La burbuja de Setién


Cuando finalizó la temporada anterior, Ernesto Valverde le advirtió a Ivan Rakitic de que ya no contaría con él. No era una decisión caprichosa ni personal: el Txingurri necesitaba revitalizar el centro del campo, buscaba un equipo más dinámico para encontrar con velocidad a Messi y compañía. En el primer partido de LaLiga, en la visita a San Mamés, el técnico alineó a Sergi Roberto (28 años), De Jong (23) y Aleñà (22), dejó en el banquillo a Busquets (32), y Rakitic (32) saltó en el segundo tiempo. Fue, sin saberlo, una decisión que rompió lo que, al menos, le funcionaba más o menos bien al Barça, herido en la Champions, prácticamente invencible en LaLiga (ocho de las 11 anteriores): el vestuario. Rakitic hizo terapia con Jorge Valdano en su Universo: “Perder la titularidad es como cuando a mi hija le sacan el juguete”. Busquets, menos histriónico, llevó su disgusto a un terreno diferente.El nombre de Xavi Hernández comenzó a circular en el vestuario como el idóneo para reemplazar a Valverde, la llave para que los centrocampistas recuperaran el poder en el campo. Con el equipo líder en LaLiga y clasificado para los octavos de la Champions, la derrota en la semifinal de la Supercopa de España, frente el Atlético en Jeddah (Arabia Saudí), marcó el final del Txingurri.El problema para una parte del vestuario, y esencialmente para la directiva, fue que Xavi consideraba que no era el momento de regresar al Camp Nou. Pensó lo mismo Ronald Koeman y a Mauricio Pochettino no le interesó dirigir al Barça, puesto que está vinculado sentimentalmente al Espanyol, y siempre en la órbita del Santiago Bernabéu. Entonces apareció Quique Setién, pero no desaparecieron los problemas.Setién, de entrada, quiso ejercer de Setién. Es decir, de entrenador. Pero en el vestuario azulgrana hay que andar con cuidado, mucho más cuando el ayudante es Eder Sarabia y su pasión por el fútbol le hace olvidar las jerarquías y el tacto para tratar con un grupo de futbolistas a los que no les falta ninguna copa en las vitrinas. Al técnico cántabro le costó su adaptación como también al fichaje estrella del verano: Antoine Griezmann.Para suerte del cántabro, la hostilidad en el vestuario cambió de foco. Primero le apuntó al director deportivo, Eric Abidal, que acusó a la plantilla de perezosa. “Qué dé nombres o nos ensucia a todos”, le pidió Messi en las redes sociales. Y después al presidente, Josep Maria Bartomeu. La Cadena Ser reveló que el Barça tenía contratada a una empresa, I3 Ventures, dedicada a mejorar la imagen pública del dirigente y asociada a cuentas difamatorias en las redes sociales contra jugadores, opositores y el entorno del Barça. Piqué, que tiene sus negocios con el club —su productora participó en el documental Match Day—, decidió confiar en el presidente. “Le creo que no sabía nada. Le vi muy afectado”, dijo el central. A Messi le pasó todo lo contrario: “Veo raro que suceda una cosa así”.El parón por la pandemia no apagó la furia en el Barça. Al contrario. Cuando se hablaba del recorte salarial para paliar la crisis económica por la covid-19, el vestuario volvió atizar a Bartomeu. “Somos los primeros que siempre hemos ayudado al club”, publicó Messi, cuando se dudaba de si el primer equipo se había cerrado en banda para no disminuirse los sueldos. El comunicado del 10 lo secundó toda la plantilla. El rosarino, sin embargo, no solo tenía un mensaje para Bartomeu. También le aclaró a Setién cómo es eso de ganar la Champions. “El entrenador entendió mal lo que dije o se lo explicaron mal. Jugando como antes del parón no nos alcanza para ganar la Liga de Campeones”, subrayó el capitán Fue el primer desafío público, y el segundo llegó tras la derrota ante Osasuna (1-2). Más contundente.“No esperábamos y no queríamos terminar la Liga así. Pero marca un poco cómo fue todo el año. Fuimos un equipo muy irregular, débil, que le ganan por intensidad y ganas, que le crean fácil. Este partido indica lo que fue nuestro año. El rival nos superó en la primera parte y mejoramos en la segunda [con Luis Suárez, Busquets y Jordi Alba]”, expuso el 10, distanciado de Setién, cuya continuidad no está asegurada ni siquiera para la Champions. Bartomeu ha empezado las reuniones para analizar su posible salida y alternativas conservadoras como García Pimienta, del filial, o grandilocuentes: insistir con Xavi.La grieta de VigoLas cosas han ido a peor desde el regreso. El Barça no solo no elevó su juego sino que además sumó tres empates y una derrota mientras miraba cómo el Madrid no paraba de ganar. Entonces, se volvió a abrir la grieta entre el plantel y los técnicos. En Vigo, algunos jugadores ignoraron los consejos de Sarabia, Suárez señaló al técnico en los micrófonos —”es una pregunta para el entrenador por qué no ganamos fuera del Camp Nou…”, dijo el uruguayo— y se generó una fuerte discusión en Balaídos con amenazas de dimisión.El grupo y el cuerpo técnico buscaron una tregua. “Fue una charla muy positiva”, aseguró uno de los pesos pesados tras el encuentro posterior con Setién. Pero el Barça perdió LaLiga. Autocrítica en el vestuario: “La dejamos escapar nosotros”, dijo Suárez. Pero no en el cuerpo técnico. “Más que demérito nuestro, es mérito del Madrid”, razonó Setién.Messi se quedó sin su Liga número once —está igualado con Pirri y tiene dos menos que Gento— y con ganas de hablar. Nostálgico con Valverde —”desde enero todo ha sido muy malo”, se quejó—, insistió en la necesidad de autocrítica: “Ya había dicho que si seguíamos así no alcanzaba para la Champions y no nos ha dado ni para la LaLiga. Si seguimos así, perderemos ante el Nápoles…”, subrayó tras ceder ante Osasuna.Y la Champions se le antoja difícilísima al 10. El descalabro en el despacho y en el campo hacen dudar al rosarino. Ya mandó congelar la renovación de su contrato, que expira en 2021. En el camino está el reto en Lisboa. La Orejona será placebo o condena para el Barça en un año en el que la apuesta de marketing fue crear una camiseta ajedrezada. Ocurrió que el que quedó a cuadros fue el Barça.

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