Italia se adentra en la elección más complicada del presidente de la República

Italia se adentra en la elección más complicada del presidente de la República


Italia se adentra hoy en la ceremonia institucional más importante de la República para elegir a la persona que sustituirá al actual jefe de Estado, Sergio Mattarella. El elegido, con un mandato de siete años y que saldrá de una votación diaria que solo concluirá cuando se alcance el quórum necesario, deberá pilotar desde el Palacio del Quirinal un periodo crucial de la historia de Italia: consolidar las enormes reformas puestas en marcha por el actual primer ministro, Mario Draghi, e impulsar con los fondos de recuperación europeos —más de 200.000 millones de euros— la modernización de un país cuyo reloj se detuvo hace más de tres décadas.

La batalla para nombrar al nuevo presidente —no hay candidatos oficiales, todo se cocina a través de llamadas— es la más complicada que se recuerda en décadas. El principal candidato, Mario Draghi, sería a todas luces una figura notable para el puesto. Pero su elección dejaría vacante el asiento de primer ministro. Un vacío casi imposible de sustituir con algún nombre capaz de mantener al Gobierno de unidad actual. Si Draghi va al Quirinal, las elecciones anticipadas estarán cada vez más cerca. Pero si no va, las turbulencias y el malhumor en determinados grupos de poder que podría generar invitan a pensar en una situación similar. Hasta el momento, ninguno de los nombres que los partidos han puesto sobre la mesa convence o permite pensar en una salida al entuerto. Por eso, crecen las voces que defienden implorar al actual jefe de Estado que alargue un tiempo su mandato para permitir así a Draghi terminar el suyo y ser elegido para el cargo tras las siguientes elecciones legislativas.

Un cónclave político. Las votaciones para elegir al nuevo presidente de la República comienzan hoy a las tres de la tarde. La ceremonia es una de las más espectaculares de las instituciones italianas, porque reúne a todos los parlamentarios, senadores vitalicios y representantes regionales en la Cámara de Diputados. Todos bajo unas reglas que permiten alargar ad infinitum las votaciones para llegar a un acuerdo y en las que el quórum necesario desciende a medida que se avanza infructuosamente en la elección del candidato. En las tres primeras se necesitan dos tercios: es decir, 673 sobre 1.008 parlamentarios. A partir de la cuarta, sirve solo la mitad más uno. Normalmente, es ahí cuando empiezan a aparecer los candidatos a tener en consideración. Antes, suelen lanzarse los llamados aspirantes de bandera, que sirven para ganar tiempo mientras las negociaciones avanzan paralelamente en algún salón privado.

El nombre del elegido no suele sonar en los primeros escrutinios. Francesco Cossiga, ministro del Interior durante el secuestro de Aldo Moro y primer ministro de 1979 a 1980, es uno de los dos casos que contradicen esa norma no escrita (752 votos de los 977 votantes). El otro es Carlo Azeglio Ciampi (1999-2006), el modelo que ahora se invoca para promover a Draghi: fue banquero y fue primer ministro y presidente casi sin solución de continuidad. El resto, como Mattarella, Giorgio Napolitano u Oscar Luigi Scalfaro (16ª votación), cuajaron después de muchos intentos. Esta circunstancia hace que los partidos tomen las primeras votaciones como una partida de póker y propongan nombres extravagantes.

El Papa de Italia. Mario Draghi es el perfil ideal para la presidencia de la República. Su prestigio internacional, su aparente neutralidad política y su edad (74 años) le convierten en una apuesta segura. Nadie tiene ninguna duda de que sería el mejor candidato —no se ha postulado, pero preguntado por periodistas no ha desmentido su interés—. Otra cosa es que convenga a determinados partidos o que su elección pueda desencadenar una situación demasiado explosiva para Italia. El principal problema de Draghi es el propio Draghi. Nunca en la historia de Italia un primer ministro ha pasado directamente a la Presidencia de la República. Y el sistema no parece todavía preparado para hacerlo.

Si el expresidente del Banco Central Europeo resultase elegido, cosa que entra en sus profundos deseos, quedaría vacante la presidencia del Consejo de Ministros en un momento crítico para el país. Draghi debe dejar lista una sucesión que convenza a todos los partidos que ahora conforman el Ejecutivo de Unidad (todos menos Hermanos de Italia). Y no es algo fácil. Al primer ministro le gustaría un perfil como el de Daniele Franco (actual ministro de Economía) o el de Vittorio Colao (ministro de Innovación Tecnológica). Pero en los partidos consideran que podrían convertirse en hombres de paja de Draghi en el Gobierno.

