Intereses cruzados en las fusiones bancarias

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (centro) conversa con el presidente de la Fundación La Caixa, Isidre Fainé (izquierda) y el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (centro) conversa con el presidente de la Fundación La Caixa, Isidre Fainé (izquierda) y el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete.Mariscal / EFE

Hace casi 20 años, en este mismo suplemento económico, un editorial titulado El baile de las fusiones, intentaba analizar hasta qué punto los movimientos corporativos que se daban entonces dentro del país eran autónomos del poder político. “Hay grandes preguntas sin contestar, tales como si el Gobierno está siendo un agente activo en ese proceso o es un espectador… Todo parece indicar lo primero”. El texto exhortaba a las empresas a perder el miedo a las alianzas internacionales y a sacudirse presiones localistas. Y citando al economista Robert Reich, hablaba de un futuro en el que no existirían productos, ni tecnologías ni industrias nacionales. Ni siquiera economías nacionales, sino que los bienes fundamentales de las naciones serían la capacidad y destreza de sus ciudadanos.

El futuro está aquí y, en efecto, ha traído fenómenos impensables, pero otros han permanecido. La crisis mundial producida por un virus o el anuncio de una posible fusión entre CaixaBank y Bankia después de muchos acercamientos frustrados se encuadran entre los primeros. Aunque siguen siendo políticos los que hablan en público de la conveniencia o no de la concentración bancaria, más allá de los legítimos intereses que, en este caso, tiene el Estado español como accionista de la entidad madrileña.

El lunes en una entrevista en RTVE, el presidente Pedro Sánchez apoyaba que la operación tiene “una lógica empresarial” y “da certezas en el sector financiero, que va a tener que abordar un proceso de reestructuración”, destacando que el banco será el primero del país y el décimo de Europa. El día siguiente, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, hablaba en unas declaraciones recogidas por el diario económico Cinco Días de “reforzar la participación pública en la toma de decisiones de la nueva entidad”. En cambio, el socio de Gobierno, Unidas Podemos, se ha manifestado repetidamente en contra. ¿Hasta qué punto, entonces, CaixaBank y Bankia acordarán una fusión sin injerencias externas y atendiendo a la conveniencia económica del plan? ¿Hubiese sido preferible una fusión entre bancos de distintos países para evitar solapamientos comerciales y miles de despidos en un momento de crisis? “Creo que tras la reforma de las cajas de ahorro, la politización es muy reducida. Es verdad que el Gobierno tiene que dar su visto bueno, pero es un mero plácet. Tiene más peso lo que diga el mercado y el mercado está respondiendo positivamente. Se ha mejorado mucho en despolitizar el sistema financiero, hace diez años no era así”, opina Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de Funcas.

Para el economista Carmelo Tajadura, la gestión de Bankia, con representantes del Frob sentados en el consejo, ha sido hasta ahora independiente del poder. “A la hora de la fusión es inevitable que el sector público tenga algo que decir. Todo apunta a que las primeras conversaciones las tuvo Isidro Fainé [presidente de la Fundación La Caixa que controla el 40% de CaixaBank] con la ministra de Economía [Nadia Calviño] o con presidente del Frob [Jaime Ponce]. Pero dejando de lado este caso concreto, el poder público siempre interviene algo. Se consulta con los Gobiernos en una instancia temprana, pero ese porcentaje de intromisión es cada vez menor”. El director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, Joaquín Maudos, recalca por correo electrónico que “por muchos mensajes que se lancen, son los consejos de administración, con los informes de los analistas y expertos (generalmente bancos de inversión) los que conocen los costes y beneficios de una fusión y solo compete a ellos tomar esa decisión”.

Pero como recuerda José-Luis Peydró, catedrático Economía en la UPF, banca y Estado han ido históricamente de la mano. “Desde la banca italiana de la Edad Media con acuerdos con el Papa… los bancos dan préstamos a los Estados, y en sentido inverso, sobreviven a las crisis gracias a su apoyo”. Prueba de ello fueron los cuantiosos rescates posteriores a la Gran Recesión. O la importancia que tiene el sector financiero, por ejemplo en países como Estados Unidos, a través de cuantiosas donaciones de banqueros a las campañas presidenciales. Ahora bien, “el BCE no quiere fusiones nacionales”, recuerda Peydró, sino entre entidades de distintos países. Para la banca nacional, abordar una operación de ese calibre significaría no recortar gastos (con despidos) y la necesidad de un gran músculo financiero. “¿Quién tiene la fortaleza suficiente para hacerlo?” se pregunta Carbó. “Para una operación expansiva necesitas más capital, y recordemos que la banca española está capitalizada, pero en la banda baja de Europa”. Otros consultados coinciden: “Ojalá hubiera fusiones transfronterizas como tantas veces reclama el BCE”, piensa Maudos. “Pero como no tenemos una verdadera unión bancaria europea, es muy difícil que se den ese tipo de fusiones, que serían las más convenientes desde el punto de vista de la competencia, ya que no aumentaría la concentración del mercado”. Sin embargo, reconoce que, si de lo que se trata es de recortar gastos, lo mejor es fusionar bancos de un mismo país “por los solapamientos que pueden existir en las redes de oficinas”.

Las operaciones transfronterizas son, en palabras de Tajadura, “difíciles, por los propios Gobiernos y por la regulación (no la del BCE, sino otras leyes nacionales)”. También porque la integración de formas de operar muy alejadas podría complicar el proyecto. Pero tienen una ventaja: no conllevan más concentración en un único país. Lo que lleva a otra pregunta: fortalecer posiciones nacionales en un mercado tan pequeño como España ¿podría ser a costa de perjudicar al consumidor?

Más allá de lo que determine la CNMC, los consultados no ven problemas a priori. “Efectivamente, cuanta más concentración menos competencia, pero estamos en un sistema bastante competitivo”, juzga Peydró. Y si bien es cierto que esa concentración bancaria es mayor en España al promedio de la UE, Maudos apunta a que está muy alejada del nivel que se considera preocupante. “Viendo los estrechos márgenes de intermediación de la banca española en su negocio doméstico, me temo que incluso hay demasiada competencia en algunos productos”.

También Marta Alberni, consultora del área de Banca de AFI, está de acuerdo en que las repercusiones son reducidas. “Si se analizan los índices de concentración que previsiblemente se alcanzarían tras la fusión, no se aprecian niveles que pudieran resultar problemáticos”. Habla incluso de zonas de gran presencia de ambas entidades, como Madrid y Cataluña donde, más que preocupaciones para el consumidor, ve ahorros de costes para la entidad resultante.

Recortes y virus

Otro aspecto delicado en la operación es el contexto: los bancos van a ver cómo la morosidad se dispara por efecto de una crisis en la que se verán obligados a realizar muchas refinanciaciones para evitar quiebras. Y al mismo tiempo, pagar indemnizaciones para los empleados que se van e invertir en la reorganización. Porque, aunque la literatura habla de que las fusiones siempre traen ahorros, cada caso específico es un mundo. “Yo en este caso sería optimista”, apunta el catedrático de la UPF. Entre otras cosas, porque el BCE permite diferir en el tiempo el coste de estas operaciones. También son buenas noticias para los inversores: “Porque en un momento en que los tipos son tan bajos y van a seguir en negativo, con la crisis económica y una mayor competencia de fintech y bigtech… lo cierto es que los accionistas están contentos”.


Source link