Jimina Sabadú: “A la hora de ligar en la Red las mujeres tienen tanta hambre como los hombres, pero menos tragaderas”


A Tinder, cuenta, llegó buscando venganza. No por un desengaño amoroso, sino tras un despido, con ganas de trolear a un mando intermedio que le había hecho la vida imposible. “No le encontré, pero me enganché, hasta casi tener una relación tóxica con la aplicación porque entraba todo el rato”, explica Jimina Sabadú (Madrid, 40 años). Guionista y escritora, obtuvo el premio Lengua de Trapo en 2010 por Celacanto y ha publicado dos libros más de ficción (Los supervivientes y Las palmeras), pero su primera incursión en el ensayo, La conquista de Tinder (Turner), es resultado de esa intoxicación.

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Sabadú, cuyo nombre de pluma recoge el que se inventó de pequeña cuando jugaba con un grupo de amigos del vecindario, parte de un diagnóstico de su generación, esa a la que “el futuro les pasó por encima” y que no ha logrado encontrar la estabilidad laboral y económica de la que gozaron sus padres. En su libro, esta columnista de EL PAÍS, analiza el rápido avance tanto de la tecnología como del marketing, que ha resultado en un auge indiscutible de las webs y aplicaciones para ligar. “Hace no tanto tiempo daba vergüenza estar metida, porque ahí solo estaba gente solitaria, gente rara. Ahora está todo quisqui”, dice.

Al fin, se trata de nuevos canales para solventar “anhelos ancestrales”, pero han impuesto un nuevo ritmo. “Encuentras a alguien, entablas una relación, desaparece y vas al siguiente”, aclara la autora. Esto convierte a todos los que participan en esa rueda en bienes de consumo. ¿Es igual para hombres y mujeres? “Ellos le dan like a todo porque piensan que de 100 algo les saldrá. A nosotras no nos vale cualquiera. Las mujeres tienen tanta hambre como los hombres, pero menos tragaderas”. Escribe en su ensayo que “el consumo que buscan los hombres de las mujeres se parece al modelo de negocio de una gran superficie: mucho de lo mismo, a ser posible barato y fácil de reponer”, mientras que “las mujeres eligen (elegimos) un hombre como quien elige un artículo de lujo: queremos uno muy específico, queremos poder lucirlo y queremos que nos dure”.

Ellos le dan ‘like’ a todo porque piensan que de 100 algo les saldrá. A nosotras no nos vale cualquiera

Aunque los tiempos van cambiando, Sabadú no cree que llegue el día en que “el extremismo woke [híper corrección política] le gane la partida al cafre español medio”. Su ensayo habla no solo de la experiencia con aplicaciones para buscar pareja en las grandes ciudades, sino también en poblaciones más pequeñas, tratando de romper con los estereotipos urbanos. También defiende que el amor romántico es algo muy rompedor. No es en ningún caso sinónimo de plegarse al orden establecido. “Enamorarte de alguien que no tiene nada que ver contigo es muy radical. Otra cosa es lo de encontrar la media naranja, pero eso es tradicional, es algo distinto”, argumenta.

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Siempre la ha interesado el ilusionismo y en parte eso la llevó hasta el cine, pero entre la magia y la estafa hay una fina línea cuyos puntos marca en su libro. “Hay tíos profesionales de Tinder que no ven seres humanos al otro lado, también tías. Cómo trata la gente a otra gente en la aplicación me hizo pensar en los baños de una estación de autobuses, de un sitio de paso, en el que muchos se sienten impunes para dejarlo como nunca dejarían el aseo de su casa”, lamenta. Los desencuentros y las faltas de respeto o de empatía no son nuevos, sí lo es la velocidad a la que van acumulándose, porque a Tinder todos entran por las risas y salen por los llantos, según Sabadú. “Tienes decepciones cada vez más rápido. Antes podías tener una o dos al año y de repente es una o más cada dos semanas. Incluso la gente que tiene éxito acaba quemada”, asegura. Así que la autora compara estas aplicaciones con una “casa de apuestas del corazón”, que generan la misma compulsión, que hacen pensar a quien está dentro que si sigue jugando recuperará lo que lleva perdido. “Hay que ser prudente con lo que muestras de ti, no solo con tu ubicación o tu dinero, sino también a nivel emocional”, advierte.

Tienes decepciones cada vez más rápido. Antes podías tener una o dos al año y de repente es una o más cada dos semanas

Desde el esnob de Tinder a los devotos del poliamor (escribe que esta opción, como el veganismo, sospecha que va unida a un cierto privilegio urbanita y pregunta en voz alta cuántas mujeres con hijos en un pueblo pueden optar por una relación múltiple y abierta), Sabadú traza un afilado perfil de la sociedad actual, sus deseos, decepciones e hipocresías, sin morderse la lengua. Destaca cómo durante la pandemia incluso la policía alentaba el sexting [envío de mensajes eróticos a otra persona] para tratar de reducir los encuentros —”y en un telediario animaban a adoptar la postura del perrito en el coito para evitar contagios, eso me dejó alucinada”—, y defiende que más que racismo lo que hay es clasismo —”un jugador de la NBA no provoca rechazo a la mayoría, pero un magrebí sin medios, sí”—.

También apunta en La conquista de Tinder que la insistencia, machacona a veces, por señalar que la identidad sexual es un constructo social comparte algo con las “teorías de conversión que intentaba imponer el nacionalcatolicismo”. “Hay mucho debate con la transexualidad. Pero quien no quiere entablar una relación con una mujer con genitales masculinos está en su derecho, como también lo está quien practica BDSM [relaciones sadomasoquistas] y eso no convierte a nadie en misógino. Todo esto entra en el terreno de la libertad, y, al final, tratar de imponer algo acaba siendo dictatorial”.

Entre los consejos y advertencias que la autora ofrece, dos pesan sobre el resto. Uno es estar alerta cuando se cruza en tu camino alguien que quiere saldar alguna deuda o humillación que padeció muchos años atrás. Y el otro tiene que ver con la edad: “Con 20 años todo es mejor y con 50 todo es patético, hasta una borrachera. Si entras en estas aplicaciones trata a los demás como te gustaría que te trataran”.


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