Para los participantes en el debate, Ana Lilia Pérez, Lorenzo Meyer y Fabrizio Mejía, el caso de Emilio Zebadúa habla de una captura del Estado que se debe destruir para evitar que se vuelva a repetir.
El que Emilio Zebadúa, exoficial mayor de la Sedatu y Sedesol, haya decidido acogerse al criterio de oportunidad para cooperar con la Fiscalía General de la República (FGR) es un noticia de muy alto impacto porque se abre la oportunidad no solo de tener verdad, sino probablemente justicia, en uno de los atracos y desfalcos más dolorosos que han tenido las arcas públicas de México, no solo en términos económicos, también en la forma como se corrompió a las universidades para usarlas de puente para llevar a cabo supuestos trabajos, señaló la periodista Ana Lilia Pérez en la nueva Mesa de Análisis de Aristegui en Vivo.
“Ese tipo de mecanismos de defraudación nos hablan de involucramiento de actores de muy alto nivel. El periódico Reforma señala que se estaría señalando directamente al expresidente Enrique Peña Nieto de participar en este mecanismo de defraudación. Este sería el segundo señalamiento directo en contra de él, el primero es el que planteó Emilio Lozoya en su amplia denuncia de hechos, que al mismo tiempo se convirtió en una confesión de delitos propios”, dijo.
Pérez explicó que el criterio de oportunidad está permitido dentro del Código Nacional de Procedimientos Legales como una posibilidad para que quien enfrenta una acusación pueda acogerse y obtener beneficios a través de una negociación con la autoridad.
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Indicó que más allá del componente político del caso, y de tener verdad y justicia, lo que se debe buscar es evitar que este tipo de circunstancias se repitan mediante el desmonte de este tipo de estructuras en las que han participado funcionarios públicos, notarios y rectores de las universidades.
“Si no se llega a fondo y se desmontan esas estructuras, se corre el riesgo de que se repita la historia. En los criterios de oportunidad no solo bastan los dichos de la persona, se necesitan pruebas. Para que se haga válido, para que Zebadúa pueda obtener estos beneficios que lo libren de una situación de prisión como la que enfrenta hoy Rosario Robles, debe aportar las pruebas de todo esto que se señala como es el involucramiento de Robles y Peña Nieto, como uno de los cerebros que habría determinado que ese dinero se triangulara para irse a campañas, que finalmente eran recursos públicos, fue un robo”, manifestó.
Por su parte, Lorenzo Meyer comentó que para tener realmente efectos casi se tendría que deshacer al Estado que se ha creado a lo largo de los últimos 100 años vía una transformación del régimen, ya que aún en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador hay personas que se encargan de vigilar el buen uso de los recursos, pero vienen del anterior aparato.
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“El aparato del Estado que a mi juicio nació capturado tras la Revolución, hay que desmontarlo. La tarea de la cuarta transformación se antoja como una tarea de Hércules, somos establos del rey que nunca se limpiaron y hay que desviar un río para que queden limpios, es una tarea enorme”, refirió.
El historiador añadió que los dos Emilios (Lozoya y Zebadúa) son producto familiar de la clase política que capturó al Estado hace generaciones, ya que ambas tuvieron la mejor educación formal en el extranjero, conocieron otro mundo con un grado de corrupción menor que el nuestro y conocieron modelos que se pudieron haber seguido en México, pero los desecharon.
Por lo anterior, Meyer se preguntó qué tipo de país tenían en mente estos personajes superprivilegiados, que bebieron de la vida política desde chicos y que aún así se llegó a un punto en el que ninguna institución se salva. Asimismo, cuestionó el cómo la clase política añeja insiste en querer volver y tampoco se salva en la parte más profunda, en su abuso de la noción de Estado, gobierno y proyecto de nación.
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“Todo eso lo corrompió o le valió muy poco. Si los más afortunados hacen esto, qué no harán otros con menos recursos culturales y educativos, pero también en el poder. Yo creo que si se fuera uno a fondo, que Andrés Manuel quiere decirnos desde hace tiempo ‘no tengo la suficiente energía para ir al pasado y enfrentar al presente y dejar bien el futuro’, pero para dejar bien el futuro, se requiere inevitablemente enfrentarse al pasado y no es nada más Peña Nieto, son los otros expresidentes”, argumentó.
Para Meyer, el que personajes como Lozoya o Zebadúa hayan decidido participar y entregar las evidencias es porque ‘oyeron los pasos en la azotea’ y apuntó que los pasos en la azotea le corresponden a la actual administración.
“Ni modo, tiene muchas responsabilidades, una cantidad enorme de frentes abiertos y una oposición que cada día se refuerza, pero el presidente y su gabinete son los que tienen que estar en la azotea haciendo que sus pasos se oigan para que la lógica personal lleve a más de uno a decir ‘más me vale adelantarme antes de que vengan por mí’ porque si no se tiene esa sensación, se puede decir ‘que pague Zebadúa, que pague Lozoya, que paguen unos cuantos, somos muchos que no van a poder con todos nosotros’”, subrayó.
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Fabrizio Mejía opinó que el caso de Zebadúa habla de una corrupción a gran escala que tiene el componente de la captura del Estado, por parte de personas corruptas que lo han capturado y han cambiado las reglas del juego.
“Esperemos que este nuevo Emilio en la jugada ayude a esclarecer el destino final de estos recursos millonarios”, apuntó.
Para el escritor, el tema de la Estafa Maestra se ha convertido en la danza de los millones, ya que cada vez que se habla sobre ella, hay más dinero, más empresas fantasmas y más universidades.
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“Las universidades se amparan en la autonomía como extraterritorialidad, se amparan en esta idea de que son inauditables, cuando la auditoría se refiere simplemente al autogobierno y la libertad de cátedra. No son entes administrativos a parte, extraterrestres. Y precisamente con el argumento de la autonomía extraterritorial fue que Rosario Robles, Emilio Zebadúa, Aurelio Nuño y Enrique Peña Nieto lograron establecer estos convenios inauditables, y ahora no se sabe dónde quedaron estos recursos”, sostuvo.
“El peñaniestismo se parece mucho al sexenio de Miguel Alemán en donde el secuestro de instituciones propias del Estado para desarrollar esta burguesía parasitaria que hemos padecido; se renueva con el salinismo, con los llamados bolseros y el gran acuerdo que hay con el gran empresariado y de las adjudicaciones directas y la enorme corrupción. El esquema viene de los años del alemanismo donde no hay diferencia entre los empresarios y los políticos del PRI, ese es un asunto que definitivamente tiene que enfrentar la 4T”.