La Audiencia Nacional concluye que Trapero actuó durante el ‘procés’ de forma “proporcionada” para “minimizar daños”

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Trapero (derecha) y los otros acusados, el 8 de junio durante el primer día del juicio.
Trapero (derecha) y los otros acusados, el 8 de junio durante el primer día del juicio.FERNANDO VILLAR

El mayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, alcanzó las cotas más altas de poder en los Mossos d’Esquadra de la mano del independentismo. Aunque fue nombrado por el conservador de Unió Ramon Espadaler, fue con el convergente Jordi Jané y Carles Puigdemont con quien ascendió al rango de mayor, una categoría en la escala de Mossos que estaba en desuso, reservada exclusivamente para el jefe del cuerpo. Ese nombramiento, unas imágenes públicas con Puigdemont compartiendo una paella, sumado al papel de los Mossos durante el referéndum ilegal, sin intervenir en los colegios el 1-O, sazonó una causa por sedición –inicialmente fue acusado de formar parte de una organización criminal- que ha sumido tres años a Trapero en una situación de impasse. Desde que se interviniese la autonomía, Trapero, un hombre de carácter fuerte, conocido por dirigir de manera férrea los Mossos d’Esquadra, se ha visto relegado a tareas administrativas, a la burocracia, en un despacho en la comisaría central de los Mossos en Barcelona, en Les Corts, a la espera de una sentencia que sirviese para dibujar su nuevo camino.

Antes de ser apartado, Trapero había llegado también a las cotas más altas de popularidad. Su gestión de los atentados de La Rambla de Barcelona y de Cambrils, en 2017, compareciendo de manera firme ante los medios y dando en todo momento un mensaje de control, le convirtió en un ídolo del independentismo. Se hicieron camisetas con su frase de ‘Pues bueno, pues molt bé, pues adiós” que le espetó a un periodista que se quejó porque respondiese primero en catalán a las respuestas de los medios de comunicación. Es lapidaria también la frase que soltó días después, tras las críticas por la gestión del atentado por parte del resto de policías españolas, cuando dijo en Catalunya Ràdio: “Unos ponen mierda, otros flores, veremos quien gana”. Fuentes de su entorno aseguran que esa frase selló su condena.

Todavía imputado, en junio de 2018 el entonces presidente de la Generalitat, Quim Torra, y el consejero del Interior, Miquel Buch, ofrecieron de nuevo a Trapero ser el máximo jefe del cuerpo. Se reunieron un viernes en el Palacio de la Generalitat, pero Trapero declinó el ofrecimiento alegando que no era el momento adecuado ni para él ni para los Mossos. Posteriormente, Trapero desplegó una defensa en los tribunales implacable con el independentismo: aseguró que advirtió a Puigdemont de los problemas que podría haber en la calle si seguía adelante con el referéndum, explicó que tenía un plan para detenerlo si declaraba la independencia e incluso se ofreció directamente a las autoridades judiciales para arrestarlo. Ahora, con la justicia habiéndole restituido, el nuevo consejero del Interior, Miquel Sàmper, tiene de nuevo sobre la mesa la decisión de ofrecer o no a Trapero volver a comandar el cuerpo.

El mayor, aseguran quienes tratan con él, ha evolucionado en los tres años de proceso. Y ha pasado desde no querer saber nada de volver a los Mossos d’Esquadra a poco a poco evolucionar y no descartan que pudiese aceptar la propuesta de dirigir el cuerpo de nuevo. “Trapero es, por encima de todo, policía”, aseguran. Y repiten que no sabe hacer otra cosa en la vida.


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