La B de Bárcenas cerca al PP

Unos policías de paisano siguen a un hombre y a una mujer que caminan por el barrio de Salamanca de Madrid. No tienen orden de detenerlos, puede que ni siquiera sepan sus nombres ni por qué los siguen, pero sí deben anotar cada detalle de lo que hacen.

—El Moro y La Rubia llegan a la puerta de su domicilio. Allí saludan a un varón de raza blanca, complexión gruesa, de entre 50 y 55 años, de entre 1,70 y 1,75 de altura, que viste camisa azul y pantalones de color marrón.

La Rubia se llama Rosalía Iglesias y está casada con Luis Bárcenas, el extesorero del PP que lleva preso mes y medio. El Moro es el chófer de la familia, Sergio Ríos.

Son las 10.55 del 25 de julio de 2013. Media docena de policías han recibido el encargo de vigilar a dos personas que se mueven por los barrios caros de Madrid a bordo de un Alfa Romeo negro. No les han dicho por qué tienen que registrar las idas y venidas de La Rubia y El Moro ni cuánto tiempo deberán mantener los seguimientos. El Ministerio del Interior para el que trabajan ha puesto en marcha —según recogerá años después la investigación judicial— una operación secreta pagada con fondos reservados. Se trata de encontrar documentos que guarda Luis Bárcenas y que no lleguen a manos del juez que investiga las corruptelas del PP. La supervivencia del Gobierno está en juego. El escándalo afecta a los cimientos del partido conservador.

Este lunes arranca en la Audiencia Nacional el juicio por el caso de los papeles de Bárcenas. Se juzga el pago de una parte de las obras de la sede del PP con dinero negro procedente de la caja b que manejó Bárcenas, y también si el PP cometió delito fiscal al no tributar por las donaciones presuntamente ilegales que recibió y si el tesorero se quedó con parte del dinero que aportaban los empresarios al partido. Hay cuatro acusados además del extesorero: el exgerente del PP Cristóbal Páez y tres responsables del despacho de arquitectura que hizo las obras en Génova, 13. El pasado jueves, Bárcenas remitió un escrito a la Fiscalía Anticorrupción en el que confiesa hechos que afectan a exdirigentes del PP como Mariano Rajoy. También se compromete a colaborar con la justicia en esta y otras investigaciones que afectan a hechos que conoció durante su etapa como gerente o tesorero. Durante los cuatro meses que se prevé que dure el juicio declararán las principales figuras del PP, incluidos los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy.

1. El origen

Todo comenzó el 31 de enero de 2013. EL PAÍS publica ese día en su primera página las cuentas secretas del PP anotadas por Bárcenas entre 1990 y 2008. Es la prueba de que, durante casi dos décadas, el partido de centroderecha manejó una contabilidad oculta. Debajo de un titular a cinco columnas —“Los papeles secretos de Bárcenas”—, se reproducen algunos extractos de las cuentas irregulares del PP. Los asientos contables, de puño y letra de Bárcenas, reflejan supuestos pagos a la cúpula del partido. Allí se pueden leer los nombres de Rodrigo Rato, Mariano Rajoy, Francisco Álvarez-Cascos, Jaime Mayor Oreja, Ángel Acebes o Dolores de Cospedal. También aparecen en portada las anotaciones sobre supuestos donativos de importantes empresarios como Luis del Rivero y Juan Miguel Villar Mir. No se trata de un escándalo más. Es el escándalo.

No hay más que repasar las portadas de los días sucesivos para constatar hasta qué punto aquello iba a marcar un punto de no retorno en la deriva del PP. Las informaciones se suceden, a cual más escandalosa, y el sábado 2 de febrero Mariano Rajoy no tiene más remedio que dar la cara. Lo hace a su manera, tras un atril, leyendo un papel y sin admitir preguntas: “Es falso. Nunca, nunca he recibido ni repartido dinero negro”. Pero la rotundidad de la frase no se corresponde ni con el rostro de preocupación del presidente del Gobierno ni con sus propias declaraciones dos días después, durante una visita a la canciller Angela Merkel en Berlín: “Todo lo que se refiere a mí y a mis compañeros de partido no es cierto. Salvo alguna cosa…”.

