El candidato a presidente de Chile José Antonio Kast, durante una rueda de prensa en Santiago, el 12 de noviembre pasado.

Kast promete “orden y progreso” si gana en Chile

El candidato a presidente de Chile José Antonio Kast, durante una rueda de prensa en Santiago, el 12 de noviembre pasado.
El candidato a presidente de Chile José Antonio Kast, durante una rueda de prensa en Santiago, el 12 de noviembre pasado.MARTIN BERNETTI (AFP)

José Antonio Kast (Santiago de Chile, 55 años) se medirá el 19 de diciembre contra el izquierdista Gabriel Boric por la presidencia de Chile. Líder de la derecha más extrema, ha tomado distancia en la campaña por la segunda vuelta de sus posiciones más radicales contra los derechos de las minorías, el aborto o la defensa de la dictadura de Augusto Pinochet. La derecha tradicional chilena se ha alineado tras sus promesas de “paz, orden y progreso” para detener un eventual Gobierno progresista. En un cuestionario que respondió por escrito a EL PAÍS —el candidato declinó hacer la entrevista en forma presencial por problemas de agenda— considera su candidatura producto del cansancio de los chilenos “a la violencia y de la incapacidad de las autoridades” para administrar las consecuencias de las revueltas de 2019. Este periódico solicitó también una entrevista con Gabriel Boric, quien se excusó por obligaciones de la campaña.

La sombra de la dictadura que gobernó en Chile entre 1973 y 1990 ha lastrado la imagen de Kast. La izquierda le recuerda que en 1988 votó por la continuidad de Pinochet en el referendo que debía decidir sobre la permanencia o no del dictador en La Moneda. “Los chilenos están cansados de la actitud permanente de la izquierda de hablar del pasado”, se defiende Kast. Su opinión es que hay que pasar página, porque “Pinochet murió hace 15 años y el Gobierno autoritario terminó hace más de 30″.

Kast coincide con un argumento clásico de la derecha chilena: la dictadura “hizo reformas económicas de apertura y de apoyo al sector privado que han sido el fundamento del progreso” del país. Cuando se le consulta sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen, dice que las condena con “fuerza y claridad”. “Pero es hora de resolver los desafíos del presente y avanzar con fuerza hacia el futuro”, insiste. De todas formas, se muestra implacable cuando opina de figuras del pasado como Salvador Allende, el presidente socialista depuesto por Pinochet el 11 de septiembre de 1973. “Fue el principal responsable de la peor crisis política, económica y social del último siglo en Chile. Con el 36% de los votos quiso imponer, al margen de la Constitución y la ley, un régimen marxista”, añade.

Abogado, padre de nueve hijos y seguidor del movimiento católico Schönstatt, Kast mantuvo durante toda su carrera política posiciones radicales en cuanto al aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o los derechos de las mujeres. En el pasado habló de “dictadura gay” para criticar una instalación en La Moneda con los colores del movimiento LGTB y despotrica contra lo que considera “ideología de género”. Pero, tras su triunfo en la primera vuelta electoral, ha moderado su discurso en su intento de captar el voto de centro y sumar apoyos entre la derecha tradicional. “Soy demócrata, lo que significa irrestricto compromiso y respeto con las instituciones y la soberanía popular. Las leyes se acatan, y como presidente seré el primero en hacerlo”, respondió cuando se le preguntó si estaría dispuesto a desandar desde La Moneda los logros alcanzados en temas como el aborto y la igualdad de género.

A la derecha de la coalición del actual presidente, Sebastián Piñera, Kast fue diputado de la Unión Demócrata Independiente (UDI), a la que renunció para fundar hace dos años el Partido Republicano. Buena parte de la campaña del candidato para el balotaje buscó alejarlo de la derecha extrema que representó en la primera vuelta. “No estoy dispuesto a que me cataloguen de algo que no soy”, responde. “Estoy muy lejos de los extremos y esta campaña ha permitido que muchos chilenos se den cuenta de eso”, dice.

Su equipo de campaña eliminó los puntos más controvertidos de su programa, sobre todo los relacionados con la discriminación a las minorías. Sobrevivió a la poda, sin embargo, una propuesta para que el presidente tenga poderes extraordinarios en caso de conmoción interna —como arrestar personas en sitios diferentes a las cárceles— y la construcción de una zanja en el norte del país para frenar la inmigración. Sobre el primer punto, Kast dice que cualquier poder deberá estar “validado por el Congreso”. Y respecto a la zanja, negó que sea semejante al muro que propuso levantar Donald Trump en la frontera con México. “Es una política integral, la zanja es una entre varias y necesarias medidas para enfrentar el crimen organizado, el narcotráfico, la trata de personas y de inmigrantes”, responde.

La figura política de Kast está asociada a la de Donald Trump o el brasileño Jair Bolsonaro, el más extremista de los presidentes sudamericanos. Pero el candidato nombró a Winston Churchill, Margaret Thatcher y Ronald Reagan cuando se le pidió que eligiese figuras en las cual reflejarse. “Ellos son paladines de la libertad individual, y quienes guiaron a sus países hacia mayor bienestar, progreso, con un Estado más eficiente y mayores espacios y libertad para las personas”, dice Kast. Consultado sobre Bolsonaro en particular, destaca “su compromiso para combatir la corrupción, la delincuencia y el narcotráfico”. Kast es también un adherente regional de Vox, la formación de la extrema derecha española. De ella dijo que “ha irrumpido como una fuerza nueva para desafiar a la izquierda más extrema que se había posicionado con las mismas recetas fracasadas de siempre”.

La izquierda es para Kast el gran enemigo a vencer. Y su rival, Gabriel Boric, émulo de todos los males que representa. “El proyecto político de mi contendor, el candidato del Partido Comunista y del Frente Amplio, está basado en ideas y propuestas que han fracasado en todo el mundo. Con Gabriel Boric, Chile tiene asegurado su camino a la pobreza, a un Estado gigantesco e ineficiente. Además, a un estado de permanente violencia y descontrol, porque ha impulsado proyectos para indultar a vándalos y delincuentes”, dice.

De hecho, las revueltas de octubre de 2019 no fueron para Kast un “estallido social” sino un “estallido de violencia grave”. Por eso se opuso a la convocatoria de la Convención Constituyente que hoy redacta una nueva Constitución que entierre la heredada de Pinochet. “Yo estoy en contra del cambio constitucional bajo el chantaje de los violentistas que amenazaron nuestra institucionalidad y pusieron de rodillas a muchos sectores políticas”, dice. Sobre el trabajo de la Convención, controlada por la izquierda, promete apoyarlo en caso de llegar a la presidencia. “Si logra ponerse de acuerdo y elabora una Constitución que le haga bien a Chile”, sostiene, “no solo votaré a favor, sino que la firmaré con orgullo”.

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