Si Draghi se convirtiera en presidente de la República, la sombra de las elecciones anticipadas comenzarían a ser un hecho bastante tangible. Sin embargo, cada vez cunde más la idea de que si no lo lograse, tampoco estaría garantizada la legislatura. Los próximos meses serán complicados. Es posible que algunos partidos decidan salir del Ejecutivo de mayoría para marcar un perfil propio y comenzar la guerra de trincheras. En ese escenario, nadie cree que Draghi tenga interés en continuar en el Palacio Chigi. Así que el dilema es fácil: conservar el valor que aporta Draghi a las instituciones llevándolo al Quirinal o apostar por una quema prematura como primer ministro.

Berlusconi, un paso al lado para dictar la línea. Silvio Berlusconi, tres veces primer ministro de Italia, dueño de Mediaset y uno de los hombres más ricos de Europa, prometió a su madre antes de morir que un día sería presidente de la República. Y puede decirse que Il Cavaliere lo ha intentado por tierra, mar y con una insólita y surrealista campaña electoral. El problema es que ni siquiera los suyos creían que un hombre con procesos pendientes, condenado en firme por fraude fiscal y con un historial de escándalos y mala gestión política fuera el indicado para ocupar el puesto de guía moral de Italia. El sábado por la tarde renunció. Pero murió matando y anunció que no apoyará a Draghi. Algo que complica todavía más la partida.

Berlusconi quiere ahora ser el king maker de la partida y no aceptará cualquier nombre que propongan sus socios de la coalición de derecha. Il Cavaliere considera —con razón— que la mayoría de exponentes de esa órbita han sido criaturas políticas de su cosecha o, directamente, becarios suyos. De modo que el dueño de Mediaset podría insistir en un nombre que esté fuera del radar solo para que su orgullo salga lo menos dañado posible de esta contienda.

Mattarella o que todo siga igual. El presidente Mattarella mostró unas fotografías el sábado por la tarde de su despacho lleno de cajas de cartón con sus cosas. Su mandato expira el 3 de febrero —si no hubiera un relevo en esa fecha, ejercería provisionalmente la presidenta del Senado— y ha empezado ya a realizar la mudanza. No quiere repetir. Sin embargo, su entorno ya dijo desde el principio que si la situación fuese crítica, la prima de riesgo se disparase —en los últimos días ha comenzado a subir—, podría pensárselo.

Esta fue la jugada que sucedió con su predecesor, Giorgio Napolitano. Y es lo que muchos parlamentarios empiezan a pedir en voz alta para asegurar que la legislatura continúe al menos hasta septiembre, cuando se aseguran el cobro de la pensión. Mattarella, en un escenario de caos, cotiza al alza estos días.

Una partida en la que Salvini puede ser decisivo

La partida para elegir al siguiente presidente de la República está más abierta que nunca. Especialmente, después de la retirada de Silvio Berlusconi, que intentará condicionar al máximo el voto de la coalición de derecha (Forza Italia, Hermanos de Italia y la Liga). Sin embargo, un dirigente podría ser decisivo para que Mario Draghi sea elegido, siempre y cuando el beneficio sea inmediato. Matteo Salvini se ha abierto en las últimas horas a elegir al actual primer ministro para suceder a Sergio Mattarella en la Jefatura de Estado. Sin embargo, necesitaría que, como mínimo, se garantizase a La Liga la titularidad del Ministerio del Interior. Una plaza que ya ocupó el propio Salvini en el primer Gobierno que presidió Giuseppe Conte y que, en año electoral, le garantizaría una exposición fabulosa.

En caso de que la opción Draghi prosperase, sin embargo, Salvini debería romper la línea dictada por Berlusconi en su retirada, cuando explicitó que el actual primer ministro debe continuar en su puesto hasta el final de la legislatura.

Los otros nombres que maneja la derecha son los de la presidenta del Senado, Maria Elisabetta Caselati, o el del expresidente de la Cámara de Diputados Pier Ferdinando Casini. Todos ellos serían difícilmente aceptables por Berlusconi.

En esta parte del partido podría ser crucial el líder de Italia Viva, Matteo Renzi. El ex primer ministro conserva todavía un nutrido grupo de diputados y senadores que podría usar en el que sería su último gran movimiento político. En las últimas horas, ha habido acercamientos con la derecha y Renzi podría tratar de buscar una salida a su delicada situación política a cambio del apoyo a alguno de los candidatos conservadores.

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.




Source link