2. “El PP se siente atacado”

No habían pasado ni dos años desde las elecciones de mayo de 2011, en las que el PP cosechó los mejores resultados de su historia, una mayoría absoluta de 185 diputados que le permitía gobernar sin mirar siquiera al Congreso, pero el caso de los papeles de Bárcenas había arrasado como un vendaval la alegría de la victoria. Dolores de Cospedal, entonces secretaria general del PP y una de las supuestas beneficiarias de los pagos irregulares, declaró: “Alguien intenta perjudicar al PP, al Gobierno y al presidente del Gobierno. El PP se siente atacado”.

El partido pone en marcha el manual de comportamiento para situaciones de crisis heredado de los tiempos de Aznar: negación de la realidad y persecución del discrepante. Si eso fue lo que se hizo con la tragedia del Prestige, el atentado del 11-M o el accidente del Yak-42, ¿por qué no con los papeles de Bárcenas? Durante el primer semestre de 2013, el PP utiliza su poder para tratar de achicar los efectos de la publicación de la contabilidad b. Algunos ministros y exministros —y el propio PP— demandan a EL PAÍS para inocular en la opinión pública —o al menos en su propio electorado— la idea de que los papeles son falsos. También denuncian al diario algunos de los empresarios que aparecen en los papeles, pero los jueces archivan todas las demandas. Luis Bárcenas se pasea todavía por su barrio relajado, sonriente, tan pichi, una expresión tan madrileña como el desayuno a base de porras, churros y picatostes del restaurante en cuya puerta se dejó fotografiar.

La pelota del escándalo está ahora en el balcón del PP y Bárcenas espera que, por la cuenta que le trae, Rajoy acuda en su ayuda. Pero conforme iba acercándose el verano, la situación entre el extesorero y el partido de toda su vida, en el que ingresó a los 34 años y que le había permitido amasar una fortuna, se fue deteriorando.

3. El extesorero ingresa en prisión. El Gobierno tiembla

El verano de 2013 fue aún peor que el invierno para el PP. Los intentos de Bárcenas para que Rajoy se las ingenie para librarlo de la cárcel fracasan. Lo único que obtiene del presidente del Gobierno es un mensaje de ánimo —“Luis, sé fuerte”— que también puede ser interpretado como una petición de silencio. En febrero, el extesorero denuncia al PP por despido improcedente y por haberle sustraído presuntamente dos ordenadores personales que guardaba en su antiguo despacho. Y, el 27 de junio, el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz ordena el ingreso en prisión de Bárcenas para “evitar el riesgo de fuga y asegurar la preservación de las fuentes de prueba”. La Fiscalía Anticorrupción ya había pedido la prisión incondicional para el extesorero y el juez finalmente la concede. Bárcenas se ha quejado mucho del comportamiento de las dos fiscales, Concepción Nicolás y Concepción Sabadell, ante los dirigentes del PP, e incluso ha llegado a pedir que se las quiten de encima, pero en el Ministerio de Justicia no mueven un dedo.

El Gobierno teme que la entrada en prisión del extesorero tenga consecuencias nefastas para el PP. No se equivocan.

4. La confesión

Diez días antes del comienzo de esta operación policial secreta, el preso Luis Bárcenas es conducido en un furgón de la Guardia Civil a la Audiencia Nacional donde confiesa ante el juez Ruz que, aunque en un principio lo negó, los papeles publicados por EL PAÍS el 31 de enero son ciertos, que aquella es su letra y que, en suma, el PP recibió durante muchos años dinero negro de empresarios que tenían contratos con la administración. Un dinero que se repartía entre sus principales dirigentes, que lo cobraban en metálico y no lo declaraban a Hacienda.

Bárcenas ha empezado a tirar de la manta y lo que ha descubierto tiene los efectos de una bomba de destrucción para el prestigio del PP, un partido que atesora en ese momento el mayor poder institucional de su historia. El Gobierno de Mariano Rajoy entra en pánico por la confesión del extesorero al juez y se pone en marcha para intentar enterrar el escándalo. Por cauces legales e ilegales.

