Jo Nesbø se las sabe todas

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Nesbo, en la Feria del Libro de Frankfurt en ocutbre de 2019.
Nesbo, en la Feria del Libro de Frankfurt en ocutbre de 2019. Jens Kalaene/picture alliance via Getty Images

En lo que decide cuándo y cómo termina la serie de Harry Hole, uno de esos personajes del noir contemporáneo que tienen millones de seguidores, o más bien cómo lo cuenta, Jo Nesbø (Oslo, 61 años) se está dando un paseo por otros subgéneros del thriller en busca de nuevos territorios. Sangre en la nieve (Reservoir Books, 2020) apostaba por un entrañable sicario y por el humor como arma secreta. En Sol de sangre (misma editorial, mismo año, aunque ambas se publicaron antes en Noruega) también hay sicarios, pero se acercaba más por el contexto y las preocupaciones que destila a la novela de la que hemos venido a hablar hoy.

Lea las primeras páginas de El reino.

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Lean las primeras páginas de El reino. Sin embargo, aquí hay varios saltos interesantes. El reino (Reservoirbooks, traducción de Lotte Katrine Tollefsen) tiene los ingredientes bien claros: una familia que se reencuentra, un pueblo que es como tantos otros (bonito y a la vez con sus miserias) pero un poco más siniestro, otras familias, odios filiales, envidias, abusos y el peso de los errores del pasado. Cuando uno tiene que leerse cuantos más libros mejor y aun así no llega a nada, un ejemplar de más de 600 páginas como este despierta reservas. En las primeras 100 intuyes que algo va a ir muy mal, pero es el manejo de los personajes el que te hace seguir. Quieres saber más de este Roy que vive en la montaña, adora los pájaros y los coches, masca tabaco americano, es un bicho raro y ama por encima de cualquier cosa del mundo a su hermano Carl, el regresado, el triunfador, la otra cara de la moneda.

Roy es el protagonista de un libro narrado en primera persona y el lector tiene que hacer un pacto y fiarse de él. El personaje es todo un hallazgo porque está lleno de matices pero se aleja de los tópicos con personalidad y no por la vía, tan común en estos tiempos, de recrearse en lo excéntrico. Cien páginas después ya estás enganchado sin remedio y queda todo el espectáculo por venir, así que toca sacrificar unas horas de sueño. Carl, que es ambicioso, quiere despertar al pueblo y montar un hotel spa. Pero Carl no es lo que parece y su mujer Shannon tampoco. Ni Roy ni, en realidad, nadie en esta novela que va girando con ritmo, con los sobresaltos justos, en la que hay muertos, ajustes de cuentas, accidentes que no lo son y más cosas. Como dice siempre Nesbø:  “Todo lo que te puede destruir, lo llevas dentro”. Hay que ser hábil para colocar todo esto en un aburrido pueblo noruego y que no suene exagerado. Pero, ya saben, a estas alturas Nesbø se las sabe todas.


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