Nunca lo ha negado: entre las influencias en las películas de François Ozon (París, 54 años) está el alemán Rainer Werner Fassbinder, un radical en la época radical, el artista alemán que dinamitó el teatro germano y el cine europeo en los años setenta. “Ya dormiré cuando esté muerto”, contestaba Fassbinder cuando le advertían de que su desmedido consumo diario de drogas y alcohol acabaría con él. Efectivamente, falleció con 37 años en 1982 en Múnich, cuando su cuerpo dijo basta. Y esa exacerbación la proyectó en su cine, en sus melodramas, en títulos como Todos nos llamamos Alí, El matrimonio de María Braun o Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de rompe y rasga. Ahora Ozon ha decidido homenajearle en Peter von Kant, su versión del clásico, con la que este jueves se ha inaugurado la 72ª edición de la Berlinale. En ella muta a la diseñadora de moda en un director de cine porque, como ha subrayado el director en la presentación en Berlín, “Fassbinder se proyectó en el personaje femenino, así que en realidad era volver al impulso original”. Muerte, dolor, estallidos de rabia… lo que puede provocar en el ser humano un amor pasional no correspondido.
Ozon no va tan al límite en sus filmes, ni tampoco vive en los mismos tiempos. Sí está poseído por una misma pulsión creativa de Fassbinder, de película por año: acaba de estrenar en España Todo ha ido bien y ya está abriendo la Berlinale. “Hago una por año y ya estoy escribiendo la siguiente, que será muy diferente”, contaba en la capital alemana en la rueda de prensa de presentación de su drama. En Peter von Kant, reproduce el esquema de Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972) en un juego de espejos. Si en la alemana la protagonista era una arrogante diseñadora de moda en el pico de su carrera, que maltrata a su ayudante y que cae perdidamente enamorada de Karin, una joven que aspira a ser modelo, ahora se habla de un arrogante cineasta en el pico de su carrera, que maltrata a su ayudante y que cae perdidamente enamorado de Amir, un joven que aspira a ser actor. Las explosiones melodramáticas, el ruido y la furia se mimetizan (en la original, incluso, se hablaba de un Pierre/Peter amor de juventud fallecido en accidente de coche).
Los guiños son constantes: el joven viene de haber vivido en Sídney, incluso las conversaciones de teléfonos entre el protagonista y su madre son las originales, las mismas cantidades de dinero en marcos alemanes (la primera transcurría en Bremen, la nueva en Colonia), se anula un vuelo a Madrid… Ozon rompe, obligado por proyectar la imagen de Fassbinder en su protagonista, con la apuesta original de un reparto exclusivamente femenino. Y le regala a Denis Ménochet (Custodia compartida, Solo las bestias), con quien ya había trabajado anteriormente en dos filmes, el personaje de Peter-Fassbinder, que ejecuta de manera impecable, amparado en un cierto parecido físico.
De paso, el cineasta francés, al pasar del mundo de la moda al del cine, lanza una reflexión sobre su trabajo: “Desde luego, con un filme así también piensas en la relación del director con el resto del equipo y en especial con los actores, que mal llevada es una relación de dominación”. También habla del poder, “aunque a veces ese poder no es de quien aparenta tenerlo”. Peter lanzará la carrera de Amir, pero es el joven quien puede manipular, por la relación que viven, al cineasta. “Del filme original [que a su vez nació como adaptación de la obra de teatro y que por ello se desarrolla en un único escenario, el apartamento del protagonista] me fascina el sufrimiento de Petra, porque ves su dolor y te compadeces de ella siendo un personaje poco agradable”, aseguraba Ozon, alabando el drama de Fassbinder. “Siento que es como mi hermano mayor, su obra ha formado parte de mi aprendizaje”.
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Si Fassbinder apostaba por la frialdad y la distancia, Ozon guarda un pequeño hueco para el humor. “A mí me sale naturalmente. En mis películas siempre está presente, y aquí aparece a través del personaje de Sidonie, encarnado por Isabelle Adjani”, explicaba el cineasta. En una película que habla sobre la futilidad de la belleza, sobre lo que significa disfrutarla en ciertos momentos y su desaparición con el tiempo, que las mejores frases sobre ello salgan de Adjani, que se ha operado el rostro hasta convertirlo en una máscara hierática, es un gol de Ozon.
El otro acierto lo protagoniza Hanna Schygulla, que en la original encarnó al objeto del deseo y aquí da vida a la madre de Peter. “Hanna habla francés con un acento alemán muy reconocible que me gusta”, contaba Ozon, que ya ha trabajado con ella en Todo ha ido bien. Porque no es la primera vez que se entrecruzan los trabajos de los dos cineastas europeos. En el año 2000 un joven Ozon presentó en la Berlinale, ganando el premio Teddy al mejor filme de temática gay, Gotas de agua sobre piedras calientes, que adaptaba una obra de Fassbinder. “Su visión, sus ideas y su trabajo siempre me han atrapado. Y la idea de encarar Petra von Kant me ha dado vueltas durante años. Su última pareja, Juliane Lorenz, me confirmó que Petra era Rainer Werner, así que no necesité mucho más”. Y confiesa con una sonrisa: “He traicionado a Fassbinder para acercarme a él”.
Peter von Kant es una película nacida en la pandemia, que ha regateado confinamientos. “El rodaje en general fue bastante bien, más allá de los protocolos anticovid, gracias a desarrollarse en un escenario cerrado”, contaba Ozon sobre el proceso de creación del drama que inaugura la Berlinale, un festival que está celebrando su apartado industrial de manera virtual y las proyecciones en vivo, con controles cada día a todo el que entre en las instalaciones en su lucha, también él, contra la pandemia.
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