A la desesperada, Rajoy acude al Senado el 1 de agosto de ese año y pide perdón por confiar en Bárcenas. A la vez que el presidente del Gobierno rompe en público con su extesorero, policías a las órdenes de Interior, a cuyo frente está Jorge Fernández Díaz, buscan más papeles que pueda guardar Bárcenas para que no salpiquen a Rajoy.

5. El juez y las cloacas: una carrera desigual

Los jefes de la llamada policía patriótica del Ministerio del Interior que, de espaldas a la ley, investigan si Bárcenas conserva más secretos peligrosos no tienen intención de colaborar con la justicia, sino justo lo contrario. Se inicia entonces una carrera desigual. Mientras el juez Ruz, poco a poco, va descubriendo que muchos de los apuntes contables son verdaderos, los agentes encubiertos siguen de cerca a Rosalía Iglesias.

La investigación judicial va acumulando indicios cada vez más sólidos de la financiación ilegal del PP. Cristóbal Páez (exgerente), Pío García Escudero (expresidente del Senado), Calixto Ayesa (exconsejero navarro de Salud), Jaime Ignacio del Burgo (exdiputado nacional), Jaume Matas (expresidente balear), entre otros, admiten que han recibido el dinero que figura anotado en los papeles de Bárcenas y del que no existe rastro en la contabilidad oficial del PP. Pero hay más apuntes que la investigación confirma con un simple análisis de las cuentas oficiales del partido.

Los peritos calígrafos van apuntalando la principal prueba de cargo con informes donde señalan que la letra es de Bárcenas y que los papeles se escribieron a lo largo de 20 años. Pero la mayoría de los empresarios donantes y los dirigentes de la cúpula del PP que supuestamente cobraron sobresueldos niegan los hechos.

El juez cuenta con ello e insiste en sus autos de la existencia de una contabilidad paralela en el PP que se nutría de donaciones ilegales. Lo que Bárcenas escribió en aquellos papeles entre 1990 y 2008 aplasta cada día más la credibilidad del partido en el Gobierno.

6. Villarejo y ‘El Gordo’ en auxilio del PP

El comisario José Manuel Villarejo, que tiene hilo directo con la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, y colabora con ella para evitar que la investigación de la trama de corrupción Gürtel dañe al partido, entra en acción captando a Sergio Ríos, el chófer de la familia Bárcenas, para que haga de topo e intente recuperar la documentación que pueda tener escondida el extesorero. Desde el Ministerio del Interior que dirige Jorge Fernández Díaz no solo se utiliza a policías para espiar a la familia de Bárcenas a espaldas del juez, sino que se paga con fondos reservados al chófer convertido en agente doble.

Los partes policiales del seguimiento diario al entorno de Bárcenas no son precisamente un modelo de corrección, pero aquella investigación tampoco lo es. Ni desde el punto de vista policial ni tampoco legal. El encargado de la operación encubierta es Enrique García Castaño, El Gordo, un veterano policía muy conocido en los ambientes políticos y periodísticos por su habilidad para hacer equilibrios peligrosos por el borde de la ley, unas veces para los gobiernos socialistas y otras para los del PP. Ahora le investiga un juez de la Audiencia Nacional por dirigir ese operativo ilegal para robar pruebas que pudieran perjudicar al Gobierno. García Castaño ha confesado que fue una orden política que le transmitió quien era número dos de Interior, Francisco Martínez.

Todo aquello que ocurría en secreto en 2013, y que estalló ante la opinión pública seis años después, se negaba una y otra vez desde los despachos del PP en La Moncloa y en la calle Génova.

Han pasado casi ocho años desde entonces, Bárcenas terminó en la cárcel, pero aun desde detrás de los barrotes siempre ha dado la impresión de que el futuro del Partido Popular estaba y sigue estando dentro de esa cartera de cuero marrón con la que se paseaba por Madrid como imputado.

Los dirigentes de entonces decían que todo era mentira. Los de ahora solo dicen que es pasado.

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