gregg Popovich conversan en el banquillo en una imagen de archivo.
Tim Duncan y Gregg Popovich conversan en el banquillo en una imagen de archivo.

Kevin Garnett

The Big Ticket. Un adelantado a su tiempo que hizo del esfuerzo y el sudor su carta de presentación. Y no fue porque le faltase talento, porque éste le sobraba. Lo hizo porque él no concebía otra forma de jugar al baloncesto. Aterrizó en la liga en Minnesota, donde intentó por todos los medios hacer un equipo campeón durante más de 10 años. No lo consiguió, así que dio el salto a Boston, a un proyecto ganador. Con los Celtics levantó el título en la temporada 2007-2008, un anillo que más bien podía haber sido una corona que finalmente consagraba al entonces mejor jugador de la liga.

Garnett había ganado antes el MVP de la temporada regular pero 2008 fue la realización de algo más, de que podía triunfar en un equipo. 18.8 puntos, 9.2 rebotes y la sensación de que no era tan bueno como el Garnett de Minnesota; tonterías. Ese año se hizo también con el premio a Defensive Player of the Year y demostró que al baloncesto se gana bajando el culo atrás. Años después, y tras un paso más mediático que otra cosa por Brooklyn, volvería a Minnesota. Lo hizo a modo de gesto con la franquicia que le hizo crecer, como queriendo decir gracias. El agradecimiento, sin embargo, debe ser del mundo del baloncesto a él, por más de 20 años de carrera y un sinfín de recuerdos maravillosos.

Kevin Garnett celebra el título logrado con Boston en 2008.
Kevin Garnett celebra el título logrado con Boston en 2008.

Kobe Bryant

Quizás escribir sobre Kobe sea más difícil de lo que parece. Se ha hablado tanto de él durante estos meses de 2020 que parece inevitable repetirse. Bryant fue la cara más visible de la liga durante la primera década del siglo actual. Lo fue porque para él era inevitable, porque su juego así lo requería y porque el escenario, Los Angeles, lo lleva en cada esquina de su ciudad. Bryant era un ganador. Lo era cuando ganaba y lo era cuando perdía, porque siempre conseguía sacar algo positivo para destrozarte la próxima vez, si es que conseguían batirle. En 18 temporadas jamás vistió un color que no fuera el otro y púrpura y jamás dejó de pelear por ser el mejor.

Casi dos décadas de trabajo y sudor en la liga, una etapa larguísima que le convirtió en el favorito de hombres y mujeres por todo el globo. Fue el único que se atrevió a cuestionar el estatus de Jordan y, vaya, quizás el único que se le acercó realmente. Kobe ganó cinco anillos, un MVP, dos títulos de máximo anotador e innumerables galardones que hacen innecesario hablar de sus éxitos, tan mundialmente conocidos. Quizás de lo que haya que hablar sea de su impacto. De todos esos jugadores jóvenes que han aterrizado en la liga y relatan los consejos que recibieron en su día de la leyenda Laker. A lo mejor a alguien no se le recuerda solo por ganar, sino por el legado que deja detrás. A lo mejor, y solo a lo mejor, es por eso que Kobe Bryant es el candidato póstumo ideal para el Hall of Fame.

Kobe Bryant posa junto a su familia la noche de la ceremonia de retirada de sus camisetas en el Staples Center de Los Angeles.
Kobe Bryant posa junto a su familia la noche de la ceremonia de retirada de sus camisetas en el Staples Center de Los Angeles.

La Clase de 2020 será recordada siempre por muchas cosas. Porque no pudo anunciarse de la forma habitual, porque un virus terrible nos tenía encerrados en casa o porque la temporada ni siquiera preveía poder acabarse. Pero es nuestra labor, como profesionales y aficionados, recordar el enorme talento de tres hombres que cambiaron el devenir de la NBA, jugadores extraterrestres que hicieron tanto por la liga, convirtiéndose en sus mejores embajadores. Porque ser famoso no significa nada pero, el verdadero premio es seguir vivo en el imaginario de la gente.


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