La Comisión Electoral confirma un segundo mandato de Aung San Suu Kyi en Myanmar

Un partidario de la Liga Nacional para la Democracia de Aung San Suu Kyi, este lunes en Yangón.
Un partidario de la Liga Nacional para la Democracia de Aung San Suu Kyi, este lunes en Yangón.YE AUNG THU / AFP

Aung San Suu Kyi ha superado las expectativas. La Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) que dirige ha anunciado este lunes que ha logrado suficientes escaños para asegurar una nueva mayoría parlamentaria en Myanmar durante los próximos cinco años, en contra de los pronósticos preelectorales que auguraban una victoria ajustada. El triunfo en los comicios del domingo le dará, en principio, margen para acometer reformas en el país del sudeste asiático, sumido en una aguda crisis económica y con un Gobierno que se enfrenta a una acusación de genocidio contra la minoría musulmana rohingya en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.

“Estimamos que hemos conseguido más escaños que en las elecciones de 2015”, ha asegurado Myo Nyunt, portavoz de la NLD, citando informes internos. En disputa hay 476 escaños (315 del Congreso y 161 del Senado). Aunque se vaticinaba un triunfo de la Liga de Suu Kyi, los cálculos apuntaban hacia un Gobierno de coalición con algún partido minoritario, lejos de los 390 escaños logrados en 2015. La aspiración de la NLD era mantener los dos tercios de control del Parlamento, crucial para apuntalar su influencia, ya que la actual Constitución —que Suu Kyi pretende modificar— permite al Ejército elegir directamente al 25% de miembros de cada Cámara.

La alta participación en los comicios, pese a la amenaza del coronavirus —con una media de más de 1.000 nuevos positivos diarios— habría terminado por favorecer a la NLD. “Damos las gracias a la gente. Para ellos, para el partido, es un resultado muy motivador”, ha añadido el portavoz, citado por Reuters. Docenas de partidarios de la NLD se han congregado este lunes en la sede del partido en Yangón (la ciudad más grande y antigua capital del país) para celebrar la anunciada victoria. La comisión electoral, sin embargo, no ha divulgado todavía cifras oficiales del escrutinio.

De confirmarse el resultado, Suu Kyi saldría victoriosa de unas elecciones que se consideraban un plebiscito sobre su figura y el mandato de la NLD los pasados cinco años, cuando se formó el primer Gobierno democrático de Myanmar (la antigua Birmania) tras medio siglo de dictadura militar. Denostada en el extranjero por su aparente silencio, para algunos hasta connivencia, con las persecuciones, violaciones y masacres que llevaron a más de 700.000 rohingyas a huir de Myanmar al vecino Bangladés en el verano de 2017, su imagen en el país sigue siendo la de una dirigente capaz. O al menos con potencial. Algunos votantes aseguraron que, aunque no estaban satisfechos con todo lo que el Gobierno de la NLD había hecho en el último quinquenio, tenían ganas de ver qué cambios podrían impulsar en la nueva legislatura, según Nikkei.

El aparente triunfo de la conocida como “La Dama” constata además la escasa simpatía que despierta la comunidad musulmana rohingya entre la mayoría budista del país del sudeste asiático. Cientos de miles de rohingyas que aún viven en Myanmar, que les considera inmigrantes bengalíes pese a llevar siglos en el Estado occidental de Rajine, no han podido votar porque una ley de 1982 les retiró la ciudadanía. Además, más de un millón de personas, del total de 53 millones de habitantes, fueron privadas del derecho al voto en zonas de los Estados de Kachin, Karen, Rajine y Shan, pobladas por minorías étnicas y escenario de insurgencias, debido a motivos de seguridad. El Partido para la Democracia y los Derechos Humanos, formado por rohingyas, ha asegurado en un comunicado estar “profundamente decepcionado” con que su comunidad hubiera sido apartada de las urnas.

Aunque la NLD salga victoriosa, el ambiente no es comparable al de 2015, cuando la formación emergía como la esperanza de cambio en un país gobernado durante medio siglo por los militares con puño de hierro. Al margen del fracaso de la NLD en conseguir la paz entre el Ejército –el Tatmadaw– y las decenas de guerrillas que luchan por la autonomía desde la independencia de Myanmar del Reino Unido en 1948, las elecciones suceden en un momento de devastación económica. La pandemia de coronavirus ha supuesto una fuerte sacudida a las industrias textiles y del turismo, pilares de la economía birmana.

El nuevo Gobierno tendrá que hacer frente a este revés e impulsar reformas económicas en un país que pasó las décadas de mandato militar aislado internacionalmente. Aung San Suu Kyi también deberá seguir respondiendo a la acusación del genocidio rohingya que pende contra su Gobierno en el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU.

Una sesión bicameral después de que los diputados sean nombrados elegirá al nuevo presidente, que no puede ser la misma Suu Kyi. La Constitución de 2008 se lo impide, pues especifica que este cargo no puede recaer en alguien con hijos extranjeros, como es su caso. La Nobel, no obstante, ha sido la líder de facto durante los últimos cinco años, y se espera que lo sea también durante los próximos cinco. Su capacidad de negociación con el Ejército dictaminará si, durante este periodo, los avances democráticos son más palpables o vuelven a ser una promesa a largo plazo de cada vez más improbable cumplimiento.


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