Instrucciones para evitar agresiones sexuales en ‘Gran Hermano’


“Hay muchas personas trabajando allí… ¡y nadie hizo nada!”. Carlota Prado, malagueña de 25 años, lleva media hora recordando ante una jueza de Colmenar Viejo, Madrid, la noche que le cambió la vida. Le falta el aire de tanto llorar. En el vídeo de su testimonio, del 5 de diciembre de 2018, al que ha tenido acceso EL PAÍS, se ve cómo hace una pausa para recomponerse antes de seguir con la historia de cómo José María López, de la misma edad, con el que mantenía una relación en la casa de Gran Hermano cuando eran concursantes en 2017, abusó supuestamente de ella, que había bebido —el delito de abusos sexuales aún no ha sido juzgado, pero ya ha acabado la instrucción del caso— y estaba inconsciente. Antes de retomar el relato, Carlota Prado lanza, incrédula, esa reflexión: “Nadie hizo nada”. En un programa en el que trabajan cientos de personas, incluso en una noche de viernes como aquel 3 de noviembre, y docenas de ellas miran y archivan todo lo que recogen las cámaras de la casa. Ambos concursantes pasaron el resto de la noche juntos, desayunaron juntos, no fueron separados hasta la tarde del día siguiente, cuando Carlota Prado fue grabada mientras veía el vídeo sola. Le enseñaron las imágenes por segunda vez y tuvo un careo con su supuesto abusador: ¿Por qué nadie entró cuando tuvieron las primeras sospechas, por qué les dejaron juntos horas?

La misma pregunta se había intentado responder días antes en aquel mismo juzgado de instrucción de Colmenar. La fiscal del caso pide dos años y seis meses de prisión para el acusado. El 16 de noviembre de 2018, la juez interrogó a dos responsables y una trabajadora del programa —la supervisora, Súper en la jerga del programa, que estaba de guardia aquella noche—, que hablaron en calidad de testigos. “La persona responsable [aquella noche] es María Robles”, declaró el director general de la productora del concurso de Telecinco, Zeppelin TV, Álvaro Díaz, señalando a la supervisora de guardia. “Estaba en Zaragoza, no presencié los hechos en primera persona”, se defiende Florentino Abad, productor ejecutivo de Gran Hermano, el supervisor habitual y más experimentado del programa. Robles, la tercera entrevistada, no parece haber sido instruida sobre qué hacer en caso de presenciar un posible delito. De sus funciones dice: “Ayudar a los trabajadores que haya en el turno y tengan un problema técnico, resolver dudas de contenidos. Como Súper, ver qué trama seguimos”. La jueza pregunta qué protocolos tiene la productora, responsable de aislar a un puñado de personas durante meses en una casa, si se ve un delito. “Nunca hemos llegado a ese extremo”, responde Abad. Nunca hasta aquel viernes de 2017.

Cuatro chupitos de tequila

Esa noche de noviembre se hizo una fiesta en la casa de Guadalix de la Sierra. No hay consenso sobre cuánto alcohol se sirvió. El consumo de alcohol fue una de las cuestiones que más interesó tanto a la jueza como a los abogados de la acusación y la defensa en los interrogatorios. Abad asegura que a cada concursante se le sirve una copa. Díaz es más laxo: “Una o dos”. “Si hay 12 personas metemos 12 copas, no les decimos que tomen una cada uno”, admite más tarde Abad. La supervisora María Robles asegura que algunos concursantes guardan dosis de otras fiestas; sus jefes Díaz y Flores atestiguan que es imposible. Todos niegan haber servido tequila esa noche pese a que Carlota declara que es justo lo que bebió: cuatro chupitos de tequila. Solo comió “un poquito de pasta y patatas”, como ella misma contó a la jueza, “para intentar tener algo en el estómago”. Tras la polémica, la productora del programa anunció que estaba estudiando “instaurar la política de cero alcohol”.

La supervisora de guardia contó en el juzgado cuándo creyó que las cosas se habían torcido. Ve a Carlota en el sofá durante la fiesta, claramente ebria. José María López no había bebido. “Vi que había un amago de pelea; era contenido para nosotros”, recuerda Robles. Desde la sala de control ve cómo ambos se marchan. “Les presto atención porque no es habitual que dos concursantes abandonen una fiesta tan rápido. Van a discutir, o algo pasa”, prosigue. Carlota va claramente afectada por las copas. “Se tambaleaba, parpadeaba más despacio… A José María lo noté fresco”. La pareja se sienta en la cama. Luego se tumban, vestidos. “Él tapa con el nórdico a ambos”. La Súper les reclama dos veces que se pongan los micros. “Vamos a dormir, Súper”, dice él. Se los acaban colocando.

En la oscuridad, la Súper aprecia unos movimientos bajo el nórdico. Son los minutos objeto de juicio. Todo ocurre bajo el edredón. Ella balbucea: “No puedo”. Saca la mano izquierda y la coloca sobre el cabecero de la cama. “Lo que percibo es la cabeza de Carlota moverse descontrolada, ella con los ojos cerrados. No está siendo consciente. A él no le veo”. La Súper pide asesoramiento a una compañera: “Le digo: ‘Dime, ¿qué estás viendo? Vemos la cabeza de Carlota moverse y ella parece dormida o que no está siendo consciente”.

“¿Por qué decidió que no entraran?”

Según el testimonio de Florencio Abad, Robles le llama en ese momento. Él aconseja que interceda por megafonía y luego se vuelve a dormir. “Llamo a Carlota. Se paran los movimientos que hay debajo del nórdico. Carlota no reacciona”. El abogado de la acusación le pregunta: “Al ver eso, ¿se le representó la posibilidad de que se estuviera cometiendo un delito?”. “Sí”, responde ella. A la pregunta de qué hizo, responde: “Lo que podía hacer. Irrumpir por megafonía y ver si Carlota estaba consciente o no”. No entró ni ordenó que se entrara en la habitación.

-¿Había personal de seguridad en ese momento que pudiera entrar para separar físicamente a las dos partes?, le pregunta en el vídeo el abogado de la acusación.

-Siempre hay personal de seguridad, responde Robles.

-¿Por qué decidió que no entraran?

-No vi lo que estaba pasando.

-Pero vio delito.

Vuelve la pregunta de la responsabilidad: “¿Usted tenía autoridad para dar órdenes al personal de seguridad para que entrara a interrumpir aquello?”.

-No.

-¿Quién la tiene?

-Ahora mismo me pone en un aprieto.

A una pregunta similar, Abad responde de forma diferente: “La potestad [de dar la orden a seguridad] la tiene el el responsable que está en ese momento. María la tiene”.

A las siete de la mañana, Robles vuelve a llamar a Abad para informarle. Él, que estaba en Zaragoza, irá a las instalaciones de Guadalix de la Sierra el domingo por la tarde. Antes se personan Álvaro Díaz y la consejera delegada de Endemol, grupo al que pertenece Zeppelin TV, Pilar Blasco. La cúpula decide expulsar a José María del programa. A Carlota le informan de una manera contraria a las recomendaciones de los especialistas en violencia sexual: sola, sin previo aviso, y mostrándole las imágenes.

Un careo entre víctima y agresor

Tras recibir la noticia, Carlota pide ver a José María inmediatamente. Los responsables del programa accedieron, en contra de lo recomendado por especialistas. Esta vez le acompañan dos psicólogos y alguien del staff. “Pilar Blasco me dijo que bajo ningún concepto me dejaría entrar sola por mi seguridad, y le dije que a mí como si traían a un ejército pero que yo tenía todo el derecho de ver a esa persona”, relata Prado a la jueza. “No sé dónde estaría esa sala, pero entro y me dice que me siente a su lado, cosa que me sentó muy mal y yo acababa de ver las imágenes hacía no sé cuántos minutos. A él no le habían enseñado las imágenes”. Según el testimonio de la concursante, los responsables del programa permitieron un careo entre ambos y le mostraron las imágenes dos veces, una el sábado y otra el domingo. La grabaron mientras las veía la primera vez, sola. Esa secuencia fue publicada por Elconfidencial.es, que también adelantó parte de los testimonios del juicio.

“Le digo: ‘Mira, te le voy a decir muy claro, yo sé lo que ha pasado ya, te estoy dando la oportunidad de que me digas tú qué es lo que ha pasado’. Me dice: ‘No sé qué ha pasado, no tengo nada que contarte”, prosigue. José María López aseguró en su declaración ante la jueza, a cuyo vídeo también ha tenido acceso este periódico, que pensaba en todo momento que fue una actuación consentida: “Ella se restregaba conmigo y yo me restregaba con ella”. Carlota Prado le contó a la jueza que él le había admitido lo que hizo: “Me dice: ‘Bueno, es que solamente fue un segundo’. Claro, cuando me dijo que solamente fue un segundo, se tuvieron que poner en el medio Pilar Blasco y los dos psicólogos, Le dije: ‘mira, ni te acerques a mí’. Porque en ese momento me lo admitió”.

Ese fin de semana, José María López es expulsado y vuelve a Murcia, pero Carlota se queda en un hotel bajo la vigilancia de la productora. “Me dicen que me van a apartar unos días para que me vean psicólogos”, explica ella. En el hotel pasaron varias noches hasta que pudo reunirse con su madre, según detalla la concursante. La persona elegida para estar con ella es María Robles. “¡Me pusieron de niñera a la que se supone que me podía haber evitado todo! Yo no sé qué grado de inhumanidad tiene esta gente. Pero niñera, que yo iba al baño y la mujer se quedaba en la puerta”. Robles dormía con ella. “Me quitaba el mando de la televisión y el teléfono, y tratándome como si yo estuviese pirada o fuese a cometer una locura”. En esos días, empezó a asimilar lo que había visto. “No podía entender por ejemplo por qué estuvo tanto tiempo a mi lado, por qué no lo sacaron, por qué no se preocuparon de que yo me desmayé, por qué no me trataron, por qué no me metieron una B-12 [vitamina que se utiliza en el tratamiento para la intoxicación etílica aguda], tienen instalaciones más que de sobra. Yo he visto las instalaciones. ¡He visto la gente que está ahí en la salita con las pantallas y lo vieron todos como si fuese todo una puta película sin hacer nada!”.

Un segundo calvario

En los casos de abusos o agresiones sexuales existe un segundo calvario para las víctimas: la revictimización. Volver a revivir los hechos, no sentirse creída, ser señalada. Carlota Prado detalla a la jueza cómo empezó a oír la historia en boca de otros. “¡De toda España! De gente en el metro, gente en la calle, gente en el autobús… De gente que incluso era conocida mía… Han llegado a amenazarme, a decirme que soy escoria, hasta que tuve la sanísima idea de dejar todas las redes sociales. Era por todas las vías que usted pueda imaginarse. A mi madre han llegado a meterle cartas por debajo de la puerta, a mi hermana le han hecho la vida imposible en el trabajo. Que me he vendido a Telecinco, que es todo mentira, que estoy dejando una imagen nefasta a las mujeres a las que les pasa eso”.

La productora presentó una denuncia en la comandancia de la Guardia Civil de Colmenar Viejo el sábado 4 de noviembre de 2017 a las 20.22. El pasado diciembre, la imagen de Gran Hermano estaba tan tocada por esta historia que Telecinco suspendió futuras emisiones. El grueso de sus anunciantes había retirado su publicidad. No hay previsión de que vuelva a emitirse.


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