Husillos consigue el oro que le debía el destino

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Husillos cruza la línea por delante de Van Diepen y Bonevacia.
Husillos cruza la línea por delante de Van Diepen y Bonevacia.LUKASZ SZELAG / Reuters

Óscar Husillos perdió una medalla de oro mundial por pisar una raya, y tres años más tarde es un caballo desbocado que se lanza como si la carrera no fuera de dos vueltas a la pista, como si acabara nada más terminar la primera curva, con ansia, con necesidad, con deseo, y su meta está mucho más allá, dos vueltas más tarde.

Los holandeses, tres muy fuertes, Bonevacia, Van Diepen, Dobber, sorprendidos, tardan en reaccionar. Han perdido la posibilidad de agarrar la cuerda con la calle libre, y, galgos tras una liebre que no parece viva, sino mecánica, porque no pierde ritmo ni velocidad (11,14s los 100m del rey de Astudillo, Palencia, su pueblo; 21,32s, los 200m; 32,83s, los 300m), y sigue, y sigue, y los holandeses persiguen, y se acercan, se acercan… Se acercan tanto que Husillos parece condenado como son condenados todos los que salen por encima de sus posibilidades, sin calcular, gastando pronto lo que necesitan al final. Pasados los 300m, el ácido láctico ya está matando al palentino, que se agarrota, se acartona, y parece que corre a cámara lenta. La derrota es inevitable, apuesta el 90% de los espectadores. Pero no, el destino le tenía guardado el oro de Birmingham a Husillos, de 26 años, un cuatrocentista de pista pequeña, que en verano se suele perder, salvo cuando se convierte en el primer motor del relevo largo, y que después de conseguir la medalla de plata en Glasgow 19 con récord de España (45,66s, solo derrotado por el enorme noruego Karsten Warholm) solo consiguió bajar de los 46s en la final del campeonato de España al aire libre (45,83s, muy lejos de su mejor marca en pista de 400m, los 44,73s fruto del gran duelo con Bruno Hortelano en 2018, su año), y después, la pandemia y la ausencia, un año sin competir, de febrero del 20 a febrero del 21. Y después, la agonía, los últimos metros de pura resistencia en Torun, y la victoria. 46,22s. No es la mejor marca de su vida, pero sí la mejor del año, conseguida justo en la carrera en la que había que conseguirla. Segundo, a solo tres centésimas, fue Van Diepen (46,25s) y tercero, Bonevacia, 46,30s.

“Me arriesgué y sufrí un montón, pero mereció la pena”, dijo Husillos en la zona mixta después de soltar unas lágrimas —tan emotivo como explosivo es, tan de pensamiento rápido como rápido de piernas— y acordarse de su entrenador de toda la vida, Luis Ángel Caballero. “Tenía ganas de plantarme en un Europeo y demostrar quién fui hace tres años [Mundial de Birmingham, oro por debajo de los 45s, descalificación]. Hace dos conseguí la plata de Glasgow y hace unas semanas ya dije que venía a Torun con el objetivo de mejorarla. Pero esto no acaba aquí, queda Tokio”.

No solo la de los hombres, la de Jakob Ingebrigtsen, fue una selva, la final de los 1.500m femeninos, pese a contar con nueve finalistas solo, fue igual de salvaje y despiadada, y terrible para Esther Guerrero, la más fuerte de las tres españolas, la que tenía, incluso, posibilidades de ganar. Su oro habría sido un acto de justicia atlética que le negaron pisotones y empujones de las rivales, origen de un error táctico. Agobiada, la atleta de Banyoles (Girona) atacó desde muy lejos, más de 400m, en una final que el trío español (ella, Marta Pérez y Águeda Muñoz) había estado congelando perfectamente. No aguantó su ataque —”me sobraron 80 metros”, admitió la catalana, el referente del nuevo medio fondo español por su personalidad y su actitud, “no tenía pensado tirar a 400m, pero me dieron por detrás y me dije, ‘es ahora’”— la contra liderada por las piernas largas belga Elise Vanderelst, ganadora con 4m 18,44s, tan lenta fue la carrera, la alemana Hanna Klein (segunda, 4m 20,07s), y la inglesa Holly Archer (tercera), a las que se unió la soriana Marta Pérez (4m 20,39s).

El primer resultado que apareció en los marcadores fue frustrante para sus ilusiones. Tras el podio belga-alemán-inglés, cuarta, Soria; quinta Banyoles. Pocos minutos más tarde, sin embargo, los comisarios anunciaron la descalificación por empujones varios de la británica y de la segoviana Águeda Muñoz, que había terminado séptima. Gracias a los despachos, Marta Pérez se vio, de repente en el podio, una imagen que no le desagradó, aunque sí la manera de conseguirlo. “Es duro ganar una medalla de esta manera porque no es nada bonito que haya descalificaciones en tu carrera”, dijo Pérez, de 27 años, médica y atleta, pupila de Antonio Serrano en Madrid, ejemplo puro de atleta perseverante y tenaz que, como Esther Guerrero, campeona de España hace dos semanas por delante de ella y finalmente cuarta en Torun, siempre acaba rindiendo más de lo que se espera de ella y de sus marcas, que no son extraordinarias. “Y yo estaba feliz con mi resultado aun cuando era cuarta. Merezco estar feliz porque la temporada ha sido un poco de altibajos”.

No llegó a dos horas lo que tardaron los británicos en lograr que el jurado de apelación dejara la clasificación como había terminado. Con el triunfo de su reclamación, Archer recuperó el bronce y España, su medio fondo, regresó a la frustración: cuarta, quinta